La familia constructora de paz

» Por Mons. José Manuel Garita Herrera - Obispo de Ciudad Quesada

“El mundo anhela la paz, tiene urgente necesidad de paz. Y, sin embargo, guerras, conflictos, violencia en aumento, situaciones de inestabilidad social y de pobreza endémica continúan cosechando víctimas inocentes y generando divisiones entre los individuos y los pueblos. ¡La paz parece, a veces, una meta verdaderamente inalcanzable! En un clima gélido a causa de la indiferencia y envenenado a veces por el odio, ¿cómo esperar que venga una era de paz, que sólo los sentimientos de solidaridad y amor pueden hacer posible?”.

Esta declaración de San Juan Pablo II, escrita hace casi 26 años en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1994, no podía ser más actual, certera y no podría explicar de mejor manera lo que se vive en la sociedad del nuevo milenio. Aplica para los sucesos en el mundo, también para los de nuestro país, y más aún en lo que se refiere a las redes sociales, en las cuales muchas ocasiones aumenta el clima de violencia generalizada, por medio de expresiones, ataques personales, fake news, en fin…

Tales afirmaciones del Santo Padre, en aquel entonces, desde luego no eran para sembrar desesperanza, por el contrario, en medio del contexto de aquel año, o del que vivimos hoy, su mensaje era precisamente para alentarnos hacia la ruta que debemos tomar; más aún, tal cual hemos estado viviendo este mes de agosto, el mes de la familia, la esperanza aumenta entorno al camino que Dios quiere que tomemos.

“Fundada en el amor y abierta al don de la vida, la familia lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz”, decía San Juan Pablo II.

Y, atención, con palabras de verdadero profetismo, el Papa entonces, expresaba: “en contraste con su vocación originaria de paz, la familia resulta, por desgracia y no raramente, lugar de tensiones y de prepotencias, o bien víctima indefensa de las numerosas formas de violencia que marcan a nuestra sociedad”.

Hemos de estar alertas para proteger y cuidar a la familia de ataques muchas veces ideológicos, por lo general tomados de otras latitudes cual si fueran una moda para destruir este don precioso que Dios ha puesto en la sociedad, como célula fundamental.

Todos provenimos de una familia y todos necesitamos una familia, sin perder de vista que, a la postre, somos la familia humana creada por Dios, somos imagen suya, tenemos el aliento de su Espíritu que nos hace seres únicos e irrepetibles.

Por eso, mi llamado a las familias a no desanimarse en medio de los ataques. A vivir su vocación, como nos lo ha repetido el Magisterio de la Iglesia una y otra vez. Mi llamado, una vez más, a las autoridades gubernamentales a cuidar la familia que es futuro de nuestra sociedad.

Animo a todas las personas de buena voluntad a tomar conciencia, justamente, de que, como seres humanos, estamos llamados a una misión grande e importante, a construir una sociedad que promueva el bien común y el desarrollo integral de todos nuestros semejantes, para alcanzar la tan ansiada y auténtica paz que nos permitirá vivir en igualdad, con valores de solidaridad, tolerancia y amor.

¡Que Dios bendiga y proteja a nuestras familias!

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