El futuro político de Costa Rica es un tema de vital importancia no solamente para los costarricenses, sino también para sus vecinos y socios comerciales. En este contexto la democracia es sin duda, el régimen político que tiene mayor vocación por el diálogo.
Como valor ético de la política y como método para lograr consensos, el diálogo es consustancial a la democracia; permite la comunicación, el conocimiento, la comprensión, la empatía y los acuerdos entre actores políticos.
Es también una forma de articulación dinámica entre la mayoría y las minorías, ya que en el proceso de toma de decisiones todos los actores políticos tienen el derecho de expresar sus puntos de vista para ser tomados en cuenta. De ese modo, el diálogo norma las relaciones entre políticos, y ciudadanos.
Por esta razón, al abordar el tema de la institucionalidad democrática se ha insistido en la conveniencia de establecer mecanismos de diálogo que cuenten con la participación de los diversos sectores, destacando que el Ejecutivo haya propiciado un espacio de búsqueda de consenso para escuchar a las partes.
Perseverar en el diálogo es importante en una época como la actual, signada por profundos cambios en todos los ámbitos. En efecto, ante las tensiones generadas por la emergencia de la diversidad política, económica, social y cultural es necesario potenciar el diálogo para articular democráticamente las múltiples identidades existentes.
El diálogo es un recurso de gran valía para evitar que las tensiones que genera la diversidad tengan como resultado la exclusión, la fragmentación y la violencia. Fortalecer la cultura política democrática implica, entre otras tareas, consolidar el ejercicio del diálogo como forma de hacer política.
Una cultura política es democrática cuando las relaciones entre gobernantes y gobernados, ciudadanos, y organizaciones se sustentan en valores como la igualdad política, la libertad, la tolerancia, el pluralismo, la legalidad, la participación, y el diálogo.
El diálogo es, pues, un medio para canalizar racionalmente la pluralidad política y también una forma de producir decisiones políticamente significativas y consensuadas.
La vitalidad del diálogo social es un indicador inequívoco de la madurez de la democracia y de los distintos actores del sistema político.
El régimen democrático fundamenta su existencia en una revalorización de la política, entendida principalmente como un medio para el establecimiento de pactos y acuerdos. El diálogo debe concebirse, como una ampliación de los procesos de legitimación del funcionamiento del sistema político que responden a la dinámica de los distintos actores sociales.
Por último, hay que cambiar la cultura de confrontación y promover un sistema en el que se valore la disposición a dialogar y lograr acuerdos, la libertad de expresión, y de reunión, como conquistas democráticas que suponen el ejercicio del diálogo