Una oportunidad histórica se le presentó a Michelle Bachelet, la expresidente de Chile y actual Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, al visitar China con la misión de conocer en primera persona la situación de derechos humanos en el país. Sin embargo, Bachelet desaprovechó la oportunidad y dejó plantada a la historia, pues al término de la visita dio su balance con un tono que, de no ser por el idioma, se podría confundir con declaraciones de un alto funcionario del régimen de Xi Jinping.
La visita fue aceptada por el gobierno chino en marzo y es la primera que realiza un alto comisionado del organismo multilateral desde el año 2005, por lo que constituía una ocasión única de investigar y evidenciar las más que conocidas violaciones de Derechos Humanos que ocurren en China contra quienes expresan diferencias al pensamiento único instaurado por el Partido Comunista.
Son innumerables las denuncias de hostigamiento e intimidación, así como de juicios injustos, detenciones arbitrarias y torturas que reciben defensores de Derechos Humanos y activistas, además de la campaña de adoctrinamiento político, detención masiva, tortura y asimilación cultural forzada contra la población musulmana residente en Xinjiang. Esta situación, que ha sido ampliamente documentada y denunciada por organismos no gubernamentales al rededor del mundo, solo llegó a motivar a Bachelet a realizar tímidos exhortos, no sin antes elogiar a China por su aporte a los objetivos de la agenda 2030 y supuestos avances en materia de derechos de las mujeres.
La complaciente posición de la representante de la ONU contrasta con la férrea represión que viven quienes dentro del gigante asiático denuncian la sistemática violación de los más fundamentales derechos, que son detenidos y sentenciados a puerta cerrada, sometidos a largos regímenes de incomunicación y torturas, como la de la famosa “silla del tigre”, que los mantiene atados a sillas de hierro con las extremidades retorcidas durante más de 10 horas diarias. En su mayoría, los defensores de Derechos Humanos en China han sido formalmente acusados de “subvertir el poder del estado” y detenidos arbitrariamente. Además, a este listado de atrocidades cometidas por el régimen comunista, se le suman las desapariciones de activistas como Yang Maodong y el abogado Gao Zhisheng, de los cuales aún no se conoce sobre su paradero.
Una de las más vergonzosas posturas de Bachelet es la que asumió frente al estruendoso caso de violación de derechos a minorías musulmanas, específicamente contra los Uigures, un grupo étnico que vive en la región de Sinkiang y para los cuales se ha construido una red gigantesca de campos de internamiento con la fachada de centros de educación.
La infraestructura destinada al encierro arbitrario de los Uigures tiene capacidad para más de un millón de personas y ha sido utilizada como campos de concentración modernos en los que se intenta adoctrinar, separar a los detenidos de su propia religión y cultura, se tortura y se comenten todo tipo de vejámenes.
Imágenes sobran, así como testimonios de la violación sistemática de los derechos de los internados, a través de la voz no solo de quienes se dedican a ahondar en el tema por medio de ONG´s, sino también de hombres y mujeres que han estado dentro de estos centros y cuentan la experiencia vivida en carne propia.
Frente a lo que ya es evidente y sobre lo que se esperaba, Bachelet fuera tajante en denunciar, la máxima representante de la ONU en cuanto a Derechos Humanos se trata, solo pidió “se revisen las políticas antiterroristas”, mientras que replicó la narrativa del régimen chino, refiriéndose a los campos de concentración como los VECT, siglas que corresponden a Centro de Formación y Educación Profesional, eufemismo utilizado por el gobierno de Jinping para vestir de inocencia una política atroz y que también utiliza Bachelet con el mayor descaro.
En su visita a Sinkiang, Bachelet comentó haber visitado un centro de internamiento ya desmantelado, se reunió con ONG’s sin dar mayor detalle y conversó con el dirigente del Partido Comunista de la localidad, mientras el mundo y seguramente las víctimas y miembros del grupo étnico, esperaban una actitud menos dócil ante el régimen chino, que a todas luces y en acuerdo previo con la expresidente chilena, diseñó un viaje a la medida de sus intereses.
La representante de la ONU y quien fuera perseguida durante el régimen de Augusto Pinochet al igual que su padre, habla en su informe del llamado que hace al gobierno asiático de cumplir con estándares en materia de Derechos Humanos en su política “anti-terrorista” y de “desradicalizaición”, convirtiéndose de inmediato en una extensión de la retórica china.
Esta actitud es vergonzosa y dolorosa por tratarse de un acto de legitimación de la represión y los crímenes contra la humanidad del régimen chino por parte de un organismo, aunque con una credibilidad decadente, todavía importante como la ONU. Pero lo es más cuando su representante es una declarada víctima de represión y tortura en su país de origen, además de ser hija de alguien que murió, presuntamente, luego de ser torturado en el año 1974.
A la dirigente de izquierda, que le cuesta llamar las cosas por su nombre, habría que preguntarle qué eufemismo se puede usar para hablar del Campo de Prisioneros Chacabuco, del Centro de Detención Estadio Nacional de Chile o de Villa Grimaldi, donde ella misma estuvo detenida y fue interrogada.
El mundo se quedó esperando que Bachelet cumpliera con la misión y, por lo contrario, lo que vio fue un acto de complicidad con el gobierno chino. Las víctimas, con seguridad, perdieron la esperanza de que desde las instancias que lidera la chilena se abogue por ellos frente a la maquinaria represiva de Jinping y deben tener la certeza del bando al que pertenece la alta comisionada, que no es el de las víctimas sino el de los victimarios.
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El autor es ingeniero e investigador venezolano, exconcejal de San Cristóbal, Táchira, premio nacional de Derechos Humanos 2018 por la Comisión Mexicana de DDHH, miembro fundador de la Comisión Justicia Cuba y del Frente Hemisférico por la Libertad.
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