A mis 38 años, nunca antes habíamos sido testigos de una inseguridad tan palpable, de un costo de vida tan elevado y de una economía tan difícil de sortear. La situación laboral se ha deteriorado de tal manera que es común ver a profesionales, con títulos universitarios en sus manos, buscando oportunidades en las calles. La falta de empleo no solo afecta a los jóvenes, sino que también empuja a una gran parte de la población a enfrentarse a la desesperanza, una realidad cruda que, en lugar de mejorar, parece empeorar día con día.
¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué parece que no hay una salida a la vista para los que tienen menos? En lugar de construir políticas públicas que busquen fortalecer la inclusión, la equidad y el bienestar social, lo que estamos observando es un patrón de favoritismo hacia los que ya tienen demasiado, un círculo vicioso que no hace más que agrandar la brecha entre los que menos tienen y los que más acumulan.
Es difícil no sentir que, en términos de políticas públicas, Costa Rica se encuentra estancada en un ciclo de promesas incumplidas. Las políticas para las zonas más vulnerables, como las rurales, las más afectadas por la falta de infraestructura, acceso a la educación y a servicios de salud, son escasas. La inversión en agrotecnología (agrotech) y en el fortalecimiento de emprendimientos locales no se ve reflejada en un apoyo real a los jóvenes que buscan innovar o a aquellos que quieren generar un cambio en sus comunidades. El contexto actual nos presenta un gobierno que parece más preocupado por sostener su poder que por diseñar soluciones efectivas y sostenibles que realmente impacten a los sectores más necesitados.
La educación: ¿Un cambio de rumbo?
En cuanto a la educación, las políticas no están alineadas con las verdaderas demandas de la sociedad. Aunque se habla de la necesidad de una educación que retenga a los jóvenes en el país, la realidad es que muchos se ven obligados a emigrar en busca de mejores oportunidades. La falta de innovación en los currículos académicos, la desconexión con el mercado laboral y la escasa inversión en áreas clave como la tecnología y la ciencia, son señales claras de que, a nivel educativo, el sistema está siendo arrastrado por el mismo estancamiento político que afecta a todo el país.
Es esencial que los jóvenes no solo se preparen para ser buenos empleados, sino que se les otorgue las herramientas necesarias para que puedan ser los creadores de empleo, los emprendedores que nos lleven hacia una nueva Costa Rica. Pero para que esto ocurra, se necesita una visión inclusiva, una política que apueste por la innovación y la sostenibilidad, y que no siga favoreciendo a los mismos de siempre.
El cambio: La hora de los valientes
Nos encontramos en un punto crítico. La politiquería del día a día, la promesa de soluciones fáciles, y la inercia de quienes ocupan los puestos de poder nos están llevando por un camino de desilusión. La juventud costarricense está cansada de escuchar promesas que nunca se materializan, y cada vez más, la urgencia de un cambio profundo se siente en las calles, en las universidades, en los barrios.
Es momento de que los valientes, los que se atreven a pensar diferente, los que se rehúsan a conformarse con lo que se nos ofrece, tomen las riendas del futuro. Necesitamos políticas públicas que no solo respondan a intereses personales o a los de unos pocos, sino que se orienten a un desarrollo verdaderamente inclusivo, en el que los jóvenes tengan el espacio para emprender, para innovar y para transformar Costa Rica.
Este es el tiempo de los valientes, los que no temen desafiar el statu quo. El futuro de Costa Rica está en sus manos.