Como costarricense que cree en la Democracia y rechaza toda forma de Dictadura, aplaudo que líderes de oposición y de la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela hagan valer la normativa Constitucional de su país en donde un detentador de Poder, Nicolás Maduro, ha invisibilizado, adecuando a su conveniencia la máxima norma de un Estado: la Constitución Política, en este caso la Constitución Política de la República Bolivariana de Venezuela.
Por ello, festejo la designación temporal de Juan Guaidó, líder de la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, quien funge como presidente interino de la República mientras se restablece el orden Constitucional y en aplicación a varios artículos de la Constitución que le permite al cabildo desconocer el proceso electoral de Nicolás Maduro. Los artículos son el 233, 333 y 350, donde el artículo 333 deja claro que la “Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. Y que ante tal “eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia” como lo hace Juan Guaidó.
Por su parte, el artículo 350 faculta al pueblo de Venezuela, para que fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconozca cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos, lo que en evidencia ha hecho don Maduro.
Tal situación que se da en este momento en Venezuela es ya respaldada por otras naciones como Estados Unidos; incluso, el secretario general de la OEA, Luis Almagro avala la designación de Juan Guaidó.
Por mi creencia política, por las formas de gobierno democráticas y por miles de personas que están padeciendo, es que espero que pronto se restablezca el orden y que don Nicolás Maduro sea relegado de su cargo, que ocupa de manera irregular, de manera dictatorial.
No debemos olvidar, como lo dijo Cicerón (106 AC-43 AC), filósofo romano, que “la libertad sólo reside en los estados en los que el pueblo tiene el poder supremo” y como lo señala Albert Einstein (1879-1955): “Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado”.
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