El recto amor a uno mismo, en su vertiente comunitaria, y de bien común, es amor a la familia y a la patria. Poco después del 12 de octubre de 2021, en un año en que Costa Rica llega a su bicentenario de independencia, podemos reflexionar muchísimo sobre el significado de la libertad, la historia y la identidad Iberoamericana y de Occidente en general.
La historia está íntimamente relacionada con nuestra identidad, y es la experiencia, recogida por la historia, de la que se nutre la política. Por lo tanto, la forma en que la reconstruimos es clave para definir las formas en que nos comportamos en momentos de crisis que necesitan un pueblo y un gobierno con los pies en la tierra.
Nada más natural que el enraizamiento y participación en la cultura que nos dota de identidad, coherencia y sentido compartido. El problema es que estamos en medio de una guerra psicológica contra la hispanidad que empezó poco luego de 1492, y que continúa, y se va dirigiendo cada vez más hacia lo que aún queda por mancillar o “deconstruir” en nuestra identidad.
Esta serie de artículos sobre el tema de la guerra más larga en Hispanoamérica, que ha sido psicológica, aborda la destrucción cultural e identitaria de la hispanidad, tomando en cuenta acontecimientos recientes, y concluyendo con hechos de más larga data, a partir de 1492.
Acontecimientos recientes:
Desde al año pasado, el derribamiento y vandalización de las estatuas de Cristóbal Colón en Estados Unidos, Reino Unido, Bélgica y Colombia ha evidenciado una dinámica social endofóbica enardecida, cuyos actos destructivos se vienen justificando como reivindicaciones contra el racismo, la esclavitud y el genocidio de indígenas. Estos eventos podrían pensarse como estallidos espontánea o casualmente idénticos en los diferentes países mencionados.
Haciendo eco de la opinión de un sector de la adultez joven (antes de los 40) educada en universidades, esto se debería a una mayor conciencia social y empatía de las nuevas generaciones con grupos marginados históricamente. Recordemos que muchas de estas manifestaciones se dan en el contexto de las revueltas del movimiento de protesta antiracista Black Lives Matter. Dicho movimiento resurgió de manera notoria y globalizada en 2020, por la muerte George Floyd mientras estaba siendo arrestado por la policía.
Otras de estas manifestaciones, como las de Chile, Ecuador y Argentina, en 2019, surgieron en el contexto de las llamadas revoluciones moleculares (Zarria, 2021 https://socialinvestigation.org/revoluciones-moleculares-para-la-toma-del-poder-de-la-izquierda/), en el fondo una estrategia planificada, con una filosofía común de construcción de nuevos sujetos de lucha de contrarios, como parte de la lucha de clases, y aunque llevada a cabo de una manera que parece no deliberada, para desestabilizar el orden democrático del gobierno de turno.
Se ha logrado así dañar el orden social (no perfecto, pero orden social al fin) porque la estrategia está capilarizada en minorías diferentes, desde la activación de distintos motivos de inconformidad y resentimiento. La filosofía subyacente viene de Jackes Derrida, Gilles Deleuze y Félix Guattari, filósofos franceses postmarxistas de la corriente de la “deconstrucción” (Zarria, 2021). Lo que cuesta creer, y es indignante, es que personas de generaciones mayores no sepan discernir al menos que la destrucción no lleva a nada y en lugar de esto apoyen el vandalismo.
El 18 de octubre pasado un vecino en edad adulta madura, comentaba por texto lo que pensaba de los disturbios en el McDonalds de Valdivia para conmemorar 2 años de esta revolución molecular que empezó por un alza en el pasaje del metro: “Es el espíritu de nuestros jóvenes, su idealismo y su interés por la justicia y el progreso del país, a costa de su trabajo, estudio, sacrificio y perseverancia…me conmueve y me motiva”. Le inspiraba el video de un joven saqueando el nuevo local en la ciudad.
Pues bien, el discurso que respalda las tropelías contra el descubridor de América tiene el mismo tono de inconformidades y resentimientos agolpados e indiferenciados, ya venga de intelectuales que no estuvieron presentes durante los actos, de los medios tradicionales, o de los activistas y participantes.
Este discurso pregona: Cristóbal Colón y todo lo que se refiera a la Conquista española se lee y reconstruye desde la óptica de una lucha entre razas en la que los indígenas habrían sido sistemática y programáticamente abusados, esclavizados y matados desde la Corona española y sus conquistadores. Esta lucha de clases tendría todo en común con la esclavitud de las personas negras en Estados Unidos, por lo tanto, el gesto de dañar las estatuas se hace extensible a esa causa también.
En Costa Rica no estamos lejos de comenzar un proceso parecido de odio a la propia historia, cultura e identidad. Desde 2017 se ha promovido el derribamiento de la estatua de León Cortés en La Sabana. Esta iniciativa se reactivó a partir del resurgimiento en 2020 de Black Lives Matter, alegándose, entre otras cosas, que el expresidente constituye una figura patriarcal.
De esta propuesta dos cosas reclaman mucha prudencia: La primera consiste en las consecuencias del movimiento Black Lives Matter en los medios y la población. Baste mencionar algunos titulares:
“La blancura es una pandemia/Whiteness is a pandemic” (17/03/2021, The Root), “La gente blanca necesita ser erradicada/White people need to be erradicated” (The College Fix, 29/04/2021), “Compañía importante de seguro médico pide a sus gerentes evitar contratar hombres blancos/Major health insurance company asks managers to avoid hiring White men: Report” (23/03/2021. The Blaze).
La segunda cuestión que requiere una mirada más sagaz consiste en que muchas de las críticas que se le han venido haciendo a León Cortés (como su autoritarismo y simpatía con el gobierno alemán) se hacen interpretando la historia de manera anacrónica, lo cual es a todas luces un despropósito.
Es sabido que los buenos historiadores deben saber referirse a los hechos desde el pasado, es decir, con las categorías que se usaban cuando surgieron los hechos históricos aludidos. De manera que cuando a León Cortés se le acusa de ser afín al fascismo, se olvida que el discurso anticomunista con el que se presentaba Hitler para ganar adeptos era muy atractivo en esa época.
El comunismo había perseguido y dado muerte a millones de cristianos. Si tomamos en cuenta la fe católica de Cortés, con su auténtica defensa de la dignidad humana, la acusación resulta atenuada. De hecho, se dice que para esa época esta era una postura muy común para muchos gobernantes del mundo.
De manera permitirnos satanizar de esta forma a los gobernantes y líderes que forjaron nuestra historia, con sus defectos y virtudes, puede resultar en un desarraigo que nos deje atomizados, al viento y como una veleta en cuanto a saber quiénes somos como pueblo y qué podemos lograr. No es poco probable que resulte peor el remedio que la enfermedad.
El nivel de acuerdo que podemos percibir entre los distintos actores sociales en su posición respecto al tema del racismo y los derribamientos de figuras históricas heroicas contrasta con la convulsión e incertidumbre política y social que vivimos desde que se declaró la pandemia.
¿Cómo es posible que en tiempos en que hay una polarización cada vez más marcada con respecto a temas como los confinamientos, la doctrina cristiana, las políticas económicas y sociales, los tratamientos contra el Covid, las mascarillas, surjan pequeñas grandes revueltas aquí y allá revestidas de revolución hegemónica, como “verdad reivindicatoria incontestable”? No hay democracia sin libertad de expresión, ni ésta es libre cuando no se apega a los hechos.
Para fortalecer la libertad, la identidad y la democracia, habrá que rasgar en la historia, y no contentarse con lo que ofrece esta corriente endofóbica emotivista, ya que, por otra parte, esa popularidad del discurso de odio a figuras como Cristóbal Colón y a lo que representa, confluye con movimientos sociales remotos y recientes que necesitan analizarse, desde las verdaderas luchas que se dieron desde el descubrimiento de América, como se verá en esta serie de artículos.
Como se verá, la guerra contra la hispanidad, lo ha sido siempre contra un proceso globalizador humanizante, centrado en la dignidad de todos por igual, algo muy impregnado en los principios cristianos de Isabel la Católica.
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