La Iglesia es misión

» Por Mons. José Manuel Garita Herrera - Obispo de Ciudad Quesada

Este mes de octubre, que está a punto de concluir, ha sido dedicado por la Iglesia a las misiones y, en particular, el mes de octubre de este año fue dedicado a la celebración de un Mes Misionero Extraordinario, convocado por el Papa Francisco.

La motivación para éste último es el centenario de la Carta Apostólica Maximum Illud del Papa Benedicto XV, sobre la propagación de la fe católica en el mundo. Sin duda, esto es de trascendental importancia, porque, al tiempo que el mundo se mueve hacia una vivencia cada vez más secular, y digámoslo también, un sector fuerte que promueve la descristianización, se nos recuerda que la Iglesia es misión, es decir, que hemos sido enviados para anunciar la Buena Noticia.

“La grande y santísima misión confiada a sus discípulos por Nuestro Señor Jesucristo (…) no había de limitarse ciertamente a la vida de los apóstoles, sino que se debía perpetuar en sus sucesores hasta el fin de los tiempos, mientras hubiera en la tierra hombres para salvar la verdad”, decía al inicio de la Carta, el Papa Benedicto XV.

Por su lado, el Papa Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones de este año, destacó: “el secularismo creciente, cuando se hace rechazo positivo y cultural de la activa paternidad de Dios en nuestra historia, impide toda auténtica fraternidad universal, que se expresa en el respeto recíproco de la vida de cada uno”.

En un momento en que la sociedad pondera y fomenta el relativismo, el Papa Benedicto XVI señalaba que “si la verdad no existe para el hombre entonces tampoco puede este distinguir entre el bien y el mal”.

La verdad es Jesucristo. La Iglesia no puede renunciar a anunciarlo, aunque esto incomode a la sociedad o a ciertos grupos de presión. La misión esencial de la Iglesia es seguir anunciando el Evangelio hasta el fin de los tiempos.

Propiamente, a los obispos, la Iglesia también nos ha dado el clarísimo deber de proclamar los principios morales del orden social. El valor de la vida, el significado de la libertad, la unidad y la estabilidad de la familia, la procreación y la educación de los hijos, la contribución al bien común y al trabajo, el significado de la técnica y la utilización de los bienes materiales, la pacífica y fraterna convivencia de todos los pueblos, son solo algunos de los temas que, a la luz del Magisterio, y por mandato de Jesucristo, debemos anunciar a tiempo y a destiempo.

Todos estos valores no pueden pasar de moda, porque en el centro de ellos se encuentra la dignidad de la persona humana, corona de la creación. El bien de la persona será el bien de la sociedad, su futuro y estabilidad.

Desde luego, también nos compete promover la fe –tarea tantas veces atacada, desde antiguo y hasta la actualidad– la cual es sostenida por el propio Jesucristo.

En este llamado a recordar que la Iglesia es misión, exhorto a todos los fieles católicos a renovar el impulso misionero, a no callar y, ante todo, a dar testimonio de lo que creemos, para reflejar el verdadero rostro de Jesucristo.

En este llamado, también exhorto a las personas de buena voluntad, para que procuremos el bien común, protejamos la dignidad de las personas y nos alejemos de ideologías que ponen en riesgo el bien personal y común.

¡Que el Señor Jesucristo nos guíe!

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