Uno de los grandes retos que enfrenta el Congreso Nacional, es el de consolidar una oposición corresponsable, que contribuya a que el Poder Legislativo se convierta en un órgano que colabore, fiscalice y sirva de contrapeso al Poder Ejecutivo.
La labor de la oposición, además de su imprescindible vocación de gobernar, es la de inspeccionar de cerca al gobierno de turno, controlar sus procesos, ser un contrapeso, una alternativa, una esperanza de continuidad y la de denunciar a instancias judiciales cuando sea necesario.
En otras palabras, una oposición que ayude a construir los grandes acuerdos, una oposición parlamentaria fuerte y vigorosa que garantice no sólo el derecho al disenso de las minorías, sino que se constituya en un verdadero poder institucionalizado.
Es claro que la buena oposición no es la que busca entorpecer, poner palos en la rueda ni frenar, sino aquella que busca la transparencia en su labor, proponer alternativas edificantes y aportar la crítica constructiva y su importancia radica en que, si hay una buena oposición, la garantía de la legalidad está asegurada.
Los gobiernos requieren crítica, necesitan ojos que cuestionen, que pregunten, que se opongan. Sólo en el debate, las ideas crecen y es posible enriquecerlas. La oposición debe ser capaz de concertar y presentar ante el pueblo, una propuesta de programa que exprese la lucidez en su interpretación de la historia nacional, y que sea de verdad una lectura, una visión y una acción alternativa frente a la del oficialismo.
La democracia requiere oposición. “La democracia requiere pluralismo y el reconocimiento de que es necesario encontrar términos justos para convivir como ciudadanos libres e iguales. Un correcto ejercicio del poder político podrá existir cuando la oposición dirija la crítica también hacia sí misma.
En política no solo son importantes las acciones, sino que también es fundamental el discurso desde el cual se legitiman las acciones. Un buen discurso legitimador de acciones genera mística para atrapar emocionalmente a los potenciales votantes, y permite superar contradicciones manifiestas en la construcción política.
Con la presencia de una oposición política pensante y responsable, se ejerce la tarea de controlar la acción gubernamental como una de sus funciones primordiales. Adicionalmente le corresponde impulsar propuestas para el control y la orientación política que le permitan ejercer una supervisión detallada del Ejecutivo, que contribuya a la consolidación y fortalecimiento de nuestro sistema democrático.
Costa Rica debe reajustar el funcionamiento del congreso a las nuevas realidades. Esto supone un Poder Legislativo fuerte, vigoroso, fuera de la órbita presidencial, que sea capaz de ejercer por la vía del control parlamentario y de sus instrumentos, un verdadero contrapeso al Ejecutivo.
Finalmente, una oposición muda, torpe o ausente deja el camino libre para que las decisiones respondan únicamente a los intereses de un grupo político.