Ante la escritura de un texto de la asignatura de Sociología, en el mismo se mencionaba como parte de la Sociedad, el etnocentrismo, término no muy poco común en ser mencionado, pero sí tal vez aplicable a las personas que por razones diversas hemos sido emigrantes y que con mucha razón “arrastramos” la cultura del país de origen (modismo al hablar, la comida, la música y otros gustos), donde cuesta adaptarse a la nueva cultura que nos acepta y que tratamos de “digerir”
Para tratar de profundizar un tanto más recurriré a la definición de etnocentrismo, entiéndase: “Actitud del grupo, raza o sociedad que presupone su superioridad sobre los demás y hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar y valorar la cultura y los comportamientos de esos otros grupos, razas o sociedades”
Visto o leído así las primeras palabras que se me ocurren es la evidencia de un cierto nacionalismo, pero que constituye una verdad evidente, que para donde vayamos la cultura debe ser respetada y no repudiada. Legalmente las leyes han de amparar a los ciudadanos de su país, que si se contradicen en la forma de pensar, en las creencias, en la forma de convivir y otras siendo diferentes a donde nacimos y nos educamos, lo mejor será adaptarse y poco a poco ir asimilando el nuevo entorno social y sus costumbres, no hay de otra.
Sin embargo hay algo que sobre pasa, supera la cultura de un país o de cualquier país y lo es y ha sido la pandemia que daña significativamente a los miles de millones de habitantes de nuestro planeta y es el COVID-19.
Menciono miles de millones de habitantes, porque no solo afecta a la persona asintomática, más a los que han resultado positivo y qué decir de los familiares, donde estos últimos se ven “amenazados” por el riesgo de continuar la cadena de contagio o en el peor de los casos la muerte de un ser querido.
Hoy las esperanzas crecen ante el surgimiento de vacunas, pero desesperanzas cuando somos latinos y vivimos en países del tercer mundo o irónicamente llamados países en desarrollo, cuando la dependencia sigue siendo la misma “de lo que sobre” nos lo harán llegar.
Una vez más han sido “desnudadas” las instituciones del sector salud, a pesar de la respuesta más que brillante del personal de salud, de impecable comportamiento, incansables, pero también ha fallado el comportamiento de las personas que salen a la calle sin cuido alguno a pesar del descenso en algunos países del contagio y en otros con nuevas “olas” de recrudecimiento del virus.
¿Por qué unos sí y otros no con mascarillas?; ¿por qué unos hacen uso de gel al entrar a un centro X y otros lo evaden?; ¿por qué otros se hacen los escurridizos ante el medidor de temperatura?, ¿por qué en el bus, camión o guagua, unos sin medidas de protección de las ya orientadas hasta la saciedad por los medios de comunicación?, ¡Qué decir de la realización de festejos!
Peor cuando aprecio huelgas en países del primer mundo, cuyo motivo es respetar los derechos humanos por tener la boca tapada (¿o protegida?) para poder hablar libremente y ser escuchado (¿?) y por ende que se cuide del contagio el que quiera, siendo un problema de cada cual.
Es cierto que el cuido es responsabilidad de la familia, de las personas consciente del daño para lo cual no se requiere mucha escolaridad, cuando las personas “caen como moscas”; ¿saben qué?, la educación de generaciones ha quedado en entredicho, sin distinción de clases sociales.
Hecho que me permite analizar una vez más que la Educación es vital, vital. Profesores, educadores, ¡tenemos trabajo para rato!