Esta mañana, la Avenida Segunda en San José cambió drásticamente su tradicional paisaje de lunes por la mañana, para dar cabida a una masa naranja que llenó, de costado a costado, la calzada por donde no transitaron carros y motos, sino por donde transitaron voluntades vestidas de denuncia.
Son denuncias que llegan al alma, que aquejan a nuestra sociedad, que nos duelen. Son las denuncias que piden a gritos que se detenga la violencia, en todas sus manifestaciones, en contra de las mujeres.
Hoy, en la conmemoración del Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres y considerando que 11 mujeres han fallecido este año a manos de sus parejas sentimentales acrecienta la sensación de que debemos hacer mucho, muchísimo en este tema, que nuestra sociedad está en deuda con nosotras y que el país debe garantizar nuestra protección y seguridad ante este comprobado flagelo.
II PARTE: CRÓNICA DE LA MARCHA
En medio de ese reto social mayúsculo se da la coyuntura de la marcha, convocada por el Inamu y a la cual yo asistí.
Debo confesar que me generó mucha satisfacción comprobar la asistencia masiva de personas, familias e instituciones públicas y privadas que atendieron el llamado y que portando algún distintivo naranja estuvieron presentes desde antes de las 9 de la mañana en el parque La Merced.
Desde niños mostrando pancartas escritas con pilots y mostrando su repudio contra los actos violentos que atentan contra las mujeres, hasta personas y organizaciones que utilizaban la imagen de algunas de las lamentables víctimas mortales de los últimos meses, el mensaje siempre caminó sobre la misma vía: las agresiones contra nosotras deben erradicarse y frenarse en seco a partir de ahora.
El fenómeno social de la violencia en todas sus manifestaciones debe sensibilizarnos y solidarizarnos con quienes la padecen.
Son los rostros ocultos de personas que detrás de sus paredes quizás viven en carne propia la agresión y no se han atrevido a denunciar. A ellas, nuestro sistema debe responder con prontitud y apoyo coordinado.
Acciones como las que emprende la Municipalidad de Heredia por ejemplo, que cuenta con una Oficina de Equidad de Igualdad y Género son muy valiosas porque generan espacios donde pueden acudir tanto hombres como mujeres para que se pueda debatir abiertamente sobre este problema, sin prejuicios y con la mirada puesta en la prevención, que debe arrancar incluso desde el propio hogar.
Pero sabemos que para llegar al estado ideal de la no violencia se deben dar cambios consistentes en educación, en valores y en la reconstrucción de los roles que tanto hombres como mujeres tenemos ante una sociedad muy cambiante, inducida además por la revolución tecnológica.
Las cifras nos dicen mucho aún de ese gran reto que tenemos por delante, no para un futuro lejano, sino para un presente que ya lo demanda.
La violencia intrafamiliar suele esconder los episodios de agresión que marcan la vida de quienes la sufren directamente y de sus testigos u observadores.
Es de considerar entonces esos 97.401 incidentes de violencia perpetrados en los hogares en el periodo de enero a octubre de este año. Estos son casos reportados de enero a octubre de este año y que han ingresado al sistema de emergencias 9-1-1.
Si sumamos el periodo del 2017 al 2019 estamos hablando de que, en menos de dos años, la cifra suma ya 320.259…. casi 18 mil casos al mes.
Cerrar esa brecha va en sintonía con ser parte de una sociedad madura, que confía en sus instituciones y que se acuerpa con la evidente estrategia de derribar patrones de comportamiento que reflejen machismo, intolerancia y desprecio hacia la dignidad de la mujer.
Nos corresponde a todos tomar un papel activo en la propuesta de soluciones para este tema.
No se trata de una lucha de mujeres contra hombres ni viceversa. Se trata de seres humanos que hoy, a esta hora lloran en silencio por un panorama altamente desalentador.
Que las proclamas y las consignas a favor de las mujeres no se queden en la Avenida Segunda. Creo firmemente en el poder del cambio, en que el sentido de seguridad y protección llegará a cada mujer, a cada espacio de su desarrollo personal y profesional, en su faceta de empoderamiento y de reconocimiento de derechos fundamentales
Todas esas inquietudes deben resolverse en muy corto plazo y la participación de todos los sectores de la sociedad, es fundamental para comenzar a vislumbrar un cambio en ese sentido.
Mi solidaridad es para con ellas. Con los familiares de personas que han fallecido en este y en otros años; con aquellas que viven en un círculo de violencia y claman por ayuda; por aquellas que salen de sus casas y viven con el temor de regresar sin saber lo que les puede esperar, por las que son madres, abuelas, trabajadoras, estudiantes. Por todas y cada una de ellas es que expreso mi solidaridad.
Pensemos en un día como hoy justo como una oportunidad que de la conciencia pasemos a la acción, del llamado al ejemplo, de la retórica a la comprobación misma. A la certeza que nos llena de energía salir a la calle y gritar a los cuatro vientos: NUNCA MÁS, NI UNA VÍCTIMA MÁS.
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