Venir a la Asamblea Legislativa para aprobar, con el voto, una ley que precisa, que define, que concreta a las mujeres en condiciones de igualdad salarial con el hombre, es una oportunidad que cualquier mujer desea. Es histórico.
Levanto la cara y miro, en los ojos de las mujeres, estelas de luz, de brillo, de alegría, porque compartimos este salón Plenario, para votar por un derecho que hace justicia a las mujeres. A todas. Pero mi corazón se estremece al pensar en aquellas, que adquieren el mérito, el honor de ser madres y se les castiga con un salario menor. Reflexiono en las mujeres que realizan labores profesionales y, hasta hoy, no se les reconoce en igualdad de capacidad.
Es música, en el alma, con muchas octavas de felicidad.
Pero quiero resaltar que me llena de orgullo, sentir la compañía de los hombres, a nuestro lado, hombro a hombro, con su voz y su voto para alcanzar esta conquista de la sociedad costarricense. Es un instante para nuestras vidas pero es un renglón de la historia que escribimos. Nuestra decisión marca un cambio trascendental para Costa Rica.
Como educadora, no puedo apartar la mente sobre la nueva formación de mujeres y hombres en condiciones de igualdad salarial. Imagino a las futuras generaciones, cuando revisen nuestra labor como legisladores y su sentencia sea de gratitud.
¡El voto ha sido unánime!
¡Gracias compañeras! ¡Gracias compañeros!
El recorrido que se inicia para toda mujer costarricense o para aquellas que trabajen en suelo patrio, es extraordinario. Hemos acentuado dos peldaños; uno, en la escalera de legalidad y otro, en la escalinata de la justicia. No son los primeros pasos y tampoco serán los últimos. ¡Vendrán más!
Cierro mis palabras para expresar gratitud hacia Dios. Por permitirme vivir esta aventura grandiosa, de ser mujer.
¡Muchas gracias!
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