¿Europa Quo Vadis? Populismo vrs Democracia

A una semana de las elecciones europeas del 26 de mayo, los fantasmas del populismo y el soberanismo atormentan el viejo continente. Según las últimas revelaciones demoscópicas, los partidos populistas aumentarán sus escaños en el Euro-parlamento, pero no lograrán ser la primera fuerza política de la Unión Europea (UE), manteniéndose estable la actual mayoría compuesta por populares, socialistas y liberales.

Se percibe un malcontento generalizado en la gestión del sistema UE criticado por su excesivo aparato burocrático y por estar lejano de los problemas de los ciudadanos, un enjambre de intereses de la alta finanza y de las multinacionales. Las respuestas de las instituciones, los gobiernos y los partidos, en todas las áreas han sido lagunosas.

La UE debería ser una alianza de solidaridad, no de austeridad, en la que todos los ciudadanos tengan los instrumentos y las posibilidades necesarias para subsistir.

La Unión tuvo consenso porque la mayoría de sus ciudadanos creyó en su principal promesa: la de funcionar como motor de creciente bienestar general. Ese modelo colapsó, las principales fuerzas políticas que han gobernado Europa tendrán que cambiar rumbo en temas tales como la inclusión social, cohesión económica, la innovación. Una Europa Unida, más solidaria, innovadora y reflexiva.

No usa medios términos Ska Keller, política alemana, parlamentaria europea desde el 2009 y candidata de los Verdes a la presidencia de la Comisión Europea: “Estas son elecciones decisivas. No se habla de populismo, ese es un término engañoso. Europa está siendo amenazada por fuerzas de extrema derecha que pretenden regresar al nacionalismo de las fronteras cerradas y del no al ambientalismo”.

Populismo es un término muy común en el lenguaje político, pero no tiene una definición clara precisa y única. Viene utilizado por líderes muy diferentes entre ellos como Donald Trump y Marine Le Pen, Nicolas Maduro, Recep Tayyip Erdogan en Turquia,el filipino Rodrigo Duterte, así como el primer ministro húngaro Viktor Orbán.

El populismo y el soberanismo europeo tienen raíces profundas, que se remontan previo a la creación del euro y a la crisis económica, han sido endémicos y recurrentes. La chispa que ha generado esta nueva aceleración y difundido la epidemia – no cabe duda-, ha sido el fenómeno de la inmigración de masa. La mala praxis por parte de los gobiernos y la ambigüedad de las reglas europeas, (Tratado de Dublín) han facilitado el comercio de seres humanos que huyen de la guerra, el hambre y la desesperación.

El populismo tiene un significado político preciso: hacerse portavoz del “pueblo”, trabajar para disque mejorar las condiciones de los sectores más vulnerables de la sociedad, al interno de la democracia representativa, auspiciando su superación, favoreciendo instrumentos de la democracia participativa y directa, el objetivo es ofrecer al pueblo una “nueva visión para la gestión de la cosa pública.

Podríamos decir que el populismo y el soberanismo dan respuestas fáciles a problemas complejos, llegan directamente a la panza del electorado. Estos movimientos confluyen creando una amalgama identitaria, anti-capitalista, anti-élite e anti-inmigración que es políticamente y culturalmente transversal y encuentra hoy su eje común en el anti-europeísmo.

Los populistas hablan en nombre del “pueblo” sostiene Jan-Werner Müller en sus reflexiones sobre What is Populism? Pero cuando los populistas asumen el poder- advirtió- crean un estado autoritario que excluye a los que no son considerados parte del “pueblo”. Atención por lo tanto a los populistas, hablan de democracia, pero detrás de su retórica existe un discurso antidemocrático.

La deriva anarco-autoritaria en boga también es hija de las contradicciones seculares y de las transformaciones tecnológicas en las telecomunicaciones, unida a la crisis de los medios tradicionales de comunicación; la difusión capilar de las redes sociales, con su carga de desintermediación y polarización, que han abierto espacios comunicativos que transforman y plasman nuevos fenómenos y escenarios sociopolíticos.

Ante el egoísmo de los “pueblos” se hace necesaria una reflexión para comprender las causas del populismo y sus derivados, tratando de implementar políticas nacionales y europeístas que combatan las causas y no solamente los síntomas. La UE tiene que demostrar que es parte de la solución ante las preocupaciones de los electores ante la anarquía de los chalecos amarillos o de la Brexit.

El crecimiento económico es parte de la respuesta, pero no suficiente, se hace necesario democratizar el desarrollo. Los constantes abusos por parte de los capitales financieros globalizados, -en gran parte- responsables de la crisis que vivimos están  llegando a su fin. Se debería poner fin a las subvenciones a los bancos, contrarrestar la evasión fiscal sobre todo en el sector tecnológico y fortalecer la lucha a la corrupción y al crimen organizado.

Frente a los que propugnan por “salirse de Europa” o directamente de destruir el proyecto europeo, se alzan las voces que claman por volver a recuperar los valores fundamentales, reconocidos en el Tratado de Lisboa, el respeto a la dignidad humana, la libertad, la democracia y los derechos humanos y establece que la Unión tiene como finalidad promover la paz y el bienestar de sus pueblos.

Estamos a tiempo, las elecciones del próximo domingo darán la oportunidad a los verdaderos actores de la Unión, sus ciudadanos, de expresar libremente su voluntad de cuál Europa pretenden y más importante aún, cuál será el papel de la Europa en el sistema multipolar.

Si bien es cierto la imagen desteñida de la U.E no ayuda, los europeos reconocen que Europa representa un valor positivo, sobre todo recordando la historia y el pasado no muy lejano del continente. Llegó la hora de voltear página y encontrar las raíces comunes actuando una renovación de los valores y principios constitutivos de la Unión.

Llegó el momento de defender la Europa que hemos heredada, de los ideales que unen a millones de personas, un nuevo proyecto para construir juntos una Europa más fuerte, justa, solidaria y más democrática;  esperemos que los últimos mensajes que nos llegan desde Finlandia y España sean la tónica del próximo domingo.

*El autor es sociólogo y diplomático costarricense, ha desempeñado funciones en las Embajadas de Costa Rica ante la República Italiana, la Santa Sede y los Organismos ONU en Roma.

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