Los valores son convicciones que condicionan nuestra forma de pensar, sentir y actuar. No son naturales o universales, sino más bien aprendidos y pueden cambiar según el lugar y la época. Se desprenden de la cultura y la sociedad en la que vivimos.
En Costa Rica nos sentimos orgullosos de nuestros valores. Basta que haya un desastre natural para que nos movilicemos a ayudar a quienes nos necesitan: el valor de la solidaridad. También, se nos reconoce en el extranjero por ser amables y joviales: el valor de la amistad. Pero es hora de que reflexiones con la seriedad que esto merece, sobre otros valores que están relacionados con otras realidades que debemos cambiar.
Sabemos que vivimos en una cultura machista. En el machismo, se otorga valor a lo asociado a los hombres y a lo masculino, como puede ser la fuerza física, la inteligencia racional, la valentía, el don de mando y el control sobre el entorno. Es decir, que otorgamos un valor al ejercicio del poder entendido de esta manera.
¿Tiene esto consecuencias sobre nuestra sociedad? Definitivamente sí, y sumamente dañinas. Diversos estudios e investigaciones han determinado que este tipo de ejercicio del poder está íntimamente relacionado con diferentes expresiones de violencia social, entre las que quisiera destacar esta vez la violencia intrafamiliar hacia las mujeres, niños y niñas, adolescentes, personas adultas mayores y otros hombres, de tipo física, sexual, emocional y patrimonial. Si usted desea informarse sobre esto, puede buscar bajo el título: indicadores de violencia intrafamiliar en Costa Rica.
Sumado a lo anterior, debe tomarse en cuenta también que el machismo acepta como única expresión de la sexualidad a la heterosexualidad, y que ha creado toda una serie de estereotipos para justificar el rechazo y la discriminación que se dirige cotidianamente a aquellas personas con otra orientación sexual o una identidad de género distinta a la esperada. A su vez, esta lógica trae como consecuencia que únicamente se perciban como tales a las familias conformadas por madre, padres, hijos e hijas; que en realidad sólo representan el 41,7 por ciento de las familias costarricenses.
Puede observarse con claridad, lo que los valores machistas son capaces de producir en nuestra sociedad: separación, discriminación, violencia e incluso muerte. Recordemos que en 2017, 25 mujeres murieron a manos de sus compañeros sentimentales. Es probable que no veamos esta realidad con la claridad debida porque hemos aprendido que los valores machistas son naturales, o bien, porque provienen del diseño original de Dios para los seres humanos.
En este punto, debemos de hablar del papel que han jugado las religiones. Sabemos que la religión Católica, y otras que en los últimos años han logrado convocar a una gran cantidad de personas, como las evangélicas neo pentecostales, promueven una visión de mundo machista. ¿No resulta acaso una profunda inconsistencia que desde estas posturas se diga defender a la familia y la vida? Sin embargo, también existen iglesias que hacen otras interpretaciones de los textos bíblicos, desde enfoques teológicos muy serios y que en resumen llegan a la conclusión de que el mensaje divino tiene que ver con valores como igualdad, respeto y amor.
En estas semanas de campaña política, en que existe la posibilidad de que llegue al poder un partido que representa los valores que precisamente debemos cambiar, es de vital importancia que como ciudadanía actuemos de forma racional y crítica, y que dirijamos nuestra mirada hacia la sociedad que quisiéramos que heredaran nuestras futuras generaciones. Replanteémonos el valor de la solidaridad y el bien común, del respeto y el amor al prójimo. Echando mano de lo mejor de nuestros valores tradicionales, no dudo que lo podamos lograr.
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