El valor de cualquier institución pública es una enorme interrogante. Lo que más sabemos es que se han creado y aún sobreviven, porque se alimentan de muchas relaciones obligatorias con el gobierno y con todas las demás instituciones públicas.
Debe ser demasiado diferente la situación económica de una institución pública, si se tienen que excluir esas relaciones obligatorias. Un banco público debe ser demasiado diferente a un banco privado sobre todo en el origen de los fondos.
Ya son varias las veces que los gobiernos de turno nos han propuesto esa opción. Claro, proponen esa idea sin ningún detalle ni explicación. Debe ser por eso que se ha quedado en nada, en las ocasiones anteriores.
Y una inversión minoritaria, sin poder de decisión, tampoco debe ser atractiva para inversionistas de grandes ligas.
Seguimos esperando propuestas reales de reactivación económica. Y el Poder Legislativo aún sigue también paralizado.
Pero la solución para Costa Rica es mucho más sencilla. Sólo hay que controlar por fin, el enorme gasto público. Fugas y más fugas por todas partes de los recursos públicos: casos cochinilla, casos diamante, privilegios salariales, pensiones de lujo, salario escolar, repúblicas independientes, etc, etc, etc.
De lo contrario, nunca van a alcanzar ni más impuestos ni la enorme, creciente, inmanejable e impagable deuda pública.
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