Ha generado debate el tema de la inteligencia artificial (IA). Lastimosamente a nivel nacional todavía es bastante poco lo escrito. En consecuencia, resulta perentorio el diálogo sobre creaciones que sin duda impactarán todos los ámbitos de la vida humana. Porque debemos someter a escrutinio público las argumentaciones hechas y proponer ejes de discusión.
De tal manera, en aras de un debate serio, resulta menester conferir su rol básico al consenso científico actual. Así, tenemos una primera hipótesis, según esta la tecnología no es ni buena ni mala, lo que le otorga una u otra característica radica en el uso que los sujetos le den. Incluso la energía nuclear puede tener usos positivos y pacíficos. Entonces, la tarea supone una mentalidad evaluativa, se requiere discernir mediante la razón los usos positivos (ej. algunos modos de empleo en medicina, en agricultura, etc.) y los negativos de la IA. Contrariamente, la apología ciega frustra dicha tarea y siembra las condiciones para que decidir sea labor de muy pocos en ámbitos cerrados. Por su parte, una actitud ludita cancela también toda discusión seria.
En una misma línea debemos criticar una idea defendida en un periódico nacional por varios de sus escritores, a saber, que ya la IA se está utilizando. Con esto pareciera pretenderse una clausura de todo debate colectivo. Por demás el argumento resulta bastante hueco, porque el mero empleo actual de algo no nos dice nada sobre si ese uso es bueno o malo, un invento de última generación podría estarse usando en este preciso instante para causar desgracia a otros (ej. Rusia usa su tecnología para cometer crímenes de guerra contra Ucrania). Otro error en la prensa se signa en ubicar la discusión solo en el presente, craso yerro porque los inventos tecnológicos avanzan a pasos agigantados, lo cual obliga a emplear datos actuales, pero también proyecciones a futuro.
Creo que frente a este y otros temas no debe renunciarse al espíritu filosófico, mantener la actitud de la duda y del cuestionamiento que inicia con los pre socráticos, vive un momento de suma importancia con Sócrates y Platón, y se prolonga en San Basilio, Giordano Bruno, Descartes, Kant (y el sapere aude), la fenomenología, la Escuela de Frankfurt, Hillary Putnam, Slavoj Zizek, y otros muchos más.
El balance histórico muestra una incontable plétora de usos bárbaros de los inventos tecnológicos. El siglo XX lo demostró de la manera más brutal con el Holocausto y con las bombas atómicas contra dos ciudades civiles japonesas. Y sin embargo estamos en el XXI y poco ha cambiado. No aprendimos la lección. Desde los mundos de la literatura y el arte se ha discursado con vastedad sobre las distopías, que pueden hoy tornarse reales con un empleo maligno de las invenciones. Frankenstein, de Mary Shelley, 1984, de George Orwell, Un mundo feliz, de Aldoux Huxley, son solo algunos ejemplos. A pesar del expediente histórico y de las advertencias literarias se sigue usando la tecnología de forma reprensible. Pero ahora el asunto es mucho más grave porque una IA tiene el potencial de acabar con la especie. Así, recientemente la película Ex Machina nos muestra justamente los potenciales peligros de la inteligencia artificial.
Hace unos días tuvo lugar una reunión en el Congreso de los Estados Unidos, a esta acudieron los dueños de las principales empresas tecnológicas del orbe (informó CRHoy). Elon Musk afirmó que una IA sin restricciones seria potencialmente dañina para la humanidad. Antes (según informó la BBC), en conjunto con Steve Wozniak (cofundador de Apple) y muchos más, elaboró una carta donde afirma que los sistemas de IA capaces de competir con la inteligencia humana pueden plantear profundos riesgos para la especie. Entre las amenazas descritas está que la IA torne obsoletas a las personas y las reemplace, perdiéndose el control de la civilización. Y a esto se suma el criterio de Geoffrey Hinton (uno de los creadores), quien, entrevistado por la BBC, alertó del enorme peligro de perder el control sobre la IA, siendo que una máquina capaz de superar la inteligencia humana será muy difícil de controlar.
En consonancia debemos bosquejar el peor escenario posible, para así evitarlo. A corto plazo hay dos situaciones macro dignas de suscitar preocupación. Una se signa por un uso irrestricto de la IA a cargo de China (con su mundo de administración total) y de Rusia (por demás un país agresor y belicista). El otro escenario de pesadilla radica en un Occidente que combine la lógica de acumulación ilimitada con el imperativo tecnológico (“todo lo que puede hacerse debe hacerse”). En ambos casos hay irracionalidad y también unilateralismo.
Ya la Unión Europea cuenta con legislación en este tópico, los Estados Unidos realiza lo propio. Sin embargo, a las claras hace falta un consenso global sobre qué limites no traspasar en temas de inteligencia artificial, un acuerdo análogo al construido décadas atrás en torno a la clonación humana, en aquel, clonar a un ser humano completo fue universalmente prohibido y censurable. Desde luego, se requiere un amplísimo debate académico, pero también político y social, todo en aras de establecer qué definitivamente no debe permitirse en el desarrollo de la inteligencia artificial. Quizás generar una IA con motivaciones propias y capaz de decidir autónomamente, según expuso en la BBC el experto Carlos Ignacio Gutiérrez, sea ese estado al cual no llegar. Por lo pronto se conoce el riesgo de que con esta tecnología se lleven a cabo masivas campañas de noticias falsas, las cuales, por su alta capacidad imitativa de la realidad, sean difíciles de dejar en evidencia y puedan destruir regímenes democráticos. Justamente los europeos ya establecieron leyes para evitar esto último.
Así, concluimos la necesidad de un amplio debate, tanto nacional como internacional. La tónica del presente artículo no se inscribe en el ludismo. Por tanto, aquí no se enarbola una irracional aversión a la IA ni a otros inventos. De otra guisa, se defiende que resulta imperativo aplicar el espíritu especulativo filosófico, entre otras cosas. Se recuerda que pese a las advertencias de los escritores y al background histórico, todavía no evitamos hacer un empleo sórdido de la tecnología, seguimos concretando las potencialidades negativas. Y en torno a la inteligencia artificial ya los expertos (y algunos legisladores) señalaron los gigantescos peligros de no desarrollarla con el debido juicio y cautela. Porque materializar las posibilidades negativas de la IA puede acabar con toda la humanidad.