Jóvenes, ¡el Señor los llama!

» Por Mons. José Manuel Garita Herrera - Obispo de Ciudad Quesada

Con gran ilusión, alegría, fe y esperanza vivimos, en la Cámara de Ganaderos de San Carlos, el Día Nacional de la Juventud, el pasado sábado 6 de julio, con la presencia de alrededor de diez mil jóvenes que fieles al lema de este encuentro: se juegan la vida por Cristo.

Estos encuentros representan vitalidad para la Iglesia, un renovarse en su misión, un refrescamiento en medio del mundo que muestra jóvenes dispuestos a dar testimonio de Cristo, en el contexto de lo que se llama la sociedad líquida, donde todo fluye sin estabilidad, no hay verdades, se viven inconsistencias y todo es efímero, como ocurre con algunos estados de redes sociales que se eliminan en cuestión de horas.

Ante esta sociedad que se propone en la era moderna, también hay una propuesta más estable, pues una persona nos muestra el verdadero amor: Jesucristo. Ante una sociedad que todo lo diluye o lo licúa (como diría el Papa Francisco), se nos presenta Jesús, camino, verdad y vida.

Como les decía en la homilía del pasado sábado a los jóvenes: Jesús nunca lleva al precipicio o a la perdición. Jesús es nuestra verdad entre tanta mentira, falsedad y engaño. Decía: “Jóvenes, el Señor es la verdad, Él nunca los confunde, enreda ni mucho menos engaña. Jesucristo es nuestra vida entre tantos signos de muerte. Joven, Cristo es la vida, Él no quiere que desfallezcas y te pierdas, sino que tengas vida de Dios, vida de fe, vida en abundancia que sólo Él te puede dar”.

Es esperanzador este signo de miles de jóvenes que, a lo largo de todo el país, son testimonio claro de que Jesucristo sigue llenando las expectativas para todos ellos; y en medio de sus ocupaciones, sueños e ilusiones, de su crecimiento y desarrollo, Jesucristo es luz para la juventud.

Hoy como ayer, en la Iglesia siempre se da un llamado a los jóvenes, donde Jesucristo, con voz potente y con la confianza plena en ellos, les da una misión de anunciarle y de hacer perdurar la misión que ha encomendado para lanzar la Buena Noticia en medio del mundo.

Jóvenes, con relación a Cristo y a nuestra fe, están llamados, como lo estamos todos, a dar testimonio de lo que somos y creemos; y esto significa arriesgar, tener claridad, valentía y coraje en dar razón de nuestra fe cristiana. Nada de miedos, cobardías ni complejos.

Jóvenes, ustedes están llamados a proclamar las palabras de Dios, no las del mundo; deben ir a los lugares y situaciones donde el Señor los mande para dar testimonio de su fe, para decir “soy cristiano, pertenezco a la Iglesia, estos son mis valores y convicciones” sin ningún temor o complejo.

Tras un encuentro de este tipo en la Iglesia, quedan muchas lecciones y sobre todo retos. La tarea después de este DNJ es clara: ser conscientes de que para nosotros la verdadera y única vida es Cristo. Y que tenemos que jugarnos la vida por Él y por la Iglesia. Juguémonos la vida por Jesús con nuestro testimonio claro, valiente y decidido. Para nosotros la vida es Cristo y nos queremos jugar la vida hoy y siempre por Él.

Que nadie se sienta excluido del amor de Cristo, que los jóvenes también sepan encausar a todos los rincones y a jóvenes como ellos el mensaje de esperanza y salvación que da Jesucristo para renunciar a todo aquello que pueda apartarlos del verdadero amor que se entrega en espíritu y verdad.

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