Día Mundial de la Alimentación: Derecho a la alimentación para una vida y un futuro mejores, ¿es realmente posible?

» Por Dra. Mally Vásquez Carvajal - Colegio de Profesionales en Nutrición

La alimentación es un derecho humano reconocido internacionalmente, que implica el acceso en todo momento a alimentos adecuados, suficientes, nutritivos y de calidad para que todas las personas puedan tener una vida activa y saludable. Pero más allá de ser una necesidad básica, este derecho es determinante para el logro del desarrollo social, la sostenibilidad del planeta y particularmente, de la dignidad humana, porque se vincula directamente con el derecho a no sufrir hambre.

No obstante, esto no es sólo una cuestión de hambre o pobreza, sino que nos brinda la oportunidad de abrirnos hacia un futuro más justo, equitativo y sostenible. Resulta inconcebible y paradójico a la vez, que en pleno siglo XXI, millones de personas sigan sufriendo hambre cuando se pierden mil millones de platos de comida al día.

Esto sólo demuestra que las soluciones tradicionales no han sido suficientes para abordar los determinantes estructurales del problema. ¿Qué pasaría si empezamos a considerar el derecho a la alimentación no sólo como una cuestión de justicia social, sino como una oportunidad de innovación y transformación radical?

Si bien es cierto, a lo largo del tiempo, el hambre y la inseguridad alimentaria han sido atendidos con ayudas humanitarias, programas de emergencia o permanentes, que incluyen la dotación de alimentos preparados para el consumo y/o para ser elaborados y consumidos en los hogares. Pero, ¿realmente estas soluciones y respuestas son suficientes para atender el derecho a la alimentación para una vida y futuro mejores? El verdadero reto es crear sistemas alimentarios que no dependan sólo de este tipo de ayudas, sino de la capacidad de las comunidades para ser autosuficientes y resilientes.

Es aquí donde la innovación tiene un papel fundamental. La tecnología, la ciencia e incluso la inteligencia artificial pueden ser empleadas de forma responsable y sostenible, para evolucionar hacia nuevas formas de producir los alimentos y, por ende, lograr un impacto positivo en la seguridad alimentaria. No podemos olvidar que detrás de cada solución tecnológica debe existir un compromiso ético y social que ponga en primer lugar a las personas y al medio ambiente.

En este sentido, es importante recalcar que el cambio climático ha evidenciado que los sistemas alimentarios actuales son insostenibles. La agricultura desmedida, la deforestación y el uso masivo de fertilizantes químicos están dañando los suelos, reduciendo la calidad de los alimentos y contaminando y reduciendo las fuentes de agua, todo en favor de una producción alimentaria que, contradictoriamente, no satisface el hambre de todas y todos.

En esa misma línea, no podemos seguir viendo al “derecho a la alimentación” como un simple acto de acceso a las calorías suficientes para sobrevivir. Más bien se hace necesario evolucionar hacia un enfoque más amplio donde se garanticen alimentos nutritivos, de calidad, conforme a los gustos y preferencias, que sean culturalmente aceptables y producidos de manera sostenible. Es decir, no es solamente pensar en que todas las personas tengan lo suficiente para comer, sino que la forma en la cual se producen y consumen los alimentos, sea compatible con la protección del medio ambiente y la salud pública.

Pero ¿todo lo mencionado anteriormente y el asegurar el derecho a la alimentación para las presentes y futuras generaciones es una responsabilidad exclusiva de los gobiernos locales y centrales? Si lo analizamos detenidamente y recordamos la frase de “hacer lo que nos corresponde en nuestro metro cuadrado”, la respuesta sería “no”.

Todas y todos podemos contribuir con acciones como:

  • Comprar solamente los alimentos que vamos a consumir para reducir el desperdicio y el impacto en la producción de gases de efecto invernadero que, a su vez, son causantes del cambio climático que afectan la producción de alimentos.
  • Preferir los alimentos producidos de forma sostenible y que aplican la economía circular, donde hay una mínima generación de residuos y los recursos son reutilizados de forma eficiente.
  • Educarnos e informarnos sobre el origen y contenido nutricional de los alimentos que vamos a consumir, porque todas las personas tenemos el derecho a saber lo que estamos comiendo, de dónde proviene, la forma en la cual fue producido, cómo afectan o benefician a la salud y cómo se puede contribuir a un sistema alimentario más sostenible.
  • Y finalmente, ¿qué tal si compartimos nuestros alimentos o las preparaciones que hemos realizado, con personas de nuestro barrio o comunidad que sabemos no están accediendo a su derecho a la alimentación?

El derecho a la alimentación es mucho más que satisfacer el hambre de las personas, el “llenar pancitas” o un mecanismo de supervivencia. Es la base para una vida digna, de calidad para todas y todos y para asegurar un futuro justo para las siguientes generaciones. Los avances tecnológicos deben ser una oportunidad para transformar nuestros sistemas alimentarios, desde su producción hasta su consumo, pero con ética, responsabilidad y sostenibilidad, que permitan realmente dar cumplimiento al derecho a la alimentación a todas las personas de forma equitativa y digna, hacia una vida y futuro mejores.

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