Cuidemos el agua

» Por Mons. José Manuel Garita Herrera - Obispo de Ciudad Quesada

Una declaratoria de emergencia ante la escasez de agua en muchas de las regiones de Costa Rica, debe ser motivo para que, de una vez por todas, cuidemos del líquido vital, pensando en el presente, en las personas más pobres y desde luego, pensando en las futuras generaciones.

El presidente de la República, Carlos Alvarado Quesada, firmó el decreto el pasado 23 de julio, poniendo especial énfasis de la declaratoria de emergencia en todos los cantones de Guanacaste, además de Coto Brus, Esparza y el cantón central de Puntarenas; Upala, Los Chiles, Guatuso, y San Carlos de Alajuela; así como los cantones central y Oreamuno de Cartago, y Puriscal, en la provincia de San José.

La intención, afirman las autoridades gubernamentales, es que con este decreto se movilicen recursos, se ejecuten acciones y se atiendan precisamente las poblaciones más necesitadas para reactivar la actividad agropecuaria.

Ya en Laudato Si’, el Papa Francisco, nos alertaba hace cuatro años: “Una mayor escasez de agua provocará el aumento del costo de los alimentos y de distintos productos que dependen de su uso. Algunos estudios han alertado sobre la posibilidad de sufrir una escasez aguda de agua dentro de pocas décadas si no se actúa con urgencia. Los impactos ambientales podrían afectar a miles de millones de personas, pero es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo” (numeral 31).

Además de la iniciativa del gobierno, es responsabilidad de todos cuidar de este líquido vital. Debemos poner el acento en prácticas que nos lleven a no desperdiciar el agua, a cuidar el preciado recurso natural y a denunciar todas aquellas formas que atenten con la disposición de agua.

“El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos”, menciona el Santo Padre (Laudato Si’, 30). A la vez que señala en el mismo numeral: “este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable. Esa deuda se salda en parte con más aportes económicos para proveer de agua limpia y saneamiento a los pueblos más pobres”.

Que esta declaratoria gubernamental nos permita empezar a enfocarnos más en problemas reales que sufre nuestra sociedad, problemas reales que ocurren a nivel mundial y que, de los cuales, no estamos exentos.

Si en algún momento pensamos que el agua nunca nos faltará, es hora de meditar y tomar acciones. Nuestro compromiso con la naturaleza, con el cuidado de nuestra Casa Común, no puede esperar.

Como cristianos estamos llamados a administrar de la mejor forma los recursos que Dios ha puesto en nuestras manos. Esta “es una responsabilidad que debe crecer, teniendo en cuenta la globalidad de la actual crisis ecológica y la consiguiente necesidad de afrontarla globalmente, ya que todos los seres dependen unos de otros en el orden universal establecido por el Creador” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 466).

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