“Para hablar y comer pescado, hay que tener mucho cuidado”, dice mi abuela, una genia de los dichos populares. No estaría mal que Ariel Robles tomara nota de la sabiduría popular.
El diputado del Frente Amplio ha demostrado con lujo de detalles el “método” del remedo populista: buscar a toda costa el aplauso fácil de sus copartidarios, así sea mintiendo y luego retractándose.
Ayer en sesión de la Comisión de Control de Ingreso y Gasto Público atacó abiertamente a el diario ElMundo.cr, pidiendo que sea investigado por la Asamblea Legislativa. Hoy, luego de las críticas a sus declaraciones aparece diciendo que se le “ha malinterpretado” y que nunca se refirió a “un medio en particular”.
El diputado Robles es un gran ejemplo de marxismo, pero del marxismo del comediante Groucho Marx: “Éstos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”. Bueno, siendo sincera y contrario a la leyenda urbana, esa frase no era de Groucho Marx sino que apareció en un diario de Nueva Zelanda. Así que Ariel querido, hasta en ese tipo de “marxismo” te quedarías corto.
Lo cierto es que no es la primera vez que un diputado del Frente Amplio busca protagonismo lanzando mentiras, “imprecisiones” y frases facilistas en una búsqueda desesperada del aplauso de sus copartidarios; solo para desdecirse al día siguiente ante las críticas y alegar que todo es un mal entendido, una campaña de ataque en su contra. Si no que lo diga Priscilla.
Eso sí, a diferencia de Priscilla, el caso de Robles es particular. Una no sabe qué es lo más grave: el hecho que ataque a la libertad de prensa, el hecho que para negar la realidad niega los resultados de las encuestas por que a él no le gusta (sí, Robles, no por mucho cerrar los ojos, desaparece la realidad: puede no gustarte, pero Chaves sigue teniendo apoyo), o la tibieza de las posiciones del Frente Amplio y sus diputados.
Sería más respetable que Robles mantuviera sus posiciones, equivocadas o ciertas, pero que las levantara con orgullo. Y que pudiéramos entonces confrontar seriamente un debate sobre la libertad de prensa, sobre las dictaduras que su partido apoya y que demuestre con seriedad sus acusaciones.
Pero Ariel actúa, como mejor lo sabe hacer el Frente Amplio: como te digo una cosa, te digo otra, y lo que te digo quizá lo malinterpretaste porque me quieres deslegitimar. Triste tibieza y cobardía.
Ahora resulta pues que somos nosotros, los mortales que vivimos fuera del recinto legislativo, los que malinterpretamos a Ariel y compañía.
Hay una diferencia muy grande entre la denuncia política y la búsqueda desesperada de atención. Una dice es fiel a la verdad y la levanta como herramienta revolucionaria; la otra es el simple espejismo del laurel, un grito simplista y sin principios. Escuchar a Ariel últimamente, es como revivir aquel famoso titular de un medio de comunicación costarricense: “¡Vaca tuvo niño!… subido en un árbol durante dos horas”. Robles defenderá que ustedes, pueblo simple, son los que malinterpretaron ese titular.
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