Finalizaba la convulsa década de 1940, cuando Costa Rica puso su granito de arena en la búsqueda de la paz en el mundo. Aún resonaba la Segunda Guerra Mundial y la hecatombe atómica en Hiroshima y Nagasaki. Una vez más, las potencias mundiales se enfrentaban en la Península de Corea y en Indochina. Había iniciado la carrera armamentista nuclear y ya se perfilaba la Guerra Fría. En la conciencia mundial había una resistencia hacia una guerra nuclear que podría tener consecuencias cataclísmicas.
La otrora pacífica Costa Rica emergía de una guerra civil. Existía un gobierno de facto que había proscrito al Partido Comunista, exilado a varios intelectuales como Carmen Lyra y Carlos Luis Sáenz, y, en general, reprimía a las organizaciones consideradas de izquierda, prohibiéndoles la libertad de asociación y reunión.
Bajo esta coyuntura, Emilia Prieto Tugores fundó el Comité Nacional de Partidarios de la Paz de Costa Rica en julio de 1949. En su casa, en San José, reunió a varios amigos y allegados quienes conformarían la primera Junta Directiva. Esta Junta incluía al escritor Joaquín García Monge, como uno de los presidentes, y a ella misma como secretaria, así como una tesorera, varios fiscales y representantes de algunas organizaciones y sindicatos independientes.
Este Comité recibió la inmediata censura gubernamental. Contaba Emilia que, en más de una ocasión, la policía irrumpió en su casa buscando “pruebas de sus actividades subversivas, ya que en ese tiempo hablar de Paz era prohibido”. Ella protegió los documentos (comunicaciones internas y externas) colocándolos dentro de un gran florero en el centro de su sala, el cual, además, ostentaba un gran ramo de flores.
Es a través de estos documentos, que sobrevivieron a dicha represión, que podemos conocer la historia de este movimiento en Costa Rica. Esta información se complementó con las investigaciones del Dr. David Ibarra, historiador de la Universidad de Costa Rica, así como las anécdotas que me contara mi abuela Emilia.
Un comité activo en la clandestinidad
El Consejo Mundial por la Paz (CMP), fundado en el 48, tenía su sede pro tempore en París y era presidido por el premio Nobel de Química, Frédéric Joliot-Curie (1900-1958). Prieto intercambió frecuente correspondencia con el escritor Jean Lafitte (1910-2004), Secretario General del CMP. Le comunica la creación del Comité Nacional y lo adscribe a sus lineamientos. Asimismo, se cartea con diversas organizaciones internacionales.
El Comité se mantuvo activo hasta mediados de 1954. Imprimió y distribuyó panfletos, denunció actos contrarios a sus ideales en Costa Rica y otros países (India, Mongolia, Alemania Democrática, etc.) y recolectó firmas en apoyo a diversas causas, incluida la posibilidad de atraer una exhibición de reproducciones de Van Gogh.
El plan de trabajo incluyó la organización de la Conferencia Nacional de Partidarios de la Paz. Para esto, se recolectaron firmas de un amplio sector, quienes aparecerían como responsables del evento, buscando que el Gobierno lo tolere como una actividad legal. Hoy se desconoce si se realizó este evento.
El Congreso Mundial por la paz en París
En 1949, el Comité Nacional apoyó a un representante por país (Estados Unidos, México, Cuba y Brasil) para que asistieran al Congreso Mundial Partidarios de la Paz en París. Ante las difamaciones que recibió posteriormente dicho evento, el Comité escribió una carta manifestando que al congreso asistieron cuatrocientos delegados de 72 países, que incluían representantes de muchas religiones, creencias y filosofías. Hubo también cuatro cancilleres y una nutrida participación británica, con un miembro del Parlamento.
El Comité publicó en el Repertorio Americano de mayo de 1949 -único medio que lo aceptó- el manifiesto del Congreso de París; donde también se informa que dicho congreso apoyó la propuesta de efectuar un Congreso Continental Americano por la Paz que tendría lugar en México. Lo firman distinguidas personalidades de quince países de las Américas, incluyendo a J. Amado (Brasil), P. Neruda (Chile), N. Guillén (Cuba) y M. Otero Silva (Venezuela).
Por Costa Rica firma Arnoldo Ferreto, quien escribe que: “La causa de la paz no es de un solo Partido o tendencia filosófica. Es la de todos los pueblos y, quizás más que de ninguno, del nuestro, cuya tradición de paz y antimilitarista se proyecta luminosa sobre su historia”.
El primer encuentro continental en México
El Comité buscó firmas para apoyar la Reunión Continental de México, que tuvo lugar del 5 al 8 de setiembre de 1949. Asimismo, para contribuir económicamente a su realización, recolectó y aportó cien dólares, lo cual representaba entonces un alto monto. Bajo la jefatura del periodista Vicente Saénz, enviaron 10 delegados, incluyendo a Prieto.
Se conoce poco sobre los resultados de esta Reunión pues, según una carta de Emilia, a su regreso los documentos, libros, folletos y hasta las cartas personales de los delegados fueron decomisados en el aeropuerto “para ser quemados”. Posteriormente, también, fueron destruidas, por órdenes ministeriales, algunas misivas y revistas enviadas por el CMP. Prieto escribe varias protestas e inclusive le envía un telegrama al Presidente de la República solicitándole una reunión para discutir el atropello.
Ante varios ataques recibidos, en agosto de 1949 el Comité Organizador del congreso en México publicó una declaración en el Repertorio Americano, aseverando que el Congreso no respondía a ninguna ideología: “Todos quieren la paz, no soviética, no angloamericana, no vaticana, una paz humana.”
El Congreso Mundial por la Paz en Pekín
Uno de los eventos más transcendentales, para el Comité y para Emilia, fue el Congreso Mundial por la Paz en Pekín (hoy Beijing), en octubre de 1952. Este primer encuentro internacional que organizaba la joven República Popular China era estratégico, pues se sentían amenazados y aún no tenían relaciones diplomáticas con ningún país en América.
Parte de la historia del épico viaje a China, puede reconstruirse a través de las postales que Ovidio Salazar, delegado costarricense, enviara a su esposa e hijos desde muchas ciudades del trayecto. Les escribió, además, amorosas cartas contándoles sus impresiones sobre China y el evento. Estas misivas -con sus estampillas y sellos postales-, se encontraron en los archivos de Prieto.
Según este colorido rastro, el 12 de julio de 1952 partió de La Sabana, en un avión de hélices, rumbo a Panamá. Estos pequeños aviones debían aterrizar con frecuencia para recargar combustible y el descanso de los pasajeros. Aterrizó después en Curazao, La Habana, Montreal, Terranova, Glasgow y La Haya (donde visitó un museo). El resto del viaje se reconstruye por la crónica de Adolfo Herrera García, publicada por el Dr. Ibarra. Así sabemos que pasaron por Zúrich, Berna, Praga y varias ciudades de la Unión Soviética. Hicieron, inclusive, parte del trayecto en tren.
El 31 de julio, don Ovidio, quien viajó con dos compañeros, escribió: “¡hoy llegamos a Pekín!” y describió las maravillas que observaba desde la ventana del hotel y el cálido recibimiento de los anfitriones. Asistieron representantes de a casi cien países, incluyendo todos los de América que tenían costas en el Pacífico. De Costa Rica, viajaron once delegados “no oficiales”, incluyendo a Emilia. Lo hicieron en distintos grupos y fechas para participar en varios eventos.
Más tarde, el 12 de agosto, Salazar escribió que la noche anterior participaron en la clausura del evento y comentó que visitarán Shanghái durante 10 días, ¡viajando 36 horas en tren! Los costarricenses, a nombre de Centroamérica, reconocieron a China como un ejemplo en la búsqueda de la paz mundial y le presentaron una medalla a los chinos que apoyaron la Campaña Nacional de 1856-1857.
Prieto expuso en el Congreso “La situación de las mujeres y los niños”, discurso cuya única copia está en el idioma del país anfitrión en las Memorias del Congreso Chino. A su regreso a Costa Rica, transmitió la conferencia radiofónica “¿Será posible una tercera guerra mundial?”, donde advertía sobre el advenimiento de la Guerra Fría.
Emilia contó que, durante el viaje, desde los pequeños aviones se podía observar el paisaje, como las caravanas de camellos que atraviesan el Desierto de Gobi, “moviéndose majestuosas al compás del Bolero de Ravel”. Se sentía agradecida de haber podido visitar China, conocer su cultura y “haber vivido 40 años más para seguir hablando de su viaje”.
Del regreso, solo se sabe que, sobre el Atlántico, una tormenta movió el avioncito “como hoja al viento”. Al aterrizar, los pilotos recibieron una ovación. Todos fueron y volvieron por el Atlántico, pues el Pacífico estaba bloqueado. De haber regresado por el Pacífico, estos intrépidos viajeros hubieran tardado alrededor de 40 días en darle la vuelta al mundo.
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