La valiente, razonada y justificada homilía del Obispo de Tilarán, Manuel Eugenio Salazar, en la solemne misa del 2 de agosto, en honor de Nuestra Señora de los Ángeles, Patrona de Costa Rica, ha causado reacciones de todo calibre por el tema de la participación de la Iglesia Católica en la “política”, como institución jerarquizada, con el Santo Papa a la cabeza de esta legítima institución religiosa-católica, entendiendo que la Iglesia Católica está constituida por el Clero y los feligreses que han abrazado el cristianismo-católico.
Con objeto de contribuir en la clarificación de la susodicha participación, transcribo los siguientes textos:
De la obra FE CRISTIANA Y COMPROMISO SOCIAL, publicada por el Departamento de Acción Social del Celan (09/1981), traigo a colación: “…la Iglesia debe estar presente en lo político, porque el cristianismo debe evangelizar la totalidad de la existencia humana, incluida la dimensión política. (…) Por otra parte, la Iglesia debe respetar la autonomía de lo político, porque el reino de Dios que persigue ‘no es de este mundo’. Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
En el mismo Concilio se sostiene: “La misión propia que Cristo confió a la Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que se le asigna es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina…”. Esto implica ‘evangelizar lo político’. Tarea que incumbe a todas la Iglesia; es decir, a todos los bautizados. Y evangelizar lo político significa humanizar lo político.
En Puebla, Tercera Conferencia General del Episcopado de América Latina (enero-febrero/1974), con la participación del Papa Juan Pablo II, se distinguen “…dos conceptos de política y de compromiso político: primero, la política en su sentido más amplio que mira el bien común, tanto en lo nacional como en lo internacional (…) en este sentido amplio, la política interesa a la Iglesia (…). Segundo, la realización concreta de esta tarea fundamental se hace normalmente a través de grupos de ciudadanos que se proponen conseguir y ejercer el poder político para resolver las cuestiones económicas, políticas y sociales según sus propios criterios o ideologías. En este sentido se puede hablar de ‘política de partidos’.// Nadie negará que la acción de la Iglesia es de algún modo política (…). Pero debe comprenderse la diferencia entre lo político que subyace a toda realidad social y lo político partidista. La Iglesia no es neutral en cuanto a la justicia. Ella puede y debe juzgar asuntos sociales y políticos. Pero no juzga tales materias con criterios políticos [partidistas] sino en nombre de las exigencias sociales de Evangelio (…). La Iglesia debe hacer política en el sentido de promover el bien común. No hace política en el sentido de luchar por la conquista y el ejercicio del poder, como hacen los partidos políticos”
El Papa Francisco ha expresado que: “…es un deber, una obligación de cristiano, involucrarse en la política aunque sea ‘demasiado sucia’ porque al estar en ese ámbito se puede trabajar por el bien común (…). Involucrarse en la política es una obligación para un cristiano. Nosotros no podemos jugar a Pilatos, lavarnos las manos. No podemos.//Debemos inmiscuirnos en la política porque la política es una de la formas más altas de caridad, porque busca el bien común. Y los laicos cristianos deben trabajar en política.// Alguno me dirá ‘pero no es fácil’. Tampoco es fácil llegar a ser sacerdote. No son cosas fáciles porque la vida no es fácil. La política es demasiado sucia pero yo me pregunto: ¿por qué es sucia? ¿Porque los cristianos no se ha involucrado con espíritu evangélico?
En otra parte de su mensaje niega que “… la política esté reservada solo a los gobernantes: todos somos responsables de la vida de la ciudad, del bien común (…). También la política es buena en la medida que cada uno hace su parte al servicio de la paz”.
Está dicho por la Iglesia Católica que a los laicos nos corresponde participar plenamente de la misión de la Iglesia en lo político, persiguiendo en su acción metas de libertad, de justicia y de paz, que son las de la Iglesia en el campo social, al darse una relación intrínseca entre lo político y lo trascendente.
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