A veces cuando tengo tiempo para reflexionar acerca de lo que veo, siento, disfruto sin que nadie me observe, sonrío; ¿motivos? Acaso, ¿estaré dejando de ser cuerdo? No creo, aunque si alguien me viese pensaría que sí, o al menos te pregunte «¿De qué te ríes?»
¿Respuesta? «de nada, solo pensaba», que a veces quisiera decirlo, pero al ser una reflexión -Pensamiento o consideración de algo con atención y detenimiento para estudiarlo o comprenderlo bien-, suelo no compartirlo, algo así como de uno, particular, propio.
No obstante, doy mi brazo a torcer y les comparto algunas experiencias que me provocan sonreír, más allá del provecho fisiológico, la salud, tales como: ayudar a calmar y tolerar el dolor, la salud cardiovascular, reducir la presión arterial y activar la circulación sanguínea, aumentando con ello la oxigenación de la sangre.
Cuando veo los logros de una persona que “crece” laboral y profesionalmente con mucho esfuerzo; cuando los estudiantes te agradecen más allá de la exigencia, el haber provocado cambios de conducta para bien, como parte de la clase que impartes; cuando me encuentro personas a los que le di clases (10, 20, 30… años después) y te lo agradecen.
Cuando recibo un correo, una foto, un video, una voz, de alguien a la que quiero o estimo (sea familiar, amigo/a); cuando aprecio a mis mascotas que juegan, que suben al sofá y se colocan en posiciones donde evidencian descanso, des estrés, o acuden a ti o van detrás en búsqueda de algo de comer o leer en sus ojos «¿por qué hoy no nos sacas a pasear?»
Cuando no se rompe una amistad, producto de las discrepancias ¿políticas?, primando el respeto y la conciliación; cuando se ayuda a quién la requiere sin esperar beneficio alguno; cuando presencialmente recibes un beso, un abrazo de la persona que quieres, acompañado de «¿cómo te fue hoy en el trabajo o la escuela?»
Cuando sientes –a pesar de los vaivenes propios de la vida, con altas y bajas- que en los años vividos el fiel de la aguja de la balanza se ha inclinado más al platillo de hacer el bien; cuando sabes que aún puedes seguir haciéndolo a pesar que tu entorno puede haber cambiado, mediante un consejo, una sugerencia, una recomendación, sin que no necesariamente recibas la respuesta de su utilidad.
Cuando escribes y compartes, aunque nunca conozcas al lector y consideras que puedes haber hecho algo positivo, porque su respuesta en este caso es me gusta (like) o lo comparte, o no da señales de vida; cuando eres escuchado a través del podcast en países que no sé cómo llegó allí y que para colmo debo recurrir a la búsqueda cualquiera sea la plataforma digital, para ver dónde queda.
Cuando sabes que una persona enferma se ha recuperado; cuando a pesar del dolor que un ser querido ha fallecido, pero estando en vida compartiste momentos espectaculares, inolvidables.
Cuando sumo los cuándos anteriores a modo de resumen y producto de ello curvo la boca hacia arriba como si fuese a reír, pero levemente y sin emitir ningún sonido evidenciando una sonrisa, lo que me hace pensar una vez más que sonreír constituye una muestra de felicidad.
Un consejo: ¡Sonría!