
Cuando se habla de FARO se evidencia confusión sobre la definición de la problemática que se quiere resolver, ¿dónde es está el problema?, ¿en las pruebas del contenido de las materias o en los cuestionarios de factores asociados? Son cosas diferentes, veamos a continuación el porqué.
Empecemos con los cuestionarios de factores asociados que causaron la justa indignación en la opinión pública del país. Estos cuestionarios violentaron los derechos privacidad al solicitar información sensible sin consentimiento. Es cierto que hasta las pruebas PISA aplican este tipo de cuestionarios, pues son útiles para conocer factores que pueden influir en la calidad del proceso educativo: recursos educativos, asistencia a clase, cantidad de horas de estudio, etc. Sin embargo, los cuestionarios de factores asociados de FARO preguntaron cosas realmente irrelevantes para el proceso educativo: si la casa era propia o no, la calidad del techo y el piso de la casa, o el material de las paredes. Por consiguiente, estos cuestionarios estaban mal diseñados y su aplicación fue igual de errónea: el estudiantado de 11 años duró más de cuatro horas sin interrupción resolviendo los cuestionarios.
La historia de FARO como prueba de las materias de Español, Matemática y Ciencias es diferente. En primer lugar, sí había estudios, como uno hecho por la Universidad Nacional, que respaldaban que el modelo evaluativo de la Prueba Nacional de Bachillerato (PNB) tenía problemas y era obsoleto. En pocas palabras, eso de hacer ranking con los puntajes, dar puntos para ajustar la curva, y comparar el resultado de un estudiante con el resultado de sus compañeros no es la forma moderna de evaluación a gran escala. El nuevo modelo de prueba estandarizada, similar a PISA, está hecho para evaluar qué tanto logra un estudiante aplicar lo aprendido en resolver una situación problemática. El desempeño del estudiante se termina comparando con una escala o niveles de desarrollo posibles de ciertas habilidades cognitivas: básico, intermedio o avanzado. Desde este punto de vista, FARO era una actualización del modelo evaluativo para que fuera acorde a los nuevos tiempos.
Por otro lado, en el 2016 se publicó la Política Curricular y se actualizaron muchos programas de estudio, cuyo principal objetivo era hacer más énfasis en el desarrollo de habilidades para la vida que en la transmisión de contenidos. Este cambio en lo curricular exigía que la Prueba Nacional de Bachillerato (PNB) se actualizara, pues estaba pensada más para el dominio de contenidos. No era posible mantener la PNB tal y como estaba, pues era como querer correr un programa informático nuevo en una computadora viejita con poca capacidad y memoria (PNB).
La intención de FARO desde el punto de vista de la actualización era buena, pero su implementación fue muy política y por eso terminó generando dudas. Las autoridades educativas, incluyendo el Consejo Superior de Educación, querían correr con la implementación, sin dialogar y con problemas para comunicar la naturaleza de los cambios. La información llegó a cuentagotas tanto a docentes, a estudiantes como a la opinión pública. Esto se evidencia en el hecho que algunos piensen en volver a las antiguas pruebas.
Es importante aprender de los errores del pasado para no repetirlos. Las pruebas estandarizadas de alto impacto -FARO, PISA o PNB- son altamente técnicas y requieren de procesos ya comprobados para su diseño e implementación. Las decisiones políticas pueden hacer que algo que sea bueno en sí mismo, termine por ser percibido como malo y un despilfarro de los recursos públicos. Por eso, invito a que el debate sobre los cambios que se hagan a FARO sean basados no en los titulares de prensa sino en los criterios propios de la evaluación educativa.
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