Los Trastornos de la Conducta Alimentaria o TCAs como se les conoce comúnmente, cobran la vida de 1 de cada 5 pacientes, siendo las segundas enfermedades de origen mental más mortales conocidas hasta la fecha.
Se pueden presentar en todas las personas sin distinguir por su edad, condición socioeconómica, género, nacionalidad o tamaño corporal. Además, el rango de edades en que aparecen se ha ido ampliando. La tendencia es encontrar casos en niños cada vez más pequeños y adultos más mayores, contrario a lo que se ha creído tradicionalmente de que se presenta solo en menores de edad.
Hoy, se identifican estos problemas en niños desde los seis años hasta adultos de 70 años. Las mujeres que se encuentran en este último grupo etario pueden experimentar una nueva presión a engordar o envejecer en el período de la menopausia, o bien, a nivel general, puede tratarse de TCAs crónicos que hayan aparecido desde la adolescencia, y no se hayan tratado exitosamente.
En Estados Unidos se estima que 30 millones de personas viven con un TCA actualmente y que, al menos 10 millones de personas podrían padecer esta enfermedad en el transcurso de su vida. Asimismo, según el National Eating Disorders Association, 70 millones viven con un TCA en el mundo, y su prevalencia aumentó de 3.4% en el año 2000 a 7.8% en el año 2019 (The American Journal of Clinical Nutrition).
En Costa Rica, carecemos de datos acerca del riesgo de padecer de estos trastornos, así como de su prevalencia en la población en general. Gracias al Hospital Nacional de Niños, que cuenta con un programa interdisciplinario para el manejo de los TCAS en niños y adolescentes, sabemos que la atención por estos trastornos va en aumento. Así, en el 2020 se atendieron a 111 por trastornos de la conducta alimentaria de diferentes tipos, en el 2021 a 129 personas, en el 2022 a 153 personas y de enero-junio del 2023 ya se habían atendido a 103 pacientes. Según esta tendencia, la aparición de casos en nuestro país sigue en aumento, y es esperable que los casos hayan aumentado aún más desde el año pasado.
Además de no contar con estadísticas de prevalencia, en Costa Rica se carece de programas para la prevención, detección temprana y atención basada en evidencia para estos trastornos en la población adulta. Esto es verdaderamente preocupante, debido a que una de las características centrales de un tratamiento exitoso de los TCAs, es que la detección del trastorno pueda ser temprana y que inmediatamente quien lo sufre, pueda acudir a un tratamiento multidisciplinario y basado en evidencia.
A la luz de esta problemática de salud pública a nivel país, cobra especial relevancia el proyecto “Ley Marco para Prevenir y Atender los Trastornos de la Conducta Alimentaria”, impulsado por la diputada Andrea Álvarez. Dicho proyecto pretende visibilizar la problemática y las causas de los trastornos de la conducta alimentaria. Además, proveerá al Estado una serie de herramientas para que se puedan generar las responsabilidades y lineamientos propios de las diferentes instituciones, en aras de que exista un abordaje integral de los trastornos de la conducta alimentaria en el país.
Luego de más de 22 años de trabajar como especialista en el campo de los TCA, me llena de profundo orgullo y esperanza saber que en nuestro país podríamos estar cercanos a contar con un apoyo intersectorial que proteja a la población de estos trastornos, al tiempo que dote de una oportunidad de tratamiento y recuperación a los miles de costarricense que se enferman. Necesitamos unir esfuerzos desde las diferentes instancias público-privadas para garantizar un acceso a tratamiento de calidad a todas las personas, sin importar las características particulares que presenten.
Asimismo, como vocera del Colegio de Profesionales en Nutrición de Costa Rica, y como representante por décimo año consecutivo de la iniciativa Mundial del Día de Acción por los TCA, hago un llamado a todos los profesionales de la salud, y en particular a los Nutricionistas, para que se capaciten constantemente en el manejo especializado e internacionalmente reconocido para prevenir, detectar y tratar los TCA, y que así se conviertan en un eslabón de prevención en lugar de un riesgo para el desarrollo de los TCA. Dentro de las responsabilidades que tenemos los profesionales de la salud, puedo mencionar:
- Realizar un tamizaje de TCA en aquellos pacientes que parezcan tener alguna conducta de riesgo
- Evitar prescripción de dietas en menores de edad
- En la consulta de salud, elegir un abordaje no centrado en el peso, de tal manera que en la evaluación del estado de salud y de nutrición se tomen en cuenta como primordiales una serie de indicadores cualitativos y de bienestar integral.
- Capacitarse constantemente en los modelos basados en evidencia para los TCAs.
- Si no se cuenta con estudios especializados en el tema, referir a un especialista en TCA a aquellas personas que puedan estar en riesgo de enfermarse.
Como sociedad, debemos promover un bienestar que se aleje de la obsesión colectiva por una sola figura ideal y perfecta, guiada por un modelo específico que es marcado como “atractivo”, tanto para hombres como para mujeres y que es constantemente mostrado en redes sociales. Así, tenemos el reto de promover valores sociales y familiares como la salud, la felicidad, la disciplina y la espiritualidad, en lugar de aquellos centrados en el cuerpo y la figura.
Los trastornos alimentarios son enfermedades serias, altamente costosas y que afectan fuertemente la funcionalidad de la vida de quienes los padecen. Por eso, nuestra mejor opción es trabajar incesantemente para evitar que aparezcan y unirnos como sector salud para que no se quede una sola persona sin detección ni tratamiento oportuno. De lo contrario, nos veremos cada vez más agobiados con una población desatendida, y que carecerá de recursos viables para retomar el control de sus vidas, lejos de las garras de los TCAs.