La semana pasada, las tensiones en Venezuela escalaron una vez más; en esta ocasión, por las declaraciones de Juan Guaidó sobre el apoyo que había obtenido con un grupo de militares, en conjunto con la liberación del líder opositor Leopoldo López, arrestado por el gobierno de Nicolás Maduro tiempo atrás. Pero lejos de significar una victoria definitiva para la oposición, se han generado nuevos enfrentamientos entre el gobierno y las personas que protestan en favor de Guaidó; situación que pone en entredicho la viabilidad de uno de los últimos proyectos del “Socialismo del Siglo XXI” en América del Sur.
Esto puede llevar a la luz pública una serie de preguntas, principalmente, sobre los escenarios a futuro en la región sudamericana, donde hace unos años el ALBA y la UNASUR posicionaban discursos que defendían parte de las decisiones del régimen de Chaves y, posteriormente, Maduro. Esto se lograba gracias a una alianza entre países con discursos políticos similares, como Ecuador y Bolivia; junto a otros países con tendencias a la izquierda, como Uruguay y Brasil, creando un contrapeso con la derecha en la región.
En la actualidad, la situación es muy diferente, pues algunos de esos países están con gobiernos de tendencia a la derecha, elevando el nivel de presión sobre la salida del gobierno de Maduro. Este cambio de tendencia política en Sudamérica significa una oportunidad para los gobiernos que no se identifican con la izquierda, pues tienen mayor fuerza para posicionar un discurso regional, y darle prioridad a temas que, en otro momento, habrían generado tensiones en organismos como la UNASUR.
Estos cambios se pueden observar en la materia económica, donde temas de inversión, libre comercio y tratados entre regiones podrían tomar prioridad frente a otras agendas, como el cambio climático y los Derechos Humanos. Esto puede resultar perjudicial para los intereses de países como Bolivia, donde el discurso en favor del medio ambiente y los derechos de los pueblos originarios ha sido recurrente, pero podría verse minimizado frente a los intereses de la mayoría de Estados sudamericanos.
Esta nueva realidad se ve reflejada con la creación del PROSUR, foro donde se unen los ocho países con mayor afinidad hacia la derecha en Sudamérica, manteniendo como miembros observadores a Bolivia, Uruguay y Surinam, quienes aún mantienen gobiernos con tendencia de centro izquierda; por lo que conseguir una alianza de dichas naciones será más complejo y lo definirá el desarrollo del organismo con el tiempo; si el mismo decide adoptar posiciones similares a las de Jair Bolsonaro en temas vinculados al progresismo, puede perder el apoyo de Uruguay o Bolivia, pero si adopta una posición conciliadora, podría fortalecer al organismos y las decisiones que se tomen.
Lo que es cierto, es que el futuro no le pinta nada bien a Venezuela ni a la izquierda en América del Sur. La presión que recibe por parte de los países de la región en que convive es cada vez más difícil de contrarrestar; y por otra parte, las alianzas de la derecha pueden fortalecerse tanto en el PROSUR, como en las relaciones con gobiernos de la misma tendencia, en otras regiones del mundo. No podría apresurarme a decir si esto es bueno o malo para la región, pero sí que esto significa ver a Sudamérica más unida, pero solo para quienes quieran unirse a la nueva tendencia de la región.
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