La reciente escalada del conflicto entre Estados Unidos, la OTAN, Rusia y Ucrania ha marcado un punto crítico en la geopolítica mundial, generando un ambiente de incertidumbre y temor. La reciente autorización del presidente Biden para que Ucrania utilice misiles ATACMS de largo alcance en territorio ruso, junto con los bombardeos rusos y el despliegue de misiles de medio alcance como respuesta al lanzamiento de misiles por parte de Ucrania, ha llevado la confrontación a un nivel que trasciende las fronteras de Europa, afectando no solo a la región, sino también a la economía global y a la seguridad internacional. Este panorama inquietante nos obliga a reflexionar sobre el impacto que esta crisis puede tener en América Latina y en el resto del mundo.
Las economías de América Latina, ya vulnerables debido a la pandemia y a diversas crisis internas, se enfrentan ahora a la posibilidad de un efecto dominó. El aumento de los precios de la energía y los alimentos, consecuencia de la guerra, podría provocar un incremento de la inflación en la región, afectando a los hogares más vulnerables. Además, el temor a una escalada militar podría desincentivar la inversión extranjera y limitar el crecimiento económico, creando un ciclo de inestabilidad.
En este contexto, el compromiso de Costa Rica como nación pacifista es más relevante que nunca. Con una larga tradición de mediación y promoción del diálogo, Costa Rica ha demostrado a lo largo de los años su deseo de contribuir a la paz mundial. Recientemente, la sociedad civil, liderada por el exdiputado y destacado pacifista José Roberto Rodríguez Quesada, y otros conciudadanos presentamos una propuesta de paz para el conflicto en Ucrania ante la Comisión de Asuntos Internacionales de la Asamblea Legislativa. Esta iniciativa, que fue recomendada por los miembros de este órgano legislativo para ser considerada por la Cancillería, representa un paso significativo hacia un papel activo de Costa Rica en la búsqueda de soluciones pacíficas.
El compromiso de Costa Rica con el diálogo y la mediación debería ser el norte de nuestra política exterior en momentos de grandes tensiones geopolíticas. En un mundo donde la violencia parece ser la respuesta predominante, es vital que naciones como la nuestra se levanten en favor de la diplomacia y la negociación. La historia nos ha enseñado que la paz no se logra a través de la guerra, sino mediante el entendimiento y la cooperación entre naciones.
Es fundamental que la comunidad internacional escuche el llamado de Costa Rica y apoye los esfuerzos para encontrar una salida pacífica al conflicto. La propuesta presentada por la sociedad civil costarricense puede ser la base para un diálogo más amplio que incluya a todas las partes interesadas en la disputa. La búsqueda de soluciones diplomáticas debe ser la prioridad, no solo por el bienestar de Ucrania y Rusia, sino por la estabilidad y la seguridad global.
La escalada del conflicto entre Rusia y Ucrania, que se extiende a Estados Unidos y a los países miembros de la OTAN, nos recuerda la fragilidad de la paz en el mundo actual. Costa Rica, con su compromiso con la paz, debería erigirse como un faro de esperanza en medio de la tormenta. Es momento de que todos, desde nuestras respectivas posiciones, trabajemos juntos hacia un futuro donde el diálogo y la paz sean la norma, y no la excepción.