“La intolerancia de los “tolerantes”

» Por Lic. Ilán José Jiménez Ramírez - Licenciado en docencia por la Universidad Estatal a Distancia

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A las vísperas de una de las elecciones presidenciales más críticas de la última década, resalta el curioso accionar de un “movimiento de la tolerancia” que dice promover una agenda progresista que respete a todas y todos, sea cual sea su credo, su orientación sexual, nacionalidad, condición, etcétera.

El respeto y siempre valorar la dignidad de los demás como algo sagrado, es su bandera, y el motor de lucha es el amor que debemos tener unos por otros, independientemente de las diferencias humanas. Pero ¡un momento! Al parecer el respeto y la tolerancia tienen ciertas condiciones, las cuales soy incapaz de nombrar, porque son tan arbitrarias como azarosas. Pero podemos analizar unos casos recientes para entender mejor el tema.

Reciente es el caso de la posible primera dama de la República por el partido Renovación Costarricense de Fabricio Alvarado, donde aparece en un video en una oración (imagino que de sanidad) en la que habla en lenguas extrañas, que en la teología cristiana en general le llaman “hablar en lenguas”. En fin, no nos importa mucho entrar en los orígenes de esta posición teológica o sobre la posibilidad de que suceda en la realidad. Nos importa notar que ahora, este video ha dado para que cientos, o miles de personas suelten su burlesco humor. Esto es típico en Costa Rica, creo que todos vacilamos con las cosas de vez en cuando, pero, a ver ¿qué pasaría si esto lo pasamos a otros ámbitos?, ¿se nos permitiría burlarnos de algunas personas por sus creencias o convicciones personales en otros contextos? Pues propongamos algunos en los que parece existir una doble moral asombrosa.

En las marchas del Orgullo Gay, o mas recientemente llamadas Marchas de la Diversidad, se observaron en nuestro país acciones que, si usualmente las cometiera una persona común, le encerrarían por exhibicionismo. Personas semidesnudas en lugares urbanos centrales, haciendo movimientos sexuales en frente de personas menores de edad. Simulando masturbación en público sin importar si hay niños en frente. Y ¿Esto quien lo juzgó como irrespetuoso? ¡Jamás! Si esa es la cúspide de la tolerancia, dirían los promotores de la “nueva tolerancia”.

Analicemos, se está acribillando a una mujer, por hacer una oración bajo los preceptos de su propia religión y su creencia (aclaro que nunca en mi vida he creído que alguien que conozca hable verdaderamente en lenguas divinas). Se le dan las más duras críticas, vale burlarse, reírse y todo es sumamente divertido, pero ¿ahí no aplica el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos sobre la libertad de culto? ¿Ahora resulta que es un severo pecado tener una creencia para algunos racional para otros no? ¿Qué pasaría si nos burlaramos de esa forma porque existe un candidato a diputado transexual por el partido Vamos? Yo sería el primero que me opondría a que le acribillen por el mero hecho de que públicamente exprese que es transexual y se vista como una mujer.

Pero resulta que la doble moral de la postmodernidad funciona al revés, más o menos así: si alguien en su vida privada hace actos propios de su religión, es motivo de burla nacional si se filtra uno de sus videos a la población en general, pero, si un grupo de feministas de la tercera ola se paran en frente de la catedral con el pecho desnudo, gritando “nos violaron” y cantando canciones de tipo tribal, hay que aplaudirles por su valentía.

Vivimos en una sociedad donde criticar a un religioso es un gesto heroico, pero hacer una crítica hacia otros grupos, es un “discurso de odio”. Compartimos una nación donde si se me ocurriera aparecerme desnudo en el centro de San José, la policía no tardaría en llevarme detenido por exhibicionismo, pero cuando una feminista (o hembrista) de la tercera ola se desnuda en público, es un acto de contracultura genial y progresista, estamos en la era de “los sensibles”, donde se es permitido burlarse de todo, menos de aquello que se llame “progresista” so pena de ser acusado en el cuasi tribunal de la inquisición costarricense. Ya decían los abuelos “el ayote se parte por la mitad”.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, fotocopia de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr.

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