En el estrecho de Taiwán, canal del Mar de la China Meridional, se encuentra una línea invisible que lo atraviesa de forma longitudinal y que funciona como división conceptual de la zona marítima de dos naciones: la República Popular de China y Taiwán o la República de China. Desde 1949, cuando el comunismo se apoderó de la zona continental y los nacionalistas echaron raíces en la isla, las tensiones entre ambas partes han sido constantes.
Lo que hoy vemos como un inminente escenario de invasión de la China comunista a la democrática Taiwán, en lo que podríamos denominar la cuarta crisis histórica del estrecho que las separa, es parte de la arremetida de un totalitarismo expansionista que ha caracterizado al régimen del Partido Comunista, demostrando su intención en reiteradas ocasiones de acabar con cualquier vestigio de libertad y democracia en la isla.
Si bien los momentos de mayor tensión bélica han sido las crisis del 1954-55, 1958 y la de 1995-96, el Ejército Popular de Liberación (EPL) chino se ha mantenido en constante acecho, llegando hoy, quizá, a uno de los puntos de mayor tensión no solo por las maniobras con fuego real realizadas en aguas taiwanesas en una clara agresión militar, sino por llevarse a cabo en un contexto marcado por la actual invasión de Rusia a Ucrania, que además de dejar saldos más que lamentables en términos humanos y materiales, ha detonado una crisis económica en un mundo que aún no se recupera de los efectos de la pandemia.
Ya el régimen hoy liderado por Xi Jinping, por la vía del chantaje económico y diplomático, ha avanzado en cercar a Taiwán buscando aislarlo de apoyos y reconocimientos a nivel internacional, lo que la China democrática ha logrado sortear de alguna manera gracias a su relación de apoyo y cooperación sincero y genuino con los países con los que estrecha lazos y también a su impresionante desarrollo económico pese a los bloqueos del gigante comunista. Sin embargo, la política de “Una sola China”, ha permeado profundamente a nivel global, pues es punto de honor del régimen comunista y condicionante para relacionarse comercialmente con otras naciones.
A pesar de los inmensos avances diplomáticos del totalitarismo chino y de la pérdida de reconocimientos que ha sufrido Taiwán, las maniobras de los últimos días ponen a los países del mundo en una posición que requiere tomar partido. Por un lado, la presión ejercida por las inmensas relaciones comerciales que tienen con el gigante asiático, pero, por otro lado, lo que concierne al debate valórico y a los intereses propios de cada nación y de la estabilidad global.
La reciente visita a Taiwán de Nancy Pelosi, cabeza de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos de América y una de las figuras políticas de mayor relevancia en su país, desató la ira de Xi Jimping, que incurrió en fuertes advertencias previo a la visita y que se materializó en ejercicios de fuego real en los días posteriores. Frente a esto, el mundo presenció la amenaza del totalitarismo chino que ha usado como excusa la acción de la funcionaria americana para avanzar en sus viejas pretenciones de aplicar la fuerza contra el país democrático de Taiwán.
Las reacciones globales frente a la arremetida comunista se han movido, desde el anuncio de la visita hasta los movimientos de tropas, destructores y aviones del EPL chino, en una escala de compromisos, desde los ideológicos y comerciales, hasta los relacionados con los valores y con la estabilidad de un mundo que se vería en aprietos de mantenerse o intensificarse la agresión. Mientras que en el hemisferio, gobiernos como el de Cuba, Venezuela, Nicaragua o Argentina, calificaron la visita de Pelosi como una provocación, justificando las amenazas de Xi Jinping y las acciones posteriores, en otras latitudes las posturas se alinean más allá del chantaje comercial y reclaman a la China comunista no poner en una situación de mayor inestabilidad al planeta.
La ministra alemana de Exteriores, Annalena Baerbock, expresó claramente su respaldo a Taiwán el pasado 2 de agosto, al declarar que su país no acepta “que se viole el derecho internacional y un vecino más grande ataque a su vecino más pequeño, y por supuesto, eso también se aplica a China”, en claro desafío a quien hoy por hoy es uno de los mayores socios comerciales del país teutón.
Por su parte, la Unión Europea, en la voz de su principal representante a nivel diplomático, Josep Borrell, ha calificado de injustificada la escalada militar china sobre Taiwán y expresó que “nadie puede modificar el status quo de forma unilateral y menos aún recurriendo a la fuerza”, en referencia a las maniobras con fuego real como respuesta a la visita a Taiwán por parte de Pelosi.
Lo que es, además de una agresión a la soberanía taiwanesa, un bloqueo marítimo y aéreo, fue igualmente rechazado por el G7, foro que agrupa a Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Alemania y Reino Unido, además de tener representación de la Unión Europea, mediante un comunicado firmado por los ministros de relaciones exteriores de cada país, en el que exigieron evitar la aplicación de la fuerza por parte de la China comunista para cambiar el status quo de Taiwán e invitaron a no usar como excusa la visita de la política estadounidense para tales fines.
Si bien la política de “Una sola China” que promueve el régimen de Xi Jinping sigue contando con gran consenso y, según Hua Chunying, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, en respuesta al comunicado del G7, es la premisa política más importante y la base de las relaciones con los países que lo conforman, parece que la amenaza a la estabilidad de la región y del mundo que supone la agresión en el estrecho de Taiwán, es un hito que ha empujado a la diplomacia internacional a pensar más allá de las abultadas transacciones comerciales con el gigante asiático y a poner en justa medida un conflicto que a todas luces es un peligro para la economía y la paz global, y que tiene como único responsable a la República Popular de China.
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El autor es ingeniero e investigador venezolano, exconcejal de San Cristóbal, Táchira, premio nacional de Derechos Humanos 2018 por la Comisión Mexicana de DDHH, miembro fundador de la Comisión Justicia Cuba y del Frente Hemisférico por la Libertad.
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