Costa Rica es una República democrática: robusto Estado de Derecho, gobierno popular, alternativo, representativo y participativo, electo libremente por sufragio universal y secreto, que exhibe un veterano y desgastado sistema de partidos. Igualmente, se sustenta en la división de tres poderes independientes -selectivamente colaborativos- con sus mutuos contrapesos y controles externos e independencia constitucional en la rectoría electoral. Nuestro país ocupó en el año 2023 el puesto 17 en el Índice de Democracia de 165 países evaluados, que construye desde el 2006 “The Economist”.
La prestigiosa revista Londinense publica dicho índice considerando encuestas a expertos en países miembros de las Naciones Unidas (ONU), y los resultados se basan en 60 indicadores agrupados en 5 categorías: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación y cultura política; las calificaciones de estos atributos se promedian y los países reciben una puntuación de 0 a 10 que define su posición en el “ranking”.
De acuerdo al puntaje obtenido de mayor a menor, la democracia como régimen en cada país se considera plena, imperfecta, híbrida y autoritaria. De América Latina solo Uruguay y Costa Rica -con nota de 8.29 nuestro país- son democracias plenas de los 24 países que alcanzaron esa misma distinción a nivel mundial.
Por su lado, en el Índice Global de Felicidad que edita anualmente la ONU, Costa Rica se situó el año pasado en el primer lugar de América Latina, y en el puesto 23 de 157 países evaluados. Este índice analiza: PIB per cápita, apoyos sociales, esperanza de vida saludable, libertades, generosidad y percepción de corrupción. Disponible en: worldhappiness.report.
El Reporte Global de la Felicidad en marzo de 2024 confirmó la primera posición del país en Latinoamérica, así como la número 12 del mundo subiendo 11 lugares en la percepción de la gente sobre su vida en general, bienestar y los citados factores. Para este registro hasta los 30 años los jóvenes son los que más felicidad perciben, mientras que los mayores de 60 experimentan lo contrario.
Costa Rica entonces es una democracia plena con los habitantes más felices de Latinoamérica, y estos logros no son nada despreciables si se tienen en cuenta aquellos atributos políticos y socioeconómicos valorados, pero hay evidencia en estas dimensiones de que no todo es dulce. A continuación, se menciona solo algunos asuntos que lo comprueban.
- Monopolio del estéril paraíso partidista. Solo a través de partidos políticos la ciudadanía puede organizarse y postularse para puestos de elección popular, ya que constitucionalmente no están permitidas las candidaturas independientes para la Presidencia y diputaciones, y legalmente están vedadas para cargos municipales. Asimismo, para las diputaciones la gente no vota por candidaturas individuales, sino por nóminas o listas cerradas prefabricadas por los partidos en controversiales asambleas nacionales; la gente dejó su lealtad y de creerles.
- Partidos oligarcas y déficit de representación. Porque se convirtieron en afinadas máquinas electorales que se desconectan de las personas después de cada elección, férreamente dominadas por grupos de intereses limitados que no renuevan dirigencias, liderazgos y candidaturas, y aunque hace rato se produjo la ruptura del bipartidismo, así como un aumento de agrupaciones reflejado en el multipartidismo legislativo, la política pública que ha de procurar el mayor bienestar no fluye volviendo pobre la representación.
- Excepcional revocatoria de mandato. Pese al déficit de legislación sustantiva, a la proliferación de partidos, la reiterada desconfianza de la gente en ellos por la corrupción de políticos y autoridades públicas electas, en Costa Rica solo existe la revocatoria de mandato para alcaldías e intendencias mediante plebiscito, y como juicio político raramente ha tenido lugar.
- Más partidos y menor participación electoral. La oferta partidaria sobra durante los bienales ciclos electorales, pero los planes de gobierno serios y con visión de Estado moderno escasean, determinando después promesas incumplidas. Así, la ciudadanía vota menos para formar los gobiernos locales y nacionales. En las elecciones municipales de este año el abstencionismo fue groseramente del 68%, y en la primera vuelta de las nacionales del 2022 alcanzó un histórico 40%; no obstante, se persiste en mantener separados esos comicios.
- Mucha institucionalidad, rendición de cuentas y bajo desempeño. Según MIDEPLAN, el Sector Público está compuesto por 332 entidades públicas, pero este intocable ecosistema institucional no ha significado gobernabilidad ni gobernanza. La rendición de cuentas y controles están institucionalizados, aunque parecen escogidas las denuncias que se hacen por actos irregulares, y más selectas las que llegan a juicio y terminan con una condena. Además de esta impunidad, enquistadas élites y cuestionables mandos medios en puestos claves, impiden el derecho a un buen gobierno y a una mayor prosperidad.
- Problemas heredados. Cada cambio cuatrienal de gobierno viene acompañado de similares o peores registros de problemas acumulados, que afectan negativamente a las personas: seguridad, salud, educación, desempleo, pobreza, canasta básica, regresión tributaria, déficit de vivienda popular, más desigualdad y rezagada obra pública, por mencionar algunos de los que han impedido que Costa Rica alcance más desarrollo; las instituciones no han bastado para
Bien por el régimen democrático y la sensación de buen vivir, pero el desfase respecto al frágil rendimiento institucional por esas deudas estructurales, afecta la calidad democrática. ¿Una ciudadanía más consciente sabrá cobrarlas cívicamente?