Las óperas líricas de fama mundial, catalogadas clásicas; pueden haber sufrido algunas variaciones concernientes a las actuaciones de los cantantes, de los coros, del desempeño de las orquestas y de sus directores, algo que ocurrió en el pasado y pasará siempre, sin menospreciar la calidad de los intérpretes quienes son seres humanos y como tales pueden fallar; pero no deben fallar nunca jamás los que montan las óperas, tales como los escenógrafos, los directores y demás responsables del montaje, quienes no deberían de recurrir al adefesio de: “adecuar a los tiempos” y manipular las obras para figurar y por consiguiente faltarle el respeto a los escritores, a los libretistas y a los mismos autores.
Ojalá que en el próximo estreno de “La Traviata” en el Melico Salazar, tal como anuncia y anticipa la prensa, a los responsables del montaje de la ópera; no se les ocurra poner un casino clandestino, amén de unos celulares en las manos de alguien con el fin de “ambientar la ópera a nuestros tiempos”, además celebrar el brindis en el “Metro” de París o en un lugar que no sea el fastuoso salón original, con unos vasos de plástico llenos de Coca Cola; que en el vestuario no se empleen Jeans y minifaldas y los peinados no sean “Punk”, que el coro de las gitanitas no sea al ritmo de Salsa y por último el baile del torero español no sea la actuación de un funámbulo tatuado; con todo respeto; como ejemplo y guía sempiterna, aconsejamos ver la presentación fuera de serie de “La Traviata” a cargo de Andrea Andermann transmitida por la RAI Televisión. Brindemos por la cordura y la belleza.
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