Cuenta siempre conmigo

Muchas son las anécdotas de perros que, ante la desaparición física de su dueño, han permanecido bien a la espera del último lugar donde se separaron o en la tumba de su amo, siendo estos los casos de Hachikō[1], can que solía acompañar al profesor Hidesaburō Ueno, a la estación para despedirse allí todos los días cuando su dueño iba al trabajo y, al final del día, volvía a la estación para recibirlo.

Rutina que continuó sin interrupciones hasta el 21 de mayo de 1925, cuando el profesor Ueno sufrió una hemorragia cerebral mientras daba sus clases en la Universidad de Tokio, y murió.

Esa tarde Hachikō corrió a la estación a esperar la llegada del tren de su amo, y no volvió esa noche a su casa. Se quedó a vivir en el mismo sitio frente a la estación durante los siguientes 9 años de su vida. El 8 de marzo de 1935, Hachikō fue encontrado muerto frente a la estación de Shibuya, Japón, tras esperar infructuosamente a su amo durante casi 10 años.

Otra emotiva historia es la de Capitán, perro mestizo de pastor alemán que desde enero del 2007 vigilaba la tumba de su dueño en un cementerio de Córdoba, Argentina. A los 16 años de edad, ya enfermo, Capitán falleció en el mismo cementerio en que velaba a su dueño.

Esta última historia, nos deja un increíble ejemplo de lealtad y amor, más allá de la muerte.

Si bien resultan ejemplos extraordinarios de la vida real, que nos llaman la atención, podemos profundizar a partir de la definición de Lealtad[2], como valor.

“Sentimiento de respeto y fidelidad[3] a los propios principios morales, a los compromisos establecidos, hacia alguien”

Lealtad es sinónimo de nobleza, rectitud, honradez[4], honestidad, entre otros valores morales y éticos que permiten desarrollar fuerte relaciones sociales – como ha de ser la relación de pareja – y/o de amistad en donde se creen un vínculo de confianza muy sólido, manteniendo un lazo fuerte entre las partes y automáticamente se genera respeto en los individuos.

En cuanto a características de una persona leal, te detallo algunas:

  • Siente la obligación de cumplir con lo pactado sea con otra persona, u una organización.
  • Se expresa mediante el apoyo, gratitud y compañerismo.
  • Poseer una buena comunicación para expresar lo que siente y piensa, aunque se esté de acuerdo o no.
  • Son firmes. Actúan de la misma manera de la que habla.
  • Son constantes, que tienen seguridad en sí mismos, en lo que hacen y no se rinden fácilmente.

¿Qué sucede cuando una empresa, institución no logra empoderar a sus empleados rayando con ello en lo desleal, cuando no incentiva, cuando no ofrece opciones de crecimiento interno, cuando no tiene en cuenta el personal de las áreas más sensibles, sin menospreciar al resto de las dependencias?

Un empleado a disgusto, frustrado, que no tiene voz ni participación real en el desarrollo de sus funciones, que desempeña sus actividades casi de manera automática jamás generará un vínculo real con su trabajo, de aquí la posibilidad de renunciar – aunque pase a ocupar un nuevo empleo de menor cuantía -.

Para el centro de trabajo, la pérdida de un empleado cualificado, representa un coste muy alto para la misma que impacta en toda la estructura.

Un gerente, un director, un empresario, ¿desea mitigar la rotación de su personal, mantener equipos de trabajo motivados y alcanzar los objetivos de su organización de la mano de todos sus colaboradores? Primero, fomente la lealtad en su entorno laboral o académico, para lograr que su personal le sea leal.

No dudo que la lealtad de Hachikō y Capitán se debió al cuido, amor, amabilidad, cariño que le fueron proporcionados.

Nota: el presente artículo forma parte del e-book VALORES 2, en proceso de elaboración.

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[1] Actualmente se lo conoce como Chūken Hachikō, ‘el perro fiel Hachikō’ (hachi: “ocho”; kō: sufijo utilizado por duques de la antigua China; de este modo, el nombre Hachikō podría traducirse como “Señor Ocho”). Su historia fue adaptada en 1987 en la película japonesa Hachiko Monogatari, así como en 2009 en la versión estadounidense Siempre a tu lado.

[2] Proviene del latín “legalis” que significa “respeto a la ley”.

[3] Analizado en el artículo X. ¿Confías en mí?

[4]  Analizado en el artículo XI. Ese día me sentí mejor

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