Los costarricenses nos vemos un día sí y otro también, expuestos a la presión del Gobierno por aprobar nuevos impuestos, para financiar los lujos de una clase gobernante irresponsable.
El Presidente va a pasar sus años nuevos a destinos exóticos, mientras millones de colones se destinaron a lujosas remodelaciones en Casa Presidencial, pese a la situación fiscal que atraviesa el país.
Los impuestos también se gastan –sí gastan, no invierten– en pagar privilegios como los cobrados ilegalmente por las viceministras de Gobernación y Vivienda, sin que ello les acarree una sanción más que las críticas de la opinión pública.
Sin duda los costarricenses somos la clase alta del planeta tierra: compramos autos más caros que en cualquier otro país, pagamos los productos electrónicos más caros del mundo gracias a impuestos, que en poco han ayudado a mejorar la calidad de vida del pueblo.
Los ticos seguimos transitando por los mismos trillos, mal llamados carreteras; seguimos haciendo las mismas largas filas en los servicios públicos y capeándonos una burocracia, que se ha convertido en un fin en sí misma.
Inclusive, los costarricenses pagamos más caros los propios productos nacionales. Hemos visto como empresas como Dos Pinos tienen productos más baratos en Panamá. Una lata de atún de una marca costarricense cuesta más barato en un supermercado de Austin, Texas, que lo que cuesta adquirirlo en una pulpería de Canalete de Upala.
Los impuestos para pagar privilegios y lujos de la clase gobernante no se justifican y son un abuso descarado. Son los trabajadores y empresas privadas quienes terminan financiando todos estos lujosos gastos. Es hora de exigir el mejor uso del dinero aportado al fisco y la eliminación de nefastos privilegios, que dividen a los contribuyentes entre “los de arriba” y “los de abajo”.
Más recientemente, nos hemos enterado de que, en tiempos de crisis fiscal, nuestros impuestos se usaron para pagar una remodelación millonaria en Casa Presidencial. No basta con tener que cubrir los viajes casi enfermizos del Presidente de la República y las campañas de publicidad para subir la imagen del Gobierno después del huracán Otto.
Para rematar, recientemente la Universidad de Costa Rica advirtió que el fondo de pensiones del IVM de la Caja Costarricense del Seguro Social entrará en crisis en los próximos años. ¿La recomendación? Subir la edad para pensionarse a 70 años, sin embargo no se ve ni una sola que implique reducir los abusos salariales de algunos empleados de la propia Caja y la misma Universidad de Costa Rica.
En su lugar, los funcionarios de la CCSS se beneficiarán de un incremento del tope de cesantía a 20 años y el sindicato de la UCR pretende que se le de un aumento salarial del 4,2%, pese a que la inflación ha sido prácticamente cero.
La clase gobernante quiere más impuestos y en el 2017 insistirán en seguir sacando descaradamente la plata de los trabajadores costarricenses para pagar sus lujos. En nuestro país no se necesitan nuevos tributos, requiere un presupuesto responsable, recortes en gastos superfluos y limitar el aparato estatal.
Las mentiras de que los nuevos recursos son necesarios para mejorar la educación, la seguridad ciudadana o tener una mejor red vial, ya no son creídas por los costarricenses.
Todos sabemos que esas promesas nunca se cumplen pues todo se destina a pagar derroches y excesos, de un pequeño grupo privilegiado en el sector público.
La proclama en el próximo año debe ser “Ni un impuesto más”. Ya Costa Rica es lo suficientemente cara y no debemos aceptar seguir pagando los lujos de una clase política irresponsable.