De entrada, ninguna de las dos, ni más deuda pública barata ni más deuda pública cara.
No más préstamos ni más impuestos para los costarricenses. Mejor, eficiencia y, más y mejores controles del gasto público.
Ya tenemos demasiados gastos sin control: pensiones de lujo, salario escolar, privilegios de convenciones colectivas, repúblicas independientes, el FEES, caso cochinilla, caso diamante, en fin.
Ahora que se ha puesto de moda, el cuento de que es mejor pedir perdón que pedir permiso, entonces es mejor ir a la segura. No es desconfianza, es precaución.
En vez de compromisos difíciles y riesgosos de cumplir, a mediano y a largo plazo, mejor sólo cubrir las deudas año a año, con cumplimiento de compromisos, más fáciles de verificar, año a año.
Se ha hablado de seis mil millones, de doce mil millones y de catorce mil millones de euros. Demasiados miles de millones. Es más fácil decirlo, es más fácil pedirlos y hasta conseguirlos. Lo difícil es hacer un buen uso de esos miles de millones y más difícil aún, pagarlos, aunque los tengan que pagar otras generaciones.
Lo grave de la deuda pública es que los préstamos los piden unos, los gastan otros, pero, terminamos pagándolos todos los demás.
Más seguro, paso a paso, año a año. Mejor, mil quinientos millones de euros para el 2023. No es desconfianza, es precaución.
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