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» Por Marvin Herrera Araya - Exministro de Educación Pública

Ante la grave crisis de salud que vive la humanidad, calificada de pandemia por la OMS, a causa de la altísima expansión del coronavirus, la enorme cantidad de contagios, el fallecimiento de miles de personas y sus perjudiciales consecuencias en el sector económico de los países, los costarricenses han exaltado, han reconocido, sin ambages, el colosal valor de nuestro sistema de salud, el sacrificio, la solidaridad y el compromiso social de los profesionales de las ciencias médicas que laboran en este sistema y, por supuesto, la inmensa satisfacción, en lo material y espiritual, de tener a una emblemática institución como lo es la Caja Costarricense de Seguro Social, al servicio del pueblo.

Informaciones, reflexiones y opiniones de los costarricenses en medios de comunicación escritos, televisivos, radiales y en redes se dan en momentos en que nuestra sociedad está agobiada, temerosa, asustada y regulada con obligatorias medidas emanadas de las autoridades competentes: cierres, aislamiento o distanciamiento sociales, protocolos de prevención. Emociones alimentadas por el imparable bombardeo de noticias en las redes sobre lo que es este contagioso e infeccioso virus, por explicaciones de especialistas en el tema, divulgación de posibles remedios naturales, referencias a la población más expuesta al contagio, posibles vacunas y medicamentos que lo podrían contrarrestar. En fin, un huracán de videos y textos alusivos al virus, que alteran muestra salud mental, ya que no todos tenemos la capacidad emocional para asimilar, racionalizar o adaptarnos a las crisis. Somo seres individuales, inacabados, con diferentes fortalezas, capacidades y dones.

Todo ello sucede en momentos críticos de razonable preocupación.

Pero cómo veíamos a la Caja antes de vivir en carne propia los efectos negativos de esta pandemia en  Costa Rica: una Caja criticada, intentos de privatizarla, a pesar de oposiciones escuchadas, numerosas quejas sobre las “colas y esperas”. Esto en lo negativo; pero para valorarla en lo positivo, testimonios de miles de personas curadas, agradecidas. Ciertamente, hay que visitar hospitales y ver cientos de personas de todos los sectores de la población requiriendo servicios de laboratorio, consulta externa, atención en emergencias, en los llamados hospitales de día. ¡Qué grandiosa es la Caja!

A inicio de este año, me correspondió acompañar a mi señora a dos citas de especialistas y mientras esperaba, por supuesto con “paciencia franciscana”, que la atendieran, observaba detenido el movimiento de los usuarios y servidores de la Caja. Y me preguntaba en silencio, ¿qué harían esas personas sin los diversos servicios de la Caja? ¿Tendrían los recursos económicos para pagar consultas y medicamentos, ambos costos por las nubes? ¿Cuántas personas de esas sin la Caja podrían haber superado sus dolencias, sus enfermedades, salvar sus vida y tener más años de vida? En fin, las visitas al hospital me llevó a estas preguntas y a decirme gracias a Dios que este pueblo tuvo a un Presidente Humanista, Reformador, Progresista, al Doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, quien creo la Caja y nuestro Sistema de Seguridad Social.

En ocasión de crisis, los humanos valoramos lo que tenemos. En tiempos normales no lo valoramos y exigimos más de los que podemos tener. A veces las crisis nos hacen cambiar de opinión, nos sensibilizan, nos hacen más humanos, nos hacen ver, a poca distancia, lo que antes no veíamos. Lo deseable es que no valoremos solo en época de crisis, sino que lo hagamos siempre. Hoy nuestro sistema de salud es el mayor soporte médico, científico, humano, solidario, fraterno, para enfrentar a este contagioso e infeccioso virus. No más intentos de privatizar la Caja. Defenderla, SÍ; fortalecerla, TAMBIÉN. Es un capital institucional y humano que otros pueblos lo desean en estos tiempos de pandemia.

Con razón, en aquellas giras políticas con su hijo el Lic. Rafael Ángel Calderón Fournier era común llegar a las casas de quienes  veneraban al Doctor y ver la foto de él con una velita encendida y flores a sus lados.

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