“Donde hay un corrupto también hay un corruptor”, y ambos crecen de forma paralela

» Por Leonardo Cruz Alvarado - Docente y escritor

El pasado lunes 14 de junio el mandatario, Carlos Alvarado, presidente de Costa Rica inició su discurso de la siguiente forma: “Ahí donde hay un corrupto también hay un corruptor, y ambos deben ser sancionados”. Dicha frase, expuesta como si los millonarios fondos públicos sobre los que se versaran no fuesen, sino, un menudillo dejado en la mesa; este asunto me obligó, ya colérico e indignado a como miles de costarricenses, a enfrascarme en ese germen que ya es sello distintivo nuestro: la corrupción.

Estamos tan acostumbrados a señalar a los jerarcas de ciertas instituciones que olvidamos que esa cualidad de ser corruptos ya se ha vuelto pandémica, lo que pasa es que a ella nadie le teme porque son muchos quienes le deben sus beneficios; al menos así sucede en las sociedades latinoamericanas y en nuestro país. Tanto el corrupto como el corruptor caminan en la misma acera y el beneficio que obtendrán es la camiseta distintiva del partido de ambos. Al momento en que la posibilidad de infringir la ley se plantea sobre la mesa de negocios le llamaremos la “intersección” del oportunismo o el nacimiento del delito. Ese instante es el punto clave para afianzar una amistad que se basará en chantajes, en echarle hojas secas encima a la fechoría que se cometerá y a exhibir sus tendencias turbias entre sí para, luego, reclutar a más miembros de ese floreciente “partido”.

La corrupción, realmente, no es una cualidad característica de “x”, “y” o “z”, partido político. Mi abuelo diría que más podríamos identificarla en los corruptibles humanos que los lideran, pues estos han tenido que negociar su alma a uno o cientos de demonios ⸻llámense empresarios, organizaciones no gubernamentales, tendencias sociales o ideas del “primer mundo”⸻ para permanecerse en la cima; aún sin estar, necesariamente, de acuerdo con muchos postulados de estos. Ese es el primer precio de un corrupto: vender sus ideales y sus valores. Tristemente, también se puede sospechar del/de la joven que, sin estudios o preparación alguna, ostenta algún puesto de relevancia dentro de la jerarquía política pues nos hace pensar en cuántos favores habrá pagado o cuántos le faltan por saldar.

Con respecto a los nuevos escándalos de corrupción que involucran a instituciones públicas o privadas, muchos achacan la culpa a los bandos medios del Gobierno y a quienes, incluso, poseen propiedad en sus puestos. Bien es cierto que pueda que a los mandos medios se les use como silencio y sacrificio. Y, aunque no se puede asegurar o negar, cuán culpables sean estos hasta una exhaustiva investigación, la cual añoramos no prescriba o no se “extravíe” la documentación obtenida en ese allanamiento con difusión internacional (costarricenses honorables habrá que ofrezcan sus moradas cual fortines para el resguardo de la justicia, si es que en otras edificaciones del Estado todo parece como El Triángulo de las Bermudas); también debemos ser costarricenses analíticos y sentar las responsabilidades en quienes vigilan esas transacciones multimillonarias en los estratos más altos. Nuestra inocencia no nos puede hacer creer que, sobre semejantes movidas de dinero, los altos funcionarios todo lo ignoraban. ¿Y por qué cuando hay logros la gente tiende a aplaudir la administración de “X” o “X” presidente y no a los bandos medios?

Dicen algunos entendidos en política que detrás de esos muchachos(as), por así llamarles, que, de pronto, se vieron ocupando puestos importantes en el Gobierno también hubo un sinnúmero de amañados militantes políticos de vieja data, quienes, ante la posibilidad de un nuevo triunfo electoral (desde la trinchera que fuese y con la consigna de seguir chupando cual eternos parasitarios de un sistema que ya no los tolera), no tuvieron reparo en carbonearlos, auparlos y llevarlos hasta la cima del poder ofreciéndoles tajadas delgadas de un pastel que ya se había sido repartido previamente. Y fueron muy hábiles, pues se aprovecharon de la energía de los nuevo, pero en especial del caudal electoral que representaban. La corrupción, sin lugar a dudas, es una carajada piramidal donde el de arriba es quien muerde más y eso es para no olvidarse.

A las personas que he visto defendiendo lo indefendible en las redes sociales y hasta diciendo que “Al menos en este gobierno sí se han podido hacer allanamientos (…)” ¡Por Dior! ¿Cómo puede, alguien, celebrar que se hagan allanamientos que dejen en mal a todo el país? Quizá lo aducen porque, según ellos, en otros años no nos dábamos cuenta de la corrupción. Pero, ¡santo dios! dónde dejan, entonces, los casos como Alcatel, Caja/Fischel, el Cementazo, La Trocha, las acusaciones de partidos políticos vinculados directamente con el narcotráfico y las constantes estafas de estos mismos al TSE. A veces pareciera que la gente se acomoda a encubrir la misma corrupción o que ignora los principios básicos de la ética y del manejo de dineros en la función pública o los procesos de licitación, pero, además, se niegan a prestar atención a los argumentos y evidencias que se les ofrece. Por ejemplo, les digo que al señor Méndez Mata le quedó corto en el tema de la vigilancia continua en su función, pues aproximadamente $126 millones de dólares pasaron bajos sus propias narices; y ya él dijo que nada tuvo nada que ver en el tema de las denuncias como para que haya gente inventándose dioses de entre los humanos. ¡No lo sabía! Muchos desconocen cómo se maneja la jerarquía del poder institucional y a quiénes impregnan las responsabilidades ante actos de corrupción. A esta gente, ojalá nunca nos la topáramos en alguna Asamblea Legislativa u ocupando puestos en sus comunidades, metiendo nariz y la pata para, luego, justificarse con un “No es mi culpa, fue mi asesor quien me hizo equivocarme” o “No es mi culpa, yo no lo sabía”.

Hace un tiempo me preguntaba, ¿qué extraño que en temas de licitaciones las instituciones siempre terminan decidiéndose por la oferta más cara?, ¡casi siempre!, es decir, ridículamente nunca hay ahorro para el Estado. Ya es hora de que, también, se le meta mano a las licitaciones extrañísimas que hace la CCSS en temas de insumos médicos, y ya denunciadas ampliamente difundidas por el Semanario Universidad, La Nación y Telenoticias; también, que exista un intenso control con respecto a esas constructoras que dejan trabajos a medias o mal hechos a nombre del BANHVI y del INVU. ¿Y qué tal un chequeo a la directiva de la ARESEP y sus propuestas descaradas de aumentos en los combustibles aun cuando hay una tendencia internacional a la baja? (¡en plena pandemia!).

Algunos aseguran que ya es hora de acabar con la figura de la concesión de obra pública, pero pregunto ¿es con eso que se debe acabar? Les propongo la siguiente interrogante para el análisis, ¿no es cierto que MECO y H. Solís habían reportado, varias veces, cero ganancias durante los últimos 10 años? ¿No será, por casualidad, que debemos acabar con la corrupción de manera general, en nuestro diario vivir?

Ahora bien, pero ¿de dónde germina la corrupción para que llegue hasta las magnitudes que hemos visto en estos días R/Sin lugar a dudas, en el hogar, en la familia y en el pueblo. Así, desde el niño que se apropia del cambio luego de hacer algún encargo en la pulpería, y a quien el padre le sonríe su avivatez: hasta el mismo padre que acepta un trabajo sin poseer los conocimientos necesarios para poder desempeñarlo; la corrupción es, hoy en día, algo muy similar a la tentación de Eva. Crece de forma paralela a nosotros mismos. Una vez un estudiante me aseguró que quería él quería hacer carrera política, yo, un poco sorprendido le pregunté por sus razones ⸻inocentemente, imagine que, al ser un buen muchacho, este quería ofrecer sus capacidades y aptitudes al servicio de una mejor ciudadanía y con la intención de hacer mejoras en todo cuanto viera errado⸻, su respuesta fue sencillamente: ⸻Profe, vea todo lo que ellos tienen… carros, propiedades, pasean en otros países. Desde ahí supe que estábamos educando a u a sociedad parasitaria, repleta de oportunistas y que estos otros, jóvenes, no tenían la culpa pues solo repetían modelos aprendidos en la sociedad, en la casa, en el mismo centro educativo. Somos, tristemente, una sociedad corrupta y dispuesta a aceptar sobornos en cualquiera de todos los estratos. ¿Cómo nos hace falta reeducarnos en valores!

Ya después de todo este zafarrancho social que aún nos acontece, quizá podríamos utilizar los drones que se iban a emplear, a modo de circo tecnológico, en el bicentenario de nuestra independencia, para permanecer vigilantes sobre los procesos de contratación y el desempeño de algunos funcionarios del Gobierno que nos conduce a todos. Y yo, al igual que Carlos Alvarado “Pido que se llegue al fondo del asunto, que se sienten las responsabilidades y sanciones, recaigan sobre quienes recaigan”, pero le agregaría a su discurso que eso también lo implica a él.

Ya el pueblo costarricense está harto de los lagartos de cuello blanco y es una verdadera lástima que en nuestro país no exista la guillotina que los franceses acostumbran mostrar cuando la disconformidad ya supera todos los límites de la moral.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

505.06

511.93

Últimas noticias