No se cuantas veces les ha sucedido que se encuentran en cualquier lugar cuando de pronto, alguien comienza a criticar al Estado, al Gobierno, a las Instituciones Públicas o simplemente, se limitan a emitir opiniones como “este país como ha cambiado” o “nadie hace nada por arreglar la situación”.
La verdad es que estas ideas, nos han acongojado a todos en algún momento y más en años recientes, pero pregunto al estimado lector, ¿qué ha hecho al respecto para remediarlo?
Actualmente el artículo 105 de la Constitución Política consagra de manera clara que “la potestad de legislar reside en el pueblo”, sin embargo, nosotros, el pueblo de Costa Rica, muchas veces solemos olvidar este principio fundamental del Estado Democrático de Derecho y terminamos confiando en que las decisiones importantes se releguen en unos pocos, aún y cuando después la misma opinión pública las llega a criticar severamente, alimentando a su vez el descontento de su población por la realidad nacional.
Es importante considerar que los mitos fundacionales que moldean a la sociedad costarricense como un país pacífico, libre, independiente y protector de la naturaleza, han servido para mitigar el creciente descontento de la población, sin embargo, con el paso del tiempo y los cambios generacionales, estos mitos han ido desgastándose, lo cual representa un riesgo para que personas inescrupulosas aprovechen este discurso del “descontento” y la necesidad de un cambio político para persuadir a la población y asumir el poder, tal como ha ocurrido en otros países de América Latina, en donde a la postre, ha terminado decantándose en conflictos internos, caos social y rompimiento del orden democrático.
Sin embargo, debemos tener claro que este descontento de la población no implica que necesariamente que deba llevar al rompimiento del Estado Democrático en el que vivimos, sino que más bien, esta energía puede servir como el motor generador de un cambio y de mejora del país, por las vías democráticas de participación ciudadana y el ejercicio de los derechos y deberes cívicos de sus habitantes.
Es en este sentido que grandes personalidades abogan por un cambio de la estructura desde los cimientos del propio Estado Democrático, por un cambio de la Constitución Política como piedra angular sobre la cual se construye nuestra Nación, mientras que otras personas, no menos importantes, sostienen que no es necesario la modificación de la Carta Magna sino que abogan por un cambio de las estructuras político gubernamentales.
A pesar de esto, sea que se abogue por un cambio desde la Constitución Política o no, ambas posturas concuerdan en que es necesario un cambio de las estructuras político gubernamentales como una necesidad actual. Pero este debate, se ha producido en un reducido grupo de costarricenses, mientras que el resto de nosotros, silentes espectadores, esperamos un cambio sin siquiera hacernos oír.
No exhorto al lector a apoyar una u otra causa, sino que le exhorto a pensar, a plantearse, a decidir y a participar de los movimientos cívicos, de expresar sus ideas, de ejercitar sus derechos y deberes cívicos como costarricense.
No es válido criticar sin proponer, destruir sin construir, menos aún en esta era en donde la información está al alcance de todos; es importante que este debate local, que a la fecha se ha ventilado en encuentros cerrados y pequeños, trascienda y se convierta en lo que debería ser, un debate nacional, del cual participemos todos con respeto cívico y que se nutra de todos, para poder construir, la democracia en la que queremos seguir viviendo.
“Y que el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, jamás perezca sobre la tierra”, así concluía su famoso discurso Abraham Lincoln después de la Batalla de Gettysburg (1863), palabras merecidas para una nación envuelta en una Guerra Civil que han sido olvidadas con el tiempo en los actuales estados democráticos y que exhorto al estimado lector, volvamos a retomar.
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