Este 1 de enero de 2020, la Iglesia celebra la LIII Jornada Mundial de la Paz y el Papa Francisco nos ha propuesto el tema: “La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica”.
¡Cuán necesitados estamos de la paz! Pero no la paz como la da el mundo, sino la paz que es Jesucristo mismo. “En nuestra experiencia cristiana, recordamos constantemente a Cristo, quien dio su vida por nuestra reconciliación (cf. Rm 5,6-11). La Iglesia participa plenamente en la búsqueda de un orden justo, y continúa sirviendo al bien común y alimentando la esperanza de paz a través de la transmisión de los valores cristianos, la enseñanza moral y las obras sociales y educativas”, dice el Santo Padre en su mensaje.
Al terminar un año civil y comenzar uno nuevo, se alimentan precisamente las esperanzas de un futuro mejor; la humanidad se recarga de ilusiones y se encienden promesas para contribuir a un mejor porvenir.
En particular, nuestra nación costarricense requiere de nuevas esperanzas para retomar la reconciliación de su gente que tiene varios años de vivir una polarización por diversas temáticas que contradicen la ruta histórica de valores morales y espirituales que construyeron nuestro país.
Es hora de enfatizar aún más en el diálogo como instrumento de paz social. No obstante, todo esto se logrará, como lo he dicho en otras oportunidades, si en nuestra nación todos nuestros pobladores, no importa si ostentan cargos de poder o no, ponen su mirada en el bien común.
Mientras reine la desigualdad creciente, mientras más de un millón de personas sigan viviendo en la pobreza, mientras el empleo digno no aparezca para tantos miles de nuestros hermanos, es difícil reencontrar el camino y la paz.
Si estos días de Navidad que hemos vivido no nos hacen reflexionar en la persona de Jesucristo, que se hizo carne para reestablecer la armonía de Dios con la humanidad y para nuestra salvación, simplemente seguirán pasando los días y en 12 meses, volveremos a desearnos un “feliz año nuevo”, pero este será vacío.
Si no ponemos en el centro al ser humano, al hermano que es igual que nosotros, si no respetamos la vida de todos, seguirán incrementando las cifras de hermanos sin las necesidades básicas para vivir.
Decía San Juan XXIII en su Encíclica Pacem in Terris, numeral 1: “La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios”.
Estos son mis deseos como Pastor de la Iglesia: que reine la paz, la armonía y la prosperidad para todos en Costa Rica. Que los deseos que todos compartimos de un mejor Año Nuevo, estén repletos de nuestro compromiso por ser mejores personas.
Pongamos nuestra mirada en Dios, a él le encomiendo el destino de nuestra nación; y a María Santísima, nuestra Madre, imploramos su intercesión, para que, con su ejemplo, seamos fieles a la voluntad del Señor.
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