Con el ánimo de construir en momentos en que la tendencia nacional ciertamente parece decantarse por la división, la confrontación, el caos y la destrucción, sugiero algunas ideas que pudieran servir de insumos para debatir entre grupos y personas, acerca de lo que podría ser una posición nacional para enfrentar la realidad complicada que vive el país.
PRIMERO Hay que partir de una primera constatación. Estamos frente a una crisis severa. La situación que se observa, es la de una crisis sistémica de carácter integral inserta en la realidad nacional. A diferencia del pasado no se trata de una crisis localizada. La crisis que tenemos es de nuestra democracia total. Como sociedad hemos venido comprando todos los números de la lotería, y ya nos sacamos el “premio”. Padecemos la acumulación de malas gestiones de política pública de todos los colores, viejas y nuevas, de envejecimiento y disfuncionalidades institucionales, de postergación a soluciones necesarias, de un engorde de privilegios en algunos sectores, de una pérdida del alma nacional, de políticas fiscales desacertadas para la gente, de corrupciones rampantes, de infraestructuras deterioradas, de cierto periodismo mediocre y asociado, de partidos y dirigentes sin liderazgo edificante, de un abandono de la ruralidad donde está la gran reserva moral de nuestra patria, de una cultura debilitada, y lo más grave, de una pobreza y de una desigualdad vergonzosa que se profundiza a diario.
Si aceptamos todo esto como cierto, la primera idea es que para atender la mega-crisis general y total que padecemos, la medicina tiene que ser global e integral, lo cual implica que la visión política para su atención no puede ser de remiendos, ni atomizada, ni parcelada, ni tampoco impuesta, ni ausente de dialogo. Tiene que tratarse con una visión holística porque la enfermedad ha permeado los poderes y también la sociedad. Poco se va a resolver con cambiar presidentes, diputados o ministros, porque el problema es más grande. Tampoco nada se va a resolver con echar a diario la culpa al pasado, y enfrentar los personajes de turno que gestionan la institucionalidad, porque la crisis es mucho más que eso. Ni siquiera con reformas parciales constitucionales. El tamaño del problema que tiene el país es mucho más grande. No es tampoco un asunto de referendos sobre temas bastante livianos de la administración, los cuales podrían resolverse con buenas capacidades de entendimiento en las instancias respectivas.
Es la hora de pensar todos en serio y en grande. El país requiere de una nueva organización estructural democrática, enfatizo democrática, no autocrática, sin miedos, sin amenazas y sin fantasmas. Organizar el país de manera diferente, título del libro que escribí años atrás, es una necesidad imperiosa, porque con la organización actual que tenemos no hay manera de salir.
Nuestros dirigentes públicos, privados y sociales, tienen que pensar en soluciones grandes, concatenadas e integrales, pero conversando entre ellos como debe ser en una sociedad civilizada. Muchas de las necesidades que se reclaman podrán atenderse cuando el todo sea refrendado, pues a la visión global hay que hacerla acompañar de la holográfica en la cual, en el todo están las partes, y en las partes está el todo. Cuando vemos un joven que deja el Colegio, deberíamos ver también la institucionalidad y las faltas de oportunidad que lo excluye. En fin, la mega-crisis no se resuelve con una ley por aquí y otra por allá, o con algunas medidas administrativas, o con imposiciones y garrote, o con meros acuerdos de cúpulas partidarias, sin la participación de la población. La crisis ya llegó y está en todo el cuerpo social, político, cultural y económico, y para enfrentarla la medicina tiene que ser también integral, participativa, dialógica y democrática.
SEGUNDO Otra constatación es que la mega-crisis revela componentes internos en la ciudadanía que son muy graves, y que no se puede atender solamente con instrumentos tradicionales, legislativos o institucionales. La crisis está generando en el inconsciente colectivo una enorme separación de la población con la institucionalidad, con la autoridad y en especial con las dirigencias, las cuales no solamente son más cuestionadas, sino odiadas, irrespetadas y percibidas con desprecio. Para muchos costarricenses la política es hoy una actividad innoble y perversa. Además esa valoración se refuerza con mensajes tendenciosos, incluso con mentiras. En el cuerpo social hay grandes turbulencias psíquicas que los dirigentes desprecian en su justa valoración, y que otros las usan para su provecho egoísta de intereses personalísimos. No hay que menospreciar. La gente no es tota como algunos creen, sencillamente es que está cansada y hasta desesperada.
Si esto es también cierto, la medicina pasa por realizar actos y toma de decisiones de alto valor agregado, que recuperen la confianza y la legitimidad del sistema y de sus autoridades, pero sin shows ni personalismos mesiánicos desde y fuera del poder. Eso solo es posible con el mejoramiento sostenido del servicio público, con la congruencia entre lo que se dice y los hechos, y con el ejemplo de las autoridades públicas y privadas, dentro de un proceso de cambio cultural consciente que acompañe esas nuevas formas de gestionar lo público, las empresas y las organizaciones. La crisis que vivimos no exime a la sociedad.Muchas veces los ciudadanos exigimos de los demás conductas honestas que no practicamos en nuestra vida diaria. Por ello es urgente desarrollar herramientas y una estrategia para incorporar y consolidar una nueva cultura de responsabilidad, de solidaridad y de participación activa y seria en la sociedad. Pero el Poder tiene que ser ejemplarizante y edificante a la vez, tiene que inspirar y no solo aspirar. Es fundamental entonces que la ciudadanía se capacite para revisar el perfil de los representantes que lleva al ejercicio del poder.
TERCERO: Otra constatación, es que el país está dividido como nunca. Los empresarios halan para su lado, los gremios también, los que están en el Poder son rehenes de poderes fácticos y direccionan privilegios hacia ellos, sustituyendo élites, algunos medios de comunicación atizan el conflicto entre grupos y personajes, las redes explotan con una mezcla de odio y de noticias falsas, mentiras y post-verdades asombrosas, los partidos políticos divididos a lo interno, y poco coherentes en su accionar, y todos ellos sin estudio riguroso de la realidad, y el país a merced de los escritorios de los organismos internacionales que “sugieren leyes” y cambios culturales sin procesamiento social y sin comprender nuestra historia y cultura. El mosaico es ese. Superficialidad en todas las esquinas y a menudo analfabetismo no solo en la ciudadanía, sino en la misma clase política. El revanchismo llega por diferentes vías y se atiza a diario. El país está hecho de retazos, sin rumbo, sin un proyecto político esperanzador de bienestar, y completamente dividido en un esquema de “sálvese quien pueda”, y de apuntalar mi verdad excluyente de las demás. Se ha puesto a la ciudadanía a escoger entre los buenos y los malos, siendo los buenos aquellos que hablan siempre de los malos. Se procura que olvidemos la historia de un país que se construyó renunciando al ejército, creando parques nacionales, electricidad en todos los rincones, una clase media que fue factor de equilibrio social, un sistema de salud que fue modelo, una convivencia pacífica tolerante y democrática que nos envidiaban, una seguridad social ambiciosa, un país seguro y amistoso, en fin logros del pasado que se fraguaron con la visión de las dirigencias y en asocio con la población, que como todo en la vida necesitan correctivos y mejoras y que juntos podemos ser valientes para trabajar en ellas. Lo que hemos hecho en el pasado no es todo bueno, pero tampoco es tan malo como para tirarlo a la basura porque a alguien se le ocurre. Si eso es cierto, entonces es la hora de superar la división con una convocatoria nacional impecablemente democrática, de la representación de la institucionalidad y de todas las fuerzas y sectores, para consolidar una estrategia de propósitos y de unión en las coincidencias para salir del atolladero. Si no nos unimos, nos hundimos. Si no nos unimos vamos a perder el país.
Desde el año 2000 vengo abogando por un pacto social, como una estrategia inclusiva que contemple también la voz de la representación social organizada y del poder delegado. La crisis que tenemos no se resuelve con cofal ni con zepol, ni tampoco con aspirinas. Implica un grito de responsabilidad directo a la conciencia nacional. Llama a deponer las armas de la prepotencia y de la toxicidad de la política, para construir entre todos el Estado y la sociedad que nuestras generaciones presentes y futuras merecen. Es la hora de que hagamos un gran pacto para gestar el parto. Hay que enlazar a todos los que piensen parecido. Hay que concientizar, capacitar, educar. El proceso de tratamiento debe ser holístico, holográfico y absolutamente democrático.
CUARTO: Otra consideración deviene también de la singular gestión que lleva a cabo el señor presidente de la República don Rodrigo Chaves, quien ha generado como pocos presidentes, amores y odios entre los distintos sectores de la población. Don Rodrigo llegó a la Presidencia como fruto de un gran descontento, y de la bronca de la gente con la política y con los partidos tradicionales, y también con los nuevos, como fue el caso del PAC, que en dos administraciones no llenó la esperanza de cambio que predicó, y fue castigado por los electores con unos resultados impresionantemente desfavorables, pues en la última elección no obtuvo un solo diputado. Don Rodrigo se dio a conocer con el discurso de la anti política, aprovechando el cansancio de miles de costarricenses que se han sentido agraviados por un sistema que los está separando con una rampante desigualdad, que los margina con la pobreza y falta de educación, y de oportuna gestión de los servicios públicos, y con claros ejemplos de corrupción. Ilusionó a los costarricenses con las promesas de bajar el costo de vida, el costo de las medicinas, la pobreza, el precio del arroz, eliminar las pensiones de lujo, el precio de la electricidad, eliminar la corrupción, resolver las filas de la CCSS, mejorar la educación, reducir el empleo, reactivar la economía, entre otros objetivos. Como el período de gobierno no ha terminado, dejo al juicio de cada ciudadano que haga su propia valoración. Muchos ciudadanos apoyan al presidente y creen que durante su mandato se han hecho avances importantes, y muchos otros al contrario estiman que nada que impacte realmente la vida de los costarricenses se ha ejecutado, y que el gobierno se ha convertido en un centro de conflictos semanales y enfrentamientos con sectores, personas e instituciones del país. Hay ciudadanos que piensan que las broncas que el Presidente juró comerse no se las está comiendo, y que más bien las broncas del país, y otras que su gestión ha generado, se lo están comiendo a él.
Por otra parte, el señor presidente ha insistido, en que las mafias partidarias del pasado, refiriéndose al Partido Liberación Nacional, al Partido Social Cristiano, al Frente Amplio, y a las otras agrupaciones que tienen representación en la Asamblea no tienen voluntad para aprobar los proyectos enviados al Congreso, y que no lo dejan gobernar. Es interesante hacer notar que la mayoría de las personas de su gobierno, ministros, jefes de despachos, embajadores y otros han sido miembros de las agrupaciones corruptas que él constantemente señala en sus intervenciones. Pareciera que justamente es de los “partidos corruptos” de donde ha salido su equipo de gobierno, pues don Rodrigo realmente nunca tuvo un partido sólido de cuadros para gobernar.
Sin embargo en aras de la objetividad y de no ser mezquinos, hay que decir que el presidente ha planteado algunos proyectos que son convenientes para el país y que al menos en sus discursos ha propuesto algunas preocupaciones legítimas que deben resolverse. Proyectos como ciudad gobierno que viene del pasado, pero que don Rodrigo ha querido retomar, revisar los cánones impositivos que pagan las empresas de radio y televisión, establecer responsabilidades en las entidades supervisoras del sistema financiero que siempre llegan tarde cuando hay problemas en los regulados, proseguir con las obras de infraestructura del área metropolitana que venían de gobiernos anteriores, arreglar algunos puentes en mal estado, resucitar la idea de modernizar al Estado costarricense para que sea más eficaz y eficiente, el proyecto de hacienda digital que camina, entre otros, son propuestas que si se concretan en general beneficiarían al país.
Sin embargo estimo que el gobierno ha tenido dos falencias graves.
La primera tiene que ver con la ausencia de una asesoría de calidad en la presidencia, pues es muy cierto, que muchos de los proyectos enviados al Congreso, por ejemplo en materia de seguridad, y otros, incluyendo la más reciente, llamada ley Jaguar, han estado plagados de errores. No hay duda que el Presidente ha estado o muy ayuno, por ejemplo, de buena asesoría jurídica y política, o simplemente don Rodrigo oye, pero no escucha. Hay una impericia manifiesta en mucho de los productos jurídicos políticos que salen de casa presidencial.
La segunda falencia tiene que ver con la manera y la forma que usa el Presidente para gestionar desde la Presidencia sus competencias. Don Rodrigo exhibe un liderazgo que a todas luces es prepotente, lleno de sarcasmo, burlas , descalificaciones, saturado de violencia verbal, irrespetuoso contra quien piensa diferente, y agraviante contra los Magistrados, los Jueces, los Diputados, la Contralora de la República, los Rectores universitarios, la OIJ, el Ministerio Público, los Ciudadanos, la Prensa, y hasta sus mismos Ministros. Es muy razonable pensar que las discrepancias que pueda tener el Señor Presidente respecto del accionar de otras personas, ciudadanos e instituciones no se deben atender de esa manera. Con todo cariño hay que decir que don Rodrigo Chaves actuando así está equivocado. Puede ser que esa forma de gestión sea útil para sus finalidades políticas, pero no para enfrentar y resolver los desafíos del país. El cargo de Presidente de la República debe servir no solo para mandar sino para educar.
QUINTO: Finalmente la última consideración es que la democracia costarricense ciertamente está distante de ser perfecta. No es una tiranía como la calificó don Rodrigo, pero tampoco es una democracia sin grandes goteras. Si fuese una tiranía el mismo don Rodrigo no hubiese llegado a la Presidencia usando los mecanismos establecidos, así resguardados por el Tribunal Supremo de Elecciones.
Sin embargo es cierto que hay muchas oscuridades y zonas grises que se exhiben en nuestra organización política y administrativa, y el Presidente y otros líderes tienen razón cuando se han referido a algunas de ellas. Hay muchas injusticias, abusos, disfuncionalidades, desigualdades y pobreza en nuestra sociedad. Es bueno entonces que haya siempre una criticidad tanto en los líderes como en la sociedad. Pero esa especie de “rebelión “tiene que ser sana, y tiene que ser responsable, es decir, debe ser una rebeldía constructiva y propositiva. Debe ser la rebelión contra la violencia, no de la violencia. Es la rebelión de la solidaridad no del egoísmo. Es La rebelión de la paz, no del odio. La rebelión para la construcción del país, no para su destrucción. Hay que sembrar entonces nuevas semillas. Combatir los abusos con nuevos usos. En fin, hay que estimular el mejoramiento continuo de la sociedad y de sus instituciones, con ideas y con ejemplos que sean edificantes. Construir en el tiempo una democracia total o múltiple, es una necesidad para asegurarnos la paz social y el desarrollo de nuestras potencialidades.
Falta mucho por hacer y entre todos deberíamos de aprovechar nuestros años como ciudadanos o como representantes y funcionarios, no para pelearnos y llenarnos de odios y divisiones, sino para darnos la mano, y usar el poder del diálogo como herramienta esencial para ponernos de acuerdo, y realizar las grandes reformas estructurales que requiere Costa Rica. Debemos superar inteligentemente y sin autoritarismo las enfermedades que padece nuestra democracia. Ese es el gran desafío.
El líder que necesita y espera Costa Rica no es aquel que sea capaz de conquistar el poder e imponer su verdad, sino más bien aquel que use sus conocimientos y habilidades para guiar, orientar, articular y concretar a través del diálogo los grandes cambios que se deben realizar. Por todo eso resulta fundamental no solo pensar en el país que queremos construir, sino también en el tipo de líderes que debemos estimular para que juntos, todos podamos ayudar a refundar una sociedad donde el Estado esté al servicio de la gente, y no la gente al servicio del Estado.