La inmovilidad humana

» Por Fabián Coto Chaves - Escritor

¿Han notado que para cambiar, renovarse, reinventarse, evolucionar, lo que sea, siempre, siempre, es necesario aislarse, cortarse el pelo o rasurarse? 

No voy a detenerme en la relación que existe entre crisis y afeitada de bigote. Bastaría preguntarle a Gorgojo, a Melvin Jiménez o al Macho Ramírez. 

Tampoco me interesa profundizar en arrebatos tipo Empire Records o en esa insana costumbre de pintarse el pelo. 

Me interesa el tema del aislamiento. 

A simple vista saltan las evocaciones de sabios y monjes que se retiran del mundo para conocer el mundo. Místicos, anacoretas, guerrilleros o vendedores de droga que se fugan a Tamarindo o a Jacó. Pero, en el fondo, hay un elemento crucial: nada complica tanto nuestras intenciones de cambio como los amigos y la familia. O dicho de otro modo: la gente querida, predominantemente, nos arruina todo intento de mejorar. 

Sucede que la proximidad y el afecto acaban convertidos en una suerte de derecho de propiedad. Algo así como esas servidumbres de paso o iluminación que complican tantísimo ciertos ejercicios de especulación inmobiliaria.  O como el mandadero de la finca que termina creyendo que la finca es de él. Con la salvedad de que, en este caso, la finca es uno. 

Así es como suceden las salidas típicas: “Diay, pero vos no eras así, ¿qué te pasó?”. 

¿Que qué me pasó? Pues pasó que cambié, ¡estúpido! 

Ocurre con especial frecuencia con las preferencias musicales “¡Y eso vos oyendo Bob Marley!” o “¡Y eso vos oyendo jazz!”. Seguido, por supuesto, de un “Antes no te gustaba”. 

Ocurre con la ropa: “¡Y eso vos con shorts!”. 

Ocurre con la comida: “¡Y eso vos comiendo mondongo!”. 

Ocurre con la bebida: “¡Y eso vos tomando cerveza!”. 

Ocurre con las lecturas: “¡Y eso vos leyendo a Stuart Mill”. 

Ni se diga cuando se trata de varas políticas: “¡Y eso vos votando por Perencejo!”. 

Y en todos los casos, naturalmente, reside un mismo propósito ruin: obligarnos a permanecer quietos. 

Es sabido que los animales, en efecto, sienten cariño. ¡Aman! Y algunas relaciones, incluso, podrían catalogarse como afectivas. Pero así, lo que se dice amigos y familiares, en un sentido estrictamente humano, diría que no tienen. 

A ver…  Por ahí los ñúes se ayudan cuando viene un leopardo y se agüevan si alguno del rebaño muere. Pero, insisto, lo que se dice amigos o lo que se dice primos, en definitiva, no tienen. Es más, estoy seguro de que si las células procariotas de hace 3500 millones de años hubieran tenido amigos o familiares cercanos, con toda seguridad, hoy no existiría vida fuera de las aguas primordiales y el planeta seguiría siendo una aséptica, inane, silenciosa y yerma pelota de nada a la deriva… casi como nuestra civilización.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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