El dicho popular es que quien no aprende de su historia estará condenado a repetirla. La guerra en Ucrania ha cumplido ya tres años de violencia, cientos de miles de vidas perdidas y pocas soluciones efectivas para ponerle fin al conflicto cayendo en la actualidad en una lucha de desgaste y diplomático en diferentes esferas de la política internacional.
Con el retorno de Donald Trump al liderazgo de la Casa Blanca se ha intentado cumplir con su propuesta de lograr un acuerdo de paz en corto tiempo, sin embargo, ha sido de una forma muy a su estilo, siendo disruptivo e impopular, sin dejar de lado que busca la eficiencia de los actos, por lo que podría plantearse tres enfoques históricos con los que se puede comparar las acciones del presidente estadounidense con tres acciones en el período previo y durante la II Guerra Mundial, la política de apaciguamiento de Neville Chamberlain en 1938, el pacto Ribbentrop – Molotov de 1939 y la dinámica de Winston Churchill quien fue un fuerte opositor al apaciguamiento y líder de la resistencia contra el nazismo, evidentemente se debe guardar las distancias entre los eventos, pero sin duda del pasado se puede aprender para evitar errores similares en el futuro.
Durante el año 1938, el primer ministro Británico Neville Chamberlain comenzaron a reunirse con el liderazgo nacionalsocialista para contrarrestar la influencia nazi en Europa y hacia el resto del mundo. Esta acción de apaciguamiento permitió a los nacionalsocialistas a crecer en cuanto a su capacidad y poder, para posteriormente expandirse con poca resistencia.
Chamberlain conversó incluso directamente con Hitler quien exigió la cesión de los Sudetes mientras que el propio Chamberlain le pidió a los checoslovacos ceder para evitar un desarrollo hacia una guerra mayor, en setiembre de ese mismo año se firmó el acuerdo de Múnich con la presencia de Chamberlain, Hitler, Mussolini y Daladier (Francia) sin la participación de representantes checoslovacos y de ese modo Alemania anexionaría los Sudetes, no deteniéndose ahí porque en 1939 ocuparía el resto del territorio, señalando una debilidad en el eje franco – británico al no lograr que el apaciguamiento tuviera efectos y poniendo en riesgo la estabilidad global.
Lo que demuestra el presidente Trump en la actualidad con el tema ucraniano tiene ciertos guiños con este modo de comportarse de la política de Chamberlain. Ha impulsado una política de apaciguamiento con respecto a Putin, ha desacreditado la política de la OTAN y debilitado la mayor alianza contra los intereses del presidente ruso de ampliar sus zonas de pivoteo en Europa, así también ha hecho movimientos de tropas en Siria y Afganistán que permitieron en algún momento cambios geoestratégicos importantes en zonas que han crecido en influencia de Moscú y recientemente ha sugerido que los Estados Unidos no defendería la zona oriental de Europa si los rusos realizaran un ataque recordando la pasividad de Chamberlain con el tema checoslovaco, por lo que los territorios ucranianos que exigen sean concesionados a cambio de la “paz”, serían el equivalente a los sudetes.
La segunda perspectiva que surge para explicar lo que acontece, es la del pacto soviético – nazi. El 23 de agosto de 1939 los ministros de Relaciones Exteriores de la Alemania Nacionalsocialista y la Unión Soviética (URSS) respectivamente, Joachim von Ribbentrop y Viacheslav Mólotov, firmaron un pacto de no agresión que intentaba a la vez generar una división de facto de las zonas de influencia en la Europa Oriental, en una forma de contrarrestar las políticas de “espacio vital” que el gobierno nazi intentaba impulsar. Alemania invadiría Polonia por el Oeste y la URSS el Este polaco, las zonas bálticas y partes de Rumania y Finlandia.
Con la invasión alemana sobre Polonia en setiembre de 1939 se dio inicio a la Segunda Guerra Mundial. Mientras tanto, la URSS realizó su parte el 17 de setiembre del mismo año cumpliendo su parte con el pacto. Sin embargo, el pacto se rompió dos años después cuando el régimen nazi decidió lanzar la operación Barbarroja y atacar la URSS, impulsando en aquel momento a los soviéticos a aliarse con el eje occidental para derrotar a los nazis quienes tenían su propia agenda y los soviéticos fueron aliados temporales, pero enemigos jurados del régimen.
En la situación actual entre Rusia y Estados Unidos con respecto a Ucrania, el presidente ruso busca recuperar su esfera de influencia como lo hacía Stalin en 1939, con las manifestaciones de Trump de darle la espalda a la OTAN y de no seguir brindando soporte a Ucrania, lo cual podría ser similar al abandono de Polonia por parte de las potencias occidentales.
Stalin y Hitler se repartieron Europa del Este. Trump podría permitir que Putin mantenga el control del territorio ocupado en Ucrania a cambio de mantener estabilidad con Moscú, el acceso a tierras raras para su consumo industrial y por qué no, contrarrestar la amenaza china que se ha convertido en el principal mercado de los productos rusos desde las políticas de embargo y boicot occidentales.
Las negociaciones entre Trump y Putin en Riad sobre Polonia se asemejan a las negociaciones entre Hitler y Stalin por Polonia, en este caso, el recorte de ayuda militar que el gobierno estadounidense aplique sobre Ucrania podría eventualmente ponerlo en una condición de vulnerabilidad frente a las acciones rusas de expandirse en los territorios ocupados ucranianos, lo que a la vez podría debilitar el equilibrio de poder europeo ya que incluso hay otras zonas que podrían estar corriendo peligro como las salidas bálticas como el corredor de Suwalki entre Lituania y Polonia que conecta Bielorrusia con el Oblast de Kaliningrado que es un enclave ruso en la zona Báltica, convirtiéndose como señalan algunos en un “Talón de Aquiles” para el empoderamiento de la OTAN, que suma entre sus filas a los gobiernos lituano y polaco.
El último caso importante de considerar fue el comportamiento del ex primer ministro británico, Winston Churchill, gran líder contra el nazismo en su momento. Fue un gran opositor a la política de apaciguamiento de Chamberlain hacia Hitler, se transformó además en el líder de la resistencia contra el expansionismo nacionalsocialista, y mantuvo al Reino Unido en la guerra incluso cuando estuvo solo frente a Alemania entre los años 1940 y 1941.
Churchill fortaleció la alianza con Estados Unidos y la URSS para lograr la derrota de la alianza del eje, así como también fue un defensor de la OTAN en la época de post guerra. Mantuvo hasta el final una postura inquebrantable contra el nazismo y entendió que la relación con los soviéticos era temporal porque ellos también serían una amenaza futura.
La postura permisiva del presidente estadounidense estaría siendo vista como una señal de debilidad por algunos de sus aliados y sus acciones que debilitan a la OTAN podría motivar a Rusia en continuar expandiéndose en las zonas que los rusos consideran su “espacio vital” en contraposición a la organización atlantista, quien estaría corriendo mayores riesgos debido a la decisión del actual gobierno de Washington de darles mayores garantías a sus acciones sin exigir nada que realmente pueda brindar un verdadero alto al fuego y eventualmente una salida pacífica a este conflicto desarrollado desde el 2022.
Si Donald Trump no empieza a enviar señales que esto efectivamente es una jugada para debilitar la posición de Putin y llevarlo hacia un terreno donde tenga que ceder y crear un nuevo panorama, la incertidumbre seguiría apoderándose de sus aliados y los llevaría a tener que replantear su modelo de alianza dejando por fuera el liderazgo estadounidense o reformular otro esquema multilateral que devuelva esa confianza.
Por otra parte, si el presidente estadounidense está jugando en una especie de ajedrez con sacrificio de piezas clave, habría que comprender ¿cuáles son las piezas por las que Putin estaría dispuesto a sacrificar por lograr sus objetivos en Ucrania?, ¿será acaso que Irán es esa pieza que Moscú estaría dispuesto a dar a cambio y por esta razón el acuerdo fue negociado en Riad y además el hecho de que Putin se ha desentendido relativamente del colapso del eje iraní en Oriente Medio? Evidentemente esto último es especulativo, pero podría ocurrir que con tal de alejar a los rusos de su dependencia con China y acercarlo a un punto medio, decidan hacer un juego de sacrificios donde empiecen a tomar posiciones estratégicas y a ser permisivos el uno con el otro pensando que así retornarían a un mundo más “equilibrado” donde hay dos cabezas principales y de ahí hacia abajo el resto deba moverse en virtud de esos dos.
Si esto fuera así, habría un pésimo planteamiento que ignoraría la importancia del multilateralismo en la época actual y los planteamientos actuales donde se le da prioridad a las alianzas entre actores estatales y no estatales, intentando devolvernos a un período al estilo de la Guerra Fría que no solamente sería anacrónico sino altamente peligroso al no contemplar cómo los cambios sociales, políticos e incluso tecnológicos pueden sumergir con una velocidad vertiginosa al planeta en una guerra con alcances mucho peores que los experimentados en los períodos planteados a lo largo de este documento.
De más no está señalar que si el plan de Trump sale mal no solamente estaría comprometiendo el liderazgo de su país como principal potencia mundial, sino que estaría dejando a su suerte al bloque occidental, en particular si se tiene claro que en cuatro años habría un cambio de liderazgo en Estados Unidos y no sería necesariamente la continuidad del presidente actual, por lo que cualquier cambio abrupto no solo los llevaría a un eventual colapso sino a propiciar finalmente el despegue que requiere China para asumir ese papel que desde hace tiempo coquetea.
Finalmente, debe quedar claro que el mundo actual es mucho más complejo en cuanto a los liderazgos de lo que fue en la época entre guerras, que hay países que ostentan y buscan liderar en sus propias regiones, entonces no solo se debe pensar en lo que intenten hacer los hegemones, sino también potencias medias, potencias emergentes y proxys, como hacen por ejemplo India, Japón, Corea del Sur en las regiones asiáticas, Canadá, Brasil, México en América, Sudáfrica, Nigeria y Egipto en África o Israel, Irán, Arabia Saudita y Turquía en Oriente Medio.
Por esta razón, la idea de repartirse la influencia global para sacar de la ecuación a China, podría no ser la mejor estrategia, por lo tanto, habría que seguir de cerca lo planteado por el presidente Trump en este tipo de movimientos que está realizando, un paso en falso y el golpe podría ser nefasto y el apogeo del gobierno de Beijing una realidad en cuanto al dominio de su influencia sin la necesidad de entrometerse abiertamente en la política de otros países como si lo hacen Rusia y EEUU.