¿Ilusión, gusto o deseo?

Apoyándome en mi valioso amigo el diccionario, encuentro que ambas palabras ilusión – gusto son sinónimos de la palabra deseo, que, de remitirme a sus definiciones, encuentro:

Ilusión. “Esperanza, con o sin fundamento real, de lograr o de que suceda algo que se anhela o se persigue y cuya consecución parece especialmente atractiva”; “Sentimiento de alegría y satisfacción que produce la realización o la esperanza de conseguir algo que se desea intensamente” Nota: hasta el momento de ambas acepciones me agrada más la segunda.

  • “Satisfacción o placer que algo produce en una persona”; “Predilección, inclinación, vocación e interés de un individuo”
  • “Interés o apetencia que una persona tiene por conseguir la posesión o la realización de algo”; “Cosa que una persona desea”

De extraer elementos que se destacan en las tres definiciones antes referidas, encontramos las palabras: satisfacción, interés, realización.

¿Deseos? Desde lo material, lo espiritual, lo carnal, que pueden “gustarse” todos, pero que están regido o priorizados por factores económicos y de salud prioritariamente, pero que a la vez se conjugan, por ejemplo: “Me hubiese gustado comprarme unos… pero ante la situación grave de salud presentada por…, fue necesario realizar un reordenamiento para la compra de medicinas…”

Interés, apetencia, placer que puede en el tiempo, variar pero que, a la vez tras un esfuerzo de prioridad, darte el gusto en lo personal o a seres queridos – esposa, hijos(as), padres, hermanos(as), amigos(as) -, la durabilidad o uso del bien (material) adquirido o entregado sobre todo en el uso que puede ser breve ¿un ramo de flores?; a mediano plazo ¿Graduarse de uno de los subsistemas educativos?, para lo cual fue necesario invertir en la compra de cuadernos, libros, uniforme, que de subir la parada económicamente implicaría recursos tecnológicos, los cuales denominaría deseos “cortos”, pero cuya sumatoria, retroalimenta con un alto grado de satisfacción a quienes realizaron un alto esfuerzo en apoyar a una persona, donde inclusive no necesariamente quien satisfizo, no tuvo esa oportunidad.

¿Y a la largo plazo? En lo material, lo que una vez no pudiste lograr y tras años, lo conseguiste: un viaje, una casita, un título; en lo espiritual, tu familia unidad, gozando de salud, que crece y que se llena de nietos y bisnietos; un matrimonio en el cual perdura producto de la comunicación, la confianza, el amor.

Satisfacer deseos no resultan tan sencillo como frotar una lámpara y solicitarle al genio[1]  uno y otro deseo, donde inclusive por el afán de que se cumplan sus deseos – el personaje de Aladino junto a su esposa, piden al genio del anillo, un somnífero para rescatar al ladrón, una vez dormido – para que “… a partir de entonces, guardaron la lámpara maravillosa a buen recaudo y continuaron siendo tan felices como lo habían sido hasta entonces”

Que por ser un cuento – Narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos – logra inculcar en los menores “sueños fáciles” de lograr, cuando realmente no es así, que, por supuesto se “justifica” ante la vida fantasiosa de los niños y niñas, que en muchos casos suele ser excluyentes dada las condiciones económicas y de educación en el seno familiar.

Pero más allá de las desigualdades – que subsisten y seguirán subsistiendo, desfavorablemente – pero que se pueden reducirse con mucho esfuerzo, dedicación, perseverancia, estudios, recuerde que “soñar no cuesta nada”, sin embargo, satisfacer un deseo sí (cualquiera sea su naturaleza) y que, de cumplirlo, esa noche dormirá feliz, sin la necesidad de una lámpara, ni genio.

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[1] Cuento: Aladino y la lámpara maravillosa, publicado en el libro Las mil y una noches.

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