El espejismo eléctrico: el gran engaño verde del siglo XXI

» Por M.Sc. Milton Madriz Cedeño - Politólogo

Durante la última década, el vehículo eléctrico ha sido promovido como la solución definitiva al cambio climático. Gobiernos, fabricantes y medios han vendido la idea de que abandonar los motores de combustión es un acto de responsabilidad ecológica. Sin embargo, la realidad es más compleja y alarmante. El coche eléctrico, lejos de ser la utopía verde que nos han prometido, representa una serie de contradicciones técnicas, geopolíticas, económicas y ambientales que desnudan un modelo insostenible disfrazado de modernidad.

  1. La contaminación desde el inicio: minería tóxica y extractivismo verde

La huella ecológica del coche eléctrico comienza en la mina. Para fabricar una batería de ion-litio de 75 kWh (como la que usa un Tesla Model 3), se requieren aproximadamente 63 kg de litio, 14 kg de cobalto, 20 kg de manganeso y 90 kg de grafito. Según estudios del Instituto Alemán Fraunhofer, la producción de estas baterías emite entre 10 y 15 toneladas de CO₂, el doble que un auto de gasolina promedio. El litio se extrae principalmente de salares en Bolivia, Chile y Argentina, donde el bombeo de salmuera destruye ecosistemas y agota acuíferos en zonas desérticas. En el Congo, el 70% del cobalto mundial se obtiene con trabajo infantil en condiciones deplorables.

  1. Durabilidad ilusoria: batería degradada, auto descartable

Las baterías pierden entre 2% y 3% de su capacidad anualmente. En climas fríos o cálidos extremos, este deterioro se acelera. A los 8 o 10 años, muchos autos eléctricos requieren el reemplazo de la batería, que puede costar entre 10.000 y 20.000 dólares, dependiendo del modelo. Esta situación convierte al coche eléctrico en un bien de vida útil muy limitada, con una enorme depreciación y un mercado de segunda mano casi inexistente.

  1. Reciclaje: una promesa incumplida

Aunque se habla de reciclaje de baterías, hoy solo se recicla de forma efectiva menos del 10%. Empresas como Redwood Materials y Li-Cycle intentan desarrollar procesos más eficientes, pero a nivel global la infraestructura es insuficiente. La acumulación de millones de baterías fuera de uso representa un riesgo ambiental colosal por los lixiviados tóxicos de metales pesados como el níquel y el cobalto, capaces de contaminar aguas subterráneas y generar incendios espontáneos.

  1. Matriz energética sucia: energía eléctrica no significa energía limpia

Un mito muy difundido es que un auto eléctrico no contamina porque no emite gases. Pero su carga depende de la matriz energética nacional. En Europa, casi el 60% de la electricidad aún proviene de fuentes fósiles. Alemania, pese a su imagen ‘verde’, utiliza más carbón que nunca tras cerrar sus plantas nucleares. China, el mayor productor de autos eléctricos, genera más del 65% de su electricidad con carbón. De esta forma, el coche eléctrico no elimina emisiones, solo las desplaza. Un informe de la Universidad de Stanford reveló que, en países con matrices fósiles, un auto eléctrico puede emitir indirectamente más CO₂ que un híbrido eficiente.

  1. La trampa china: dominación industrial y vehículos de baja calidad

China controla el 80% de la cadena de suministro de baterías de ion-litio. Marcas como BYD, NIO o Xpeng han llegado a Occidente con precios bajos, pero sin garantía postventa ni cobertura técnica adecuada. La UE ha iniciado investigaciones por prácticas de ‘dumping’ verde. Muchos de estos vehículos están fabricados con materiales de baja durabilidad, con baterías que se degradan rápidamente y sin red técnica fuera de Asia. Es una colonización tecnológica enmascarada de ecologismo falaz.

  1. Híbridos modernos y motores eficientes: la solución olvidada

Mientras se sataniza al motor de combustión interna, los vehículos híbridos (como el Toyota Prius o el Honda Insight) ofrecen emisiones por debajo de los 100 g/km de CO₂, muy por debajo de muchos eléctricos indirectos. Además, son más duraderos, baratos de mantener y tienen un valor de reventa estable. La obsesión por lo “100% eléctrico” ha hecho que se descarten soluciones más eficientes, equilibradas y accesibles.

  1. Política, lobby y subsidios: el núcleo del engaño

La imposición del coche eléctrico no responde a una lógica científica, sino a intereses industriales y lobbies corporativos. Los subsidios estatales a la compra de autos eléctricos superan los 30.000 millones de dólares al año en los países de la OCDE. Grandes fondos de inversión y fabricantes presionan para imponer regulaciones que beneficien sus tecnologías, sin considerar la verdadera huella ambiental ni la sostenibilidad a largo plazo.

  1. Conclusión: el mito verde que nos está hundiendo

El coche eléctrico, tal como se implementa hoy, no es una solución ecológica ni justa. Es una fachada de marketing verde, una válvula de escape político y un instrumento de neocolonialismo industrial. Su huella ecológica es brutal, su reciclaje es un problema no resuelto y su sostenibilidad es ilusoria. Necesitamos políticas y normativas basadas en datos, no en propaganda. Urge una visión tecnológica más diversa, donde la eficiencia energética, los combustibles sintéticos, la movilidad inteligente y los vehículos híbridos tengan un papel protagónico. Solo así desenchufaremos la mentira y reconectaremos con la verdad científica.

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