Según proyecciones del Fondo Monetario Internacional, Latinoamérica apenas crecerá un 1.7% en 2023, una cifra de escándalo, pesimismo y desesperanza. Esta cifra no solo es menor el crecimiento de este año 2022 post pandémico, sino que es menor a la mayoría de las regiones del planeta.
Según un análisis del FMI la causa del rezago de América Latina es estructural. No es coyuntural.
No es por la guerra en Ucrania, ni por la crisis de contenedores, el aumento de los precios de los combustibles, ni es producto del COVID 19, ni es por debilitamiento del euro, ni es por un desastre natural, aunque esas cosas ejerzan alguna influencia de carácter temporal en el desempeño de un país o región. La causa real del rezago de Latinoamérica es la educación. Si, es la educación.
El siglo XXI es el siglo de la economía del conocimiento. Los países que más han invertido en educación, de forma inteligente e intencionada, que han apostado a la sociedad del conocimiento, la tecnología de última generación, que han invertido en investigación al más alto nivel, esas naciones en el mediano y largo plazo alcanzarán niveles de desarrollo superiores y tendrán un despegue sostenido.
Ningún país a la zaga de la investigación ocupará los puestos de privilegio en el ranking de innovación, patentes, premios Nobel, mejores universidades, entre otros. Nótese hasta acá que utilizo el término desarrollo y no crecimiento económico, porque ambos términos no significan lo mismo.
Hoy en día – aunque a muchos les duela y genere nostalgia por un pasado hermoso, sí, pero que ya no existe – el trabajo mental vale mucho más que el trabajo manual y las materias primas. No abandonar la seguridad alimentaria de un país está claro que es muy importante, pero apostarle a la tecnología y la sociedad del conocimiento enriquece a un país.
Para exportar bienes y servicios sofisticados al resto del mundo, necesitamos una población educada y orientada a las tecnologías, el pensamiento crítico y lógico, las matemáticas, sin abandonar la lectura, el análisis contextual, la investigación aplicada, desarrollo de proyectos y el aprecio por el arte y la salud física y mental. Es un paquete que se llama: educación de calidad y debe estar presente en un país si quiere apostarle al futuro y al desarrollo.
No es seguirle apostando a un modelo conductista, aburrido y basado en la memorización absurda de datos y conceptos sin pertinencia, con una evaluación basada solo en exámenes formales.
Los países que lideran los principales rankings mundiales en desarrollo humano, económico, científico y tecnológico, han apostado a la educación.
No hay secreto finlandés. Es una verdad a voces. Todo el mundo lo sabe. No es una caja de pandora. Solo han actuado en consecuencia y han alcanzado los resultados frutos de su trabajo y proyecto nacional de décadas de disciplina e inversión inteligente.
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