Ante todo como ciudadano, y también como obispo, me pregunto y digo ¿Hacia dónde va la Costa Rica democrática, de mayorías, consensos y diálogos que han forjado ante todo y sobre todo su bien común? ¿Hacia dónde va el país que se ha caracterizado por cultivar y conservar los valores del más alto y genuino humanismo, valores humanos, morales y espirituales que han hecho de ella -con mucho esfuerzo y sacrificio- una nación de verdadero respeto y tolerancia como esencia de su más pura idiosincrasia?
¿Hacia dónde nos llevan algunas corrientes que nos quieren imponer a ultranza modelos ideológicos externos que van manifiestamente en contra de la vida, la familia, la libertad religiosa, de culto y de conciencia, y lo que es más grave, en contra del verdadero ser costarricense, imponiendo todo esto desde la más tierna infancia y desde los centros educativos a nuestros niños y jóvenes? El fenómeno que estamos presenciando es la imposición de unos pocos en contra de la inmensa mayoría e incluso contra la razón, la ciencia, el derecho natural y hasta el sentido común.
Cuidado porque, en nombre de la “democracia, la igualdad, la participación, la inclusión” y no sé cuántos “discursos” más, están convirtiéndose algunos pocos en los más férreos intolerantes e impositivos, en los más dogmáticos y cerrados, que quieren poner de cabeza, y hasta en contra y con odio, a la inmensa mayoría de quienes nos confesamos cristianos, humanistas, pacíficos, democráticos, abiertos y tolerantes.
Bien dice el sabio y antiguo refrán “la voz del pueblo es la voz de Dios” ¡Costa Rica, piensa en los valores y en las verdades que te hicieron una noble patria, una nación democrática y un país humanista, cristiano, solidario, respetuoso y tolerante con todo aquello que históricamente te ha hecho grande y mejor! Piensa sabiamente y actúa en consecuencia.
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