El control político es una herramienta vital para garantizar la transparencia y la rendición de cuentas en cualquier democracia. Sin embargo, lo que presenciamos el pasado 7 de enero en la Asamblea Legislativa dejó en evidencia cómo esta herramienta puede ser utilizada para desviar la atención de los verdaderos problemas del país, priorizando intereses personales y disputas políticas por encima del bienestar ciudadano.
La diputada Johanna Obando, del Partido Liberal Progresista, utilizó su espacio de control político para denunciar una supuesta persecución política y amenazas relacionadas con su postura en el debate sobre la implementación de la tecnología 5G en el país. Aunque la privacidad y la seguridad de cualquier ciudadano, incluyendo a nuestros legisladores, deben ser protegidas, lo cierto es que las denuncias de este tipo deben ser presentadas ante las instancias correspondientes, como el Ministerio Público. Transformar el plenario legislativo en un foro para ventilar asuntos personales no solo desvía el propósito de estas sesiones, sino que también dilapida el tiempo y los recursos de todos los costarricenses.
El Congreso, como órgano de representación popular, tiene la responsabilidad de legislar y fiscalizar para mejorar las condiciones de vida del pueblo. Sin embargo, esta legislatura se ha destacado por una oposición irracional y carente de dirección, que parece más interesada en atacar al oficialismo que en resolver los problemas reales del país. Este tipo de oposición no solo bloquea avances importantes, sino que también mina la confianza del ciudadano en la política.
En lugar de utilizar este espacio para discutir temas de interés nacional, hemos visto cómo se convierte en una plataforma para promover agendas personales y desacreditar al adversario político. Los costarricenses no necesitan más “chismes de pueblo” disfrazados de control político; necesitan respuestas y soluciones a problemas críticos como la educación, la salud, el empleo y la seguridad. Cada minuto desperdiciado en estas disputas políticas es un minuto que se le resta a la construcción de políticas públicas efectivas.
Es hora de que nuestros legisladores comprendan la magnitud de su rol. El Congreso no es un escenario para protagonismos ni para ventilar temores personales. Si existe un problema de persecución o amenazas, hay mecanismos institucionales diseñados para atender estas situaciones. Insistir en temas personales en el plenario solo evidencia una falta de enfoque en las necesidades reales de la población.
Señores diputados, es momento de demostrar madurez política. Abandonen los proyectos irrelevantes y enfóquense en aquellos que realmente generen valor para el país. Prioricen los temas de interés nacional y no los personales. Costa Rica necesita un Congreso que legisle con visión, compromiso y responsabilidad, no uno que se pierda en juegos políticos y disputas estériles.
El control político debe recuperar su propósito original: ser una herramienta de fiscalización para el beneficio del ciudadano. Nuestros representantes tienen la oportunidad y la responsabilidad de marcar la diferencia. Es tiempo de que dejen de ser figuras reactivas y se conviertan en líderes proactivos, capaces de tomar decisiones que trasciendan los intereses individuales y construyan un mejor futuro para todos los costarricenses.