La manera en que hemos gestionado nuestro sistema de Parques Nacionales bajo la administración del SINAC nos ha llevado, lamentablemente, a un modelo que no responde a las necesidades actuales del país ni al nivel de exigencia que el turismo moderno demanda. Hoy encontramos instalaciones que no están a la altura del prestigio internacional de Costa Rica, senderos deteriorados que comprometen la seguridad del visitante, servicios básicos insuficientes y una evidente debilidad en los programas de educación ambiental. A ello se suma un control operativo limitado que, en ciertos casos, ha permitido actividades poco reguladas o de procedencia dudosa.
La pregunta, entonces, no es simplemente qué podemos hacer, sino qué debemos hacer como país.
El reto principal, y el más estructural, es la sobrecarga de funciones asignada al SINAC. Se espera que una sola institución investigue, regule, conserve, eduque, fiscalice, administre, recaude, supervise contratos, repare infraestructura y gestione personal. Una misión tan amplia es incompatible con un desempeño de excelencia, y termina debilitando las tareas esenciales para las que el SINAC fue creado.
Por eso propongo una reforma profundamente responsable: separar la operación turística diaria de los Parques Nacionales de las funciones técnicas y científicas del SINAC. No se trata de excluir al SINAC, sino de permitirle concentrarse en lo que verdaderamente importa: la conservación, la investigación ecológica, la planificación territorial, el manejo de biosferas, la protección de corredores biológicos y la fiscalización ambiental.
La operación turística, que requiere profesionalización, eficiencia, servicio al cliente, mantenimiento permanente y transparencia financiera, debería recaer en un ente especializado, ya sea público, mixto o privado, sujeto a reglas claras, auditorías estrictas y mecanismos de rendición de cuentas. Solo así se garantiza que los ingresos generados se reinviertan adecuadamente en los parques y en sus comunidades aledañas.
Este modelo permitiría, entre otros avances:
- Elevar la calidad del servicio al visitante, aspecto que hoy representa un punto crítico.
- Profesionalizar el mantenimiento y la infraestructura, con personal capacitado y estable.
- Optimizar ingresos y asegurar su inversión en conservación, educación, seguridad y biodiversidad.
- Generar empleo local bajo esquemas transparentes y eficientes.
- Permitir que el SINAC recupere su rol técnico-científico sin cargas operativas innecesarias.
- Fortalecer la auditoría y el control, hoy limitados por falta de recursos y estructura.
Una gestión moderna también permitiría activar zonas del territorio actualmente desaprovechadas, pese a estar dentro o alrededor de los Parques Nacionales. Ejemplos claros son los cultivos privados ubicados dentro de terrenos pertenecientes al Parque Nacional Manuel Antonio, así como el amplio tramo de Playa El Rey, aproximadamente entre 10 y 14 kilómetros entre la boca del Río Naranjo y el Río Portalón, una zona de belleza extraordinaria y de enorme potencial turístico, pero que históricamente ha sido utilizada con fines completamente ajenos al bienestar del país, incluyendo presuntos usos ilícitos vinculados al narcotráfico.
Estas áreas, correctamente reguladas y gestionadas, podrían convertirse en soluciones reales para aliviar la presión sobre la saturada zona central de Manuel Antonio, diversificar la oferta turística y reforzar la seguridad territorial.
No se trata, en ningún caso, de privatizar los parques ni de ceder soberanía. Se trata de que el Estado deje de cargar funciones que no puede desempeñar de manera óptima y permita que especialistas operen lo que requiere alta eficiencia, mientras el aparato estatal se fortalece en lo que solo el Estado puede garantizar: la protección del patrimonio natural de Costa Rica.
Nuestro país no puede seguir administrando su principal activo natural con estructuras de hace treinta años. Los Parques Nacionales, orgullo nacional y pilar de nuestro modelo turístico, merecen una gestión moderna, transparente, profesional y acorde con la visión ambiental que ha distinguido a Costa Rica ante el mundo.
Porque lo que está en juego no es un trámite administrativo: es el futuro del modelo de conservación que nos ha dado identidad, prestigio y prosperidad por décadas.