En el marco de la celebración del Bicentenario de la Independencia de Costa Rica, conviene recoger las principales enseñanzas que nos han dejado los diversos acontecimientos históricos y los aportes destacados de líderes, hombres y mujeres, que con sus ideas, actuaciones y decisiones, contribuyeron a conformar las bases fundamentales de la democracia costarricense, así como las principales características de la identidad nacional.
En efecto, aunque necesario, resulta insuficiente conmemorar este relevante aniversario de la independencia patria, haciendo únicamente un repaso histórico de hechos y personajes, prescindiendo de una reflexión sincera y crítica del estado actual y del rumbo que queremos darle a nuestro país de cara al futuro.
En el transcurso de su historia, quienes tuvieron la responsabilidad de sentar las bases del Estado costarricense, perfilar los cimientos de la institucionalidad democrática, trazar la ruta para orientar el desarrollo económico nacional y establecer los soportes de nuestro sistema educativo, entre otros, lo hicieron gracias a la visión, convicción y decisión que se requería para el logro de semejantes desafíos.
No obstante, en esa travesía de doscientos años, los obstáculos y las adversidades a nivel político, económico y social no fueron ni pocas ni menores. Aun así, siempre prevaleció un liderazgo con la suficiente estatura intelectual, emocional y espiritual que supo encaminar a los costarricenses a las decisiones correctas, en momentos claves de su historia.
Se podrían mencionar, a manera de ejemplo, algunos de los mayores y determinantes hitos que marcaron la vida política económica y social de nuestra patria en sus doscientos años de vida independiente: la fundación del Estado costarricense, la Campaña del 56 contra la invasión filibustera, la abolición de la pena de muerte, la reforma educativa de finales del siglo XIX, la reforma social de los años 40, la guerra del 48 y el establecimiento de la Segunda República, la abolición del ejército, la decisión de proteger el medio ambiente y crear parques nacionales y áreas protegidas, entre otros.
No hay duda que éstas y otras decisiones conformaron, en doscientos años, una Costa Rica que se ha constituido en un innegable referente en materia democrática, en la promoción de la paz, la inversión en educación y salud, y en la protección del medio ambiente.
Pero así como se deben destacar los aciertos y las características favorables que le han permitido a nuestro país consolidar marcadas diferencias en algunos campos de la vida política, económica y social, también conviene hacer un alto, en la celebración de esta significativa fecha, para poder reconocer aspectos que hoy exigen una profunda revisión, una robusta renovación y una potente proyección para alcanzar los nuevos retos de la Costa Rica que queremos de cara al futuro.
Hoy nuestro país enfrenta desafíos sanitarios de grandes dimensiones, producto de la pandemia del COVID-19, que ha puesto a prueba nuestro vigoroso sistema de salud. A pesar de las circunstancias y limitaciones, Costa Rica ha podido salir adelante, pero esta situación ha demostrado la necesidad de continuar fortaleciendo nuestro exitoso sistema de salud pública.
En el ámbito social y económico, no hay duda de que nuestro país necesita realizar urgentes transformaciones que permitan reducir de manera efectiva y sostenible la pobreza y, sobre todo, la desigualdad. No podemos sentirnos felices de celebrar este Bicentenario, en medio de una situación tan deteriorada en el campo social y económico, con indicadores tan dolorosos de desempleo, pobreza y desigualdad. Esto es inadmisible, y se debe de constituir en el principal reto para trabajar en adelante.
Generar posibilidades de trabajo a las familias costarricenses, por medio de una estrategia clara y robusta de reactivación económica, se constituye en una de las prioridades de la agenda nacional para los próximos años.
La educación fue siempre un factor determinante para el desarrollo económico y social de nuestro país. Sin embargo, en los últimos tiempos, el deterioro en la calidad y cobertura de educación es evidente. Existe una asimetría de consecuencias muy desfavorables entre la educación pública y la educación privada. Un abismo que debe resolverse fortaleciendo los programas y contenidos educativos, la formación docente, y el equipamiento y la conectividad de los hogares donde habitan los estudiantes.
De igual manera, se debe trabajar mediante la unión de esfuerzos públicos y privados, para combatir los flagelos de la corrupción y el narcotráfico. Estos esfuerzos deben estar centrados en fortalecer cada vez más los mecanismos de control, seguridad y sanción contra los que actúan indebidamente; pero se debe realizar un mayor trabajo en todas las esferas de la sociedad -familia, centros educativos, instituciones públicas y privadas, medios de comunicación, etc.-, para resguardar y promover los valores esenciales como la honestidad, el respeto, la solidaridad, el trabajo, la disciplina, el amor al prójimo, entre otros.
Sin embargo, para hacerle frente a las exigencias de las próximas décadas y centurias, hace falta tener claridad no solo de los desafíos que estamos enfrentando en la actualidad como nación, sino que se debe tener una visión amplia de la dimensión de las decisiones que se deben tomar para superar los problemas del presente, así como de las alianzas nacionales que se requieren para trabajar en una misma dirección en temas estratégicos.
Y para el logro de este propósito estratégico, es indispensable que los esfuerzos que se realicen estén a cargo de liderazgos sólidamente formados y consolidados, con conocimiento y experiencia, probados en lo público y privado, con capacidad y rigor ético, emocional e intelectual. Se requiere de hombres y mujeres que lideren en el campo de la política, la educación, la economía, la salud, el desarrollo social, empresarial, la seguridad, la cultura, el deporte, la ciencia, la religión, entre otros, con vocación de servicio, para la transformación y el desarrollo integral de todos los ciudadanos.
En tiempos como los que vivimos en la actualidad, es imprescindible también poner atención y tener especial cuidado con posturas de personajes que surgen con imágenes y mensajes de efímera y simplista atracción, porque de estos “anzuelos” viven los populismos.
El Bicentenario es una oportunidad invaluable para recoger el legado de nuestros más insignes antepasados, pero es, a su vez, una enorme responsabilidad que nos corresponde a nosotros asumir para poder edificar y proyectar el país que debemos heredar a las generaciones del futuro. Este es el tiempo para diseñar y establecer una Costa Rica más próspera y más justa. Costa Rica merece lo mejor de nosotros.
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