Hamás no deja lugar para la humanidad

» Por Michal Gur -Aryeh - Embajadora de Israel en Costa Rica.

Las imágenes nos persiguen: una joven madre, Shiri Bibas, removida de la vida cotidiana, abrazando a sus dos pequeños hijos pelirrojos, Ariel, de cuatro años, y Kfir, de solo, nueve meses. Sus rostros, marcados por el miedo, reflejan el horror mientras son arrastrados a Gaza. Esta escena, filmada por los propios terroristas que irrumpieron  en su hogar en el kibutz Nir Oz el 7 de octubre, encapsula la inhumanidad y brutalidad  inhumanidad de Hamás. Fue solo una de las muchas atrocidades de aquella trágica mañana, en la que los terroristas de Gaza asesinaron, violaron y destruyeron innumerables familias. Es un recordatorio crudo y desgarrador de que Hamás no es un actor político legítimo, sino una organización despiadada cuyo único propósito es infligir sufrimiento y destrucción.

Durante 16 meses, el mundo observó con horror cómo Hamás utilizaba a la familia Bibas como herramienta de propaganda y guerra psicológica. Yarden fue obligado a aparecer en un video después de que le dijeran que su esposa e hijos habían sido asesinados, una cruel manipulación que refleja el sadismo con el que Hamás trata a los rehenes. Ahora, con la reciente liberación de Yarden, la magnitud del horror ha quedado al descubierto: sus hijos fueron asesinados en noviembre de 2023 y su esposa sigue desaparecida.

Tras meses de cautiverio en condiciones inimaginables, de miedo, privaciones y tortura, los terroristas de Gaza asesinaron a Ariel y Kfir. Un bebé de nueve meses. Un niño de cuatro años. Sus restos fueron devueltos a Israel el 20 de febrero de 2025. Pero en un acto de crueldad indescriptible, Hamás sustituyó el cuerpo de Shiri por el de una mujer desconocida, cuyo destino sigue siendo incierto. El dolor es indescriptible, para su familia y todo el pueblo de Israel.

La tragedia de la familia Bibas no es solo una catástrofe personal; es la prueba irrefutable de la verdadera naturaleza de Hamás. No son luchadores por la libertad ni una resistencia legítima: son monstruos que atacan deliberadamente a civiles, asesinan niños y buscan infligir el máximo dolor y tortura psicológica a sus víctimas. Los rehenes liberados relatan horrores difíciles de comprender: palizas, hambre, violencia sexual y el terror constante a la ejecución. Hamás no combate como una fuerza militar, sino que comete crímenes de guerra como política sistemática. No son actos aislados, sino la esencia misma de su existencia: una ideología depravada que glorifica la violencia y se regodea en el sufrimiento.

El asesinato de Ariel y Kfir, el destino incierto de Shiri, la tortura sufrida por Yarden y el cautiverio continuo de otros rehenes no son aberraciones dentro de Hamás, sino su sello distintivo. Es una organización que construye túneles del terror en lugar de escuelas, que usa hospitales como cuarteles y que desvía la ayuda humanitaria para alimentar su maquinaria bélica. Su gobierno no ha traído más que miseria a Gaza, mientras sus líderes se enriquecen y perpetúan el sufrimiento del pueblo gazatí.

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