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El efecto Wall Street-Washington: la paradoja electoral del mercado de valores y la especulación financiera

Votar es un fenómeno extraño, y a simple vista contradictorio. En buena teoría, el votante entra a la urna, listo para premiar o castigar a una figura o agrupación, con una única cuestión en mente: “¿Estamos mi familia y yo mejor hoy de lo que estábamos hace cuatro años?”. Entendamos este siendo un caso de democracia directa presidencialista, por periodos de cuatro años, como el que tenemos en Costa Rica. La realidad, aunque en buena parte asemejada, en algunos pocos aspectos es distinta. Por ejemplo, las masas son fácilmente exacerbadas y manipuladas con temas triviales y medio cocinados; simples de comprender y discutir, dependientes del momento en que disfruten de la luz de los reflectores públicos y mediáticos.

Las elecciones se celebran periódicamente. La decisión de la voluntad popular se convierte en la ley establecida durante un cuatrienio. Lo que suele pasar desapercibido por las mayorías que eligen es que, un momento de sentimiento irracional colectivo – digamos emoción, cólera, decepción – puede afectar macroeconómica y socialmente a una nación durante los cuatro años de administración, y con consecuencias todavía más duraderas.

Si consideramos que la democracia es el gobierno de, para, y por el pueblo, debemos también entender que el pueblo es maleable a injerencias internas, aunque minoritarias. Dentro del pueblo existen grupos de poder e influencia, que alteran el resultado, transfiriendo la voluntad minoritaria a la mayoritaria – por lo menos en un momento exclusivo.

El mejor ejemplo que se me ocurre para explicar este fenómeno es el de Wall Street; de ahí el título que he decidido dar a este artículo de opinión. La democracia estadounidense se ve fuertemente influenciada por el comportamiento del mercado de valores, puesto que es una economía mucho más promotora del libre mercado, por más que la izquierda progresista lo quiera negar, la bolsa de valores afecta a todos. En el sistema actualmente vigente en los Estados Unidos, muchos trabajadores dependen del mercado de valores para garantizar su pensión. El sistema de pensiones es uno basado en inversiones privadas de capital. Los particulares pueden invertir en la bolsa, esperando recibir dividendos. Nuestro país, como la mayoría de países vecinos, dependemos directamente de los Estados Unidos, en materia comercial y macroeconómica.

La dependencia al mercado de valores queda plasmada históricamente en dos casos: en la Gran Depresión del 29, y en la crisis del 2008. Para efectos de justificar más eficazmente mi punto, me centraré en esta última. Colapsó el mercado inmobiliario, y los efectos fueron desastrosos. Diez millones de personas perdieron sus casas, solamente en los Estados Unidos. Más de ocho millones perdieron sus empleos. Más de cinco mil personas se suicidaron. Lehman Brothers, tras más de ciento cincuenta años de existencia y operación, se declaró en bancarrota. Terminó con el desastre que implicó el “Too big to fail approach”; Washington subsidiando empresas no rentables.

El acertado análisis del Profesor Laffer, padre del Supply-Side Economics, iba por la línea de que entre la derrota de McCain frente a Obama parecía volverse más inminente e inevitable, los inversionistas temblaban, y el mercado de valores se veía perjudicado. Las regulaciones que traería consigo Obama, en caso de ser electo en noviembre 2008, plasmaban de incertidumbre el panorama inversor. ¿El controvertido punto? Entre progresaba el tiempo, los inversionistas apostaban por una victoria de Obama, lo que afectaba negativamente la bolsa. McCain se estancaba por un sinfín de razones, entre ellas su compañera de fórmula. No obstante, algo que le mató sus prospectos presidenciales fue la percepción pública del oficialismo. Aunque en distintas ocasiones, McCain votó contra la agenda económica de Bush, como en la reducción tributaria del 2003, representaba un mucho mayor acercamiento con la Casa Blanca que su oponente (el caso no hubiera sido tan así, si los demócratas hubieran nominado como candidata a Hillary), incluyendo el hecho de que Bush habló a favor de él, e hizo campaña activa en la Convención Nacional Republicana del 2008. Por más que McCain intentara distanciarse del gobierno de turno, no podía evadirse el hecho de que esa fue una administración que pasó de gozar de un sólido 86% de popularidad (la cifra más alta en estos parámetros de medición en la historia) tras la invasión a Afganistán, a un 31% de aprobación y casi un 65% de desaprobación en el contexto financiero recesivo (a ese momento números únicamente superados por Truman al comenzar la Guerra Fría, Nixon en Watergate, y Carter durante la Crisis de rehenes en Irán y de estanflación).

Al gobernar el Partido Republicano, la mayoría de las culpas de la recesión cayeron en los hombros de este, aunque las reformas para liberalizar la banca vinieron de la previa Administración Clinton, ideológicamente, más cercana a Obama. Los inversionistas, al temer que ganara Obama, se comportaron atípicamente; este comportamiento atípico afectó el mercado, y precisamente condujo a que ganara Obama.

Explicado en términos más simples, y resumido en mayor medida, lo que ocurre en estos casos es lo siguiente:

Gobierna el partido A. La posibilidad del partido B (opositor) de ganar es sólida. Al preocuparme yo, como inversionista, del estado financiero en que quedaría mi país si gobernara B, dejo de invertir. Menos inversión iguala más desempleo. Este contexto hace que B gane popularidad, pues, aunque la complicación la genere B, la recesión se desarrolla durante la administración de A. B genera el problema, y se ve beneficiado por él. El votante no analiza de fondo la situación, ve una baja en su capacidad adquisitiva, y vota por B, porque asume que A, al estar gobernando en el momento, es el responsable directo. B asume el poder, y la crisis se agrava.

Por supuesto que dicho fenómeno que aquí expongo no se relaciona única y exclusivamente con el mercado financiero, o con economía. Este no es más que uno de los muchos ejemplos que podemos encontrar para fundamentar la existencia de este efecto mariposa, entre las corporaciones que generan empleo, y las urnas, donde los empleados de estas corporaciones, los pequeños empresarios y los productores de bienes y servicios, van a votar.

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El autor es estudiante de segundo año de la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad de Costa Rica. Graduado del Colegio Saint Paul en San Rafael de Alajuela, donde participó escribiendo y actuando de múltiples representaciones teatrales, tanto en inglés como en español. Es un muchacho de 19 años apasionado por la política y por el cine. Políticamente milita en el Partido Liberación Nacional; participando por primera vez en la renovación de estructuras del 2021, encabezando una papeleta distrital. Esta papeleta fue la segunda más votada en Alajuela. En 2018 participó en la Olimpiada Nacional de Filosofía, donde su ensayo, quedó de tercer lugar. Ha podido participar en actividades mediáticas organizadas por la UCR; en Canal 15 y Radio U.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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