Espejismos de Laura Fernández: el riesgo del triunfalismo antes de tiempo

» Por Dr. Kirk Salazar Cruz - Investigador y especialista en innovación.

Estos temas no me gustan, pero me cansé de que nos vendan humo. Cada cierto tiempo aparece una candidata o un candidato que, amparado en una encuesta, se proclama ganador antes de tiempo. Hoy ese papel lo interpreta Laura Fernández, de Pueblo Soberano, quien según la última encuesta de OPol Consultores alcanza un 52,7% entre los votantes decididos. A simple vista, parece una ventaja irreversible; pero la política costarricense tiene la mala costumbre de derrumbar certezas justo cuando más seguras parecen.

Las elecciones no se ganan en titulares ni en redes sociales, se ganan en las urnas. Las encuestas son una fotografía del instante, no una profecía. Ese 52% de hoy podría desvanecerse mañana, y más aún cuando un 39% de los votantes sigue indeciso. Tres meses en política son una eternidad: basta un error, un escándalo o un debate para que el panorama cambie por completo. El triunfalismo es una ilusión peligrosa; adormece a los propios y despierta a los contrarios.

Costa Rica ha demostrado una y otra vez que las sorpresas mandan. En 2018, Fabricio Alvarado pasó del anonimato al liderazgo en cuestión de días. En 2022, Rodrigo Chaves irrumpió desde la periferia mientras los supuestos favoritos se desinflaban creyendo que tenían el triunfo asegurado. Las urnas han dado más de una lección de humildad a quienes confundieron entusiasmo con destino.

Y es que la prudencia no es debilidad, es inteligencia política. Quien se siente ganadora antes de tiempo pierde el pulso de la calle, deja de escuchar y termina hablándose a sí misma. En Costa Rica, el votante castiga la soberbia y premia la autenticidad. Por eso conviene recordar que las elecciones no se ganan con sonrisas de encuestas, sino con trabajo, estrategia y respeto por la incertidumbre democrática.

Laura Fernández puede disfrutar del viento a favor, pero el camino apenas comienza. La única encuesta que vale será la del próximo febrero, y la historia política de este país ya nos lo ha demostrado demasiadas veces: los últimos serán los primeros.

Al final del día, las urnas no solo cuentan votos: revelan conciencias. Y aunque cada quien es libre de elegir, también es responsable de mirar más allá de los espejismos. Apoyaré a quien el pueblo elija, porque creo en la democracia, pero también espero que el pueblo elija con los ojos abiertos, sin dejarse encandilar por las luces del marketing ni las promesas de ocasión.

Costa Rica merece algo más que triunfalismos anticipados; merece verdad, coherencia y compromiso real. Ojalá aprendamos a mirar con el corazón sereno y la razón despierta, porque solo así podremos construir el país que soñamos, no el que nos quieren vender.

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